Opinión

De la esperanza al desconcierto

No se trata de que todos seamos iguales, eso es imposible, pero sí de tener las mismas oportunidades.

Juán Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién

Es cuestión de sentimiento y de educación política, por lo que estamos convencidos que el Estado debe velar por el bienestar y la dignidad de los ciudadanos, al garantizar sus derechos básicos: salud, trabajo, educación, agua potable, saneamiento y la esperanza de lograr una pensión. Es lo que un gobierno consciente debe implementar para construir un país justo y equitativo donde todos tengan la oportunidad de progresar.

La concepción neoliberal individualista por desgracia crea un sentimiento de competitividad y agresividad sociales que hace que tan solo una pequeña franja de emprendedores se desarrolle económicamente creando un modo de pensar no incluyente y sí más proclive a la codicia y la ambición.

 Muchos pensarán que es la misma condición humana que tiende a explotar, segregar y esclavizar. Tal vez tengan razón, y estas pulsiones, no tan ocultas en el grueso de nuestros congéneres, puedan ser moduladas en aras de un bienestar común para no desembocar en lo que ahora, en la antesala de la extinción, estamos viviendo: el odio y el miedo que sustentan las guerras por sobrevivir.

Seguir alimentando la codicia de una pequeña fracción de la población, más que injusto, sería sumirnos en un letargo de inconciencia que siempre ha sido aprovechado por los depredadores del erario público para hacer de las suyas.

El colombiano medio se enseñó a vivir en un inmediatismo resolutivo de pequeñas necesidades, todo sumado a una educación de mala calidad – muchas veces nula- o a una proyección vital desconocida sin un futuro pensional y la más de las veces, con una salud precaria solo alimentada con la esperanza de una atención que no llega por carencia de recursos para obtenerla como un privilegio.

La realidad es muy triste, pues el sentido crítico y el espíritu de lucha se han diluido por el solo hecho de sobrevivir y estar atento al consumo de distractores como el fútbol, la crónica amarilla, la pornografía y la farándula. Con tan solo ver los titulares de los noticieros de televisión como RCN y Caracol tendremos plena claridad del asunto: los primeros diez minutos están dedicados a reforzar el distractor: ¡Ahora es la Copa América! Otra vez todo es fútbol. Pasado ese tiempo, se sigue con los atentados y las masacres en el Cauca para desacreditar al gobierno, y, por último, ya con la mente cargada de pensamientos negativos, vuelven y refuerzan el distractor con la sección de farándula y los chismes alusivos a una familia real o a la separación de tal o cual vedette… y la gente lo siente como propio, pues comentan y se conduelen. Finalmente, cierran con una crítica contra el presidente y la corrupción rampante, para que parezca como único responsable.

Es todo el montaje que el llamado “Establecimiento” (Statu Quo) necesita para perdurar sin afugias.

No nos explicamos dónde están los casi doce millones de votantes que eligieron el actual gobierno, ni tampoco los que lo hicieron por un aparecido vociferante como Rodolfo Hernández ahora condenado por corrupto. Acepto que me sentí tentado a votar por su promesa de luchar contra la “ladronera”, pero al fin supe, luego de soportar la crítica mordaz de mis amigos, que estaba siendo timado en mi buena fe al ver que el ingeniero quería nombrar como ministro de defensa al Dr. Coscorrón (Vargas Lleras) Los mismos con las mismas.

Pretender seguir desviando recursos del Estado para fortalecer propósitos privados en la educación o la salud riñe básicamente con una concepción social de un derecho básico. Si un sector de la población puede comprar estos servicios, bien puede hacerlo, pero NO con los dineros públicos destinados a velar por servicios de buena calidad para los que muy poco o nada tienen.

¡Cuántos colegios, hospitales, universidades, programas de vivienda, vías de comunicación, cooperativas y empresas comunitarias pudieran haber sido construidas o implementadas con los 60 billones que los políticos y sus saqueadores se roban cada año! Pensemos en eso cuando los congresistas se oponen a las reformas o se resienten porque no se han concluido las carreteras 4G que se robaron para hacer negocios con los peajes y contratos.

El Congreso aún en manos de una oposición corrupta e hija de la cultura mafio-paramilitar, se niega a aprobar unas reformas de corte social pues no permiten  que se acaben los negociados a partir del erario público… ¡¡¡Es mucho dinero !!! y como siempre lo hemos dicho, se hacen matar para impedirlo con tácticas de la más baja estofa como abandonar el recinto para quebrar el Quorum antes de la votación, también escondiendo parágrafos de los proyectos originales, o comprando el voto por unas prebendas y, últimamente, amenazando jueces que lloran de miedo antes de un juicio. Las malas mañas delincuenciales de quienes manipulan con el poder para lograr propósitos que favorecen conciliábulos de ladrones del erario, se perpetúan.

La tarea del presidente, tratando de compactar un movimiento popular consciente de que es ésta la única oportunidad de redención, ojalá no sea en vano, pues el monstruo depredador que se enriqueció con el pretexto de combatir la guerrilla, está otra vez en la pelea mostrando toda su carga de sangre y oprobio.

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

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