Opinión

A propósito de una sentencia absolutoria

Juán Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién

Es de entender que cuando a un ganadero lo presiona la guerrilla con chantajes, robos, saqueos y amenazas, tiene cinco caminos a elegir:

. O bien, entregar la finca.

. Pagar y aceptar

. Acudir al ejército

. Defenderse con sus propios recursos, armando al mayordomo y los trabajadores, u

. Organizando un grupo de autodefensa con finqueros amigos y colaboradores.

El sólo ejército es ocasional y dado a los vaivenes políticos, etc. No sirve. Entregar la finca sería muy triste luego de todo un tiempo de trabajo e inversión. Armar al mayordomo con una escopeta y dos revólveres, es una fantasía. Lo único de veras práctico y funcional es un grupo de autodefensa que fue lo que se pretendió entre los terratenientes colombianos con tan mala suerte que el monstruo se les creció… y se les creció tanto que sin poderlo controlar, se le suma el narcotráfico entrando el dinero a manos llenas y con él la efusividad de la guerra y… la degeneración: viene el asesinato indiscriminado, se suma el cura del pueblo, parte del ejército y todo el mundo.

¡Todos aceptaron a los paramilitares! se sintió que por fin había llegado la liberación y la forma también de vengar la muerte de muchos familiares o amigos queridos.

«¿Qué haríamos sin ellos? nos preguntaban en las fincas. «Sin ellos nos estuvieran extorsionando puerta a puerta»…

El haber caído en manos de las perversiones que trae la guerra cuando alcanza connotaciones de clase social, es de los peores fenómenos que un ser humano pueda experimentar: el pobre no importa, se despersonaliza, su muerte no cuenta, es un muerto más contra una guerrilla que muchas veces pervive en el imaginario, que los desvela y los vuelve locos por matar, por defenderse, una paranoia nutrida con lo más bajo de las pasiones e instintos humanos:  deseos de desplazar, quemar,  robar la tierra, despojar y asesinar – lo mismo está sucediendo en Gaza-, la banalidad del mal. En eso se convirtieron las CONVIVIR y el afán de defensa de muchos ganaderos honestos que fueron víctimas del miedo. Un miedo alimentado con la rabia que asoló el país y que sigue cobrando víctimas.

El fenómeno del paramilitarismo hay que entenderlo desde un punto de vista psicosocial como una afrenta contra los más pobres al tratar, una clase terrateniente, de defenderse de otro fenómeno como la guerrilla originado por el desplazamiento y el despojo que una élite conservadora y muchas veces auxiliada por la iglesia católica- recordemos los sermones de Monseñor Builes-, produjo como reacción a una política de reforma agraria que pretendió modernizar al país entregando tierra fértil  al campesino después del despojo originario producto de los invasores españoles.

Todo tiene su explicación, todo concatena en una realidad que fragmentó al país entre » buenos y malos» una sociedad maniquea, enferma de odio y sectarismo.

Luego de crear una clase campesina, mestiza, indígena o afrodescendiente marginada, pobre y excluida, fenómenos como el paramilitarismo son aceptados por los dueños de la tierra como algo necesario y normal, así lo neguemos con falsas posturas morales de rechazo.

Colombia como decía Mauricio García Villegas, es un país de emociones tristes…

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

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