Opinión

El país de Abad Faciolince

De dos millones de bachilleres solo el 40% logra entrar a la universidad o a un instituto tecnológico y solo 40.000 alcanzan a ser profesionales.

Juan Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién.

Parece que el país al que se refiere Héctor Abad en su columna queda en Llanogrande o en el Poblado, o en el Chico, o en Villa Jardín- barrios hermosos- o tal vez, al lado de las recién inauguradas doble calzadas – donde pasa cada media hora un carro- que discurren en las cercanías de su finca en Támesis. Tal vez haya escrito su artículo en el Espectador desde la cómoda lejanía de su apartamento en Madrid, o sentado en un Bistró de París, haciéndole loa a la OTAN para que Putin no siga conquistando a Ucrania.

El país de Abad es bien distinto al que realmente recibió el presidente Petro, luego de que los mismos que lo han gobernado y saqueado por más de doscientos años, le permitieran acceder a la presidencia con el fin de desvirtuarlo y quemarlo políticamente y así “dejara de molestar”, pero se les creció y está convocando a un movimiento popular masivo que pone en entredicho y amenaza con quitarles el negocio con los derechos básicos de la población y el saqueo del erario público. No fue un país en paz, ni mucho menos el paraíso social del que habla Héctor Abad en su columna, ni menos un país en construcción. El país que recibió es – pues aún sigue en crisis-, un país construido con el disfraz que los medios de comunicación pretenden que creamos como un proyecto de bienestar y progreso a sabiendas que 20 millones de los 51 que habitamos Colombia, han dejado de comer las tres comidas del día, que, de esos 20 millones, 7 viven con menos de tres dólares diarios y uno con menos de dos. Que de dos millones de bachilleres solo el 40% logra entrar a la universidad o a un instituto tecnológico y solo 40.000 alcanzan a ser profesionales, que del lavado de activos del narcotráfico depende el 50% de la actividad económica, que cada año la clase dirigente se roba 55 billones del erario público, que un pequeño estamento de banqueros y administradores profesionales del erario, convirtieron los derechos básicos de la población en un negocio privado favoreciendo sus intereses y creando falsas ilusiones de jubilación y servicios de salud. Un país donde el 80% de la tierra fértil le pertenece al 2% de la población y de ese porcentaje más de la mitad a la mafia, que de los 18 millones de hectáreas de tierra fértil solo hay cultivadas 7 millones casí todas en monocultivos de caña de azúcar, palma africana y coca. Que el conflicto paramilitar desplazó a seis millones de campesinos y les arrebató siete millones de hectáreas,  que los cordones suburbanos y la pobreza han  llegado a cifras inconcebibles, y que los servicios de salud se convirtieron en una vena rota de las finanzas públicas con un robo continuo de 30 billones anuales alimentando clínicas privadas y negocios de propiedad raíz en el extranjero y engordando las arcas particulares en paraísos fiscales con el cierre y la quiebra de hospitales públicos y privados que las llamadas EPS sofocaron y llevaron a la ruina. Se le olvida a Héctor Abad que de las 120 EPS iniciales solo quedan unas pocas que apenas sobreviven luego de ser intervenidas al conocerse toda la corrupción y el desmedro. Ahora cuando no tienen con que mantener las clínicas privadas con los dineros públicos llaman a un movimiento popular de apoyo negando el suministro de medicamentos y manipulando un sentimiento de rabia y miedo.

Héctor Abad tiene un pensamiento de clase que da por sentado. Repasemos: es el llamado conocimiento “Situado” que se da por verdadero por ser hegemónico. Es un pensamiento de corte clasista pequeño burgués. Su característica fundamental: lo que perpetúe su sitio de confort es lo únicamente valedero Eje: Con seguridad tiene su medicina prepagada y sus intereses económicos al lado de inversionistas de su misma clase social. Es un miembro del que denomino el Síndrome del Condominio que se caracteriza por observarlo todo desde la seguridad de su refugio. Entonces no le hablen de reformas, ni alcances sociales, háblele de fiestas, ceremonias de premiación, reinados… o negocios.

Dice Abad que el presidente Petro se victimiza e insulta llamando nazis y genocidas a los que han desplazado a campesinos robándoles la tierra y asesinando inocentes disfrazados de guerrilleros – con botas nuevas y al revés-, pero cuántas veces no lo insultan, lo calumnian y lo tildan de travesti, drogadicto, ladrón, costeño jetimorao con cara de víbora y el hombre simplemente pone la otra mejilla sin censurar ningún medio de comunicación, sin expropiar o perseguir a nadie, ni a los más ridículos y sarcásticos contradictores. Cuántas veces soportó afrentas como ese llamado sicario…sicario…sicario que un senador expresidente le dijera en el Senado bajando la voz y mirando a los lados como si se arrepintiera de la afrenta. Nada, ecuanimidad y respuestas serenas e inteligentes. ¿Qué está desesperado y quiere dividir al país? El país viene dividido hace mucho tiempo después de nueve guerras que dejaron sin tierra al campesino y sacrificaron cuatro líderes políticos y exterminaron todo un partido. ¿Qué es un resentido? Quien no lo es luego de ser torturado, perseguido, arruinado y haber sentido todo el odio y el desprecio de una élite que le hizo imposible su alcaldía y que a diario lo denigra y lo envuelve en una batahola de improperios y calumnias. ¿Qué sus discursos son de una utopía ridícula con una seudo poesía absurda? En un país lleno de odio y exclusión, de racismo y desprecio por los pobres, el lenguaje del amor suena cursi. Y más cursi que un artista y dirigente político de pelo largo le diga que lo ama.

Haber logrado la presidencia en parte con las mismas trapisondas de la clase política se hizo necesario y también es necesario el tener entre sus cercanos un representante de esos mismos que aprendieron de sus maestros como manejar un congreso para lograr las reformas requeridas. Como buen colombiano el presidente está rodeado de ladrones y corruptos, pero los ha ido depurando hasta lograr conformar un equipo de trabajo honesto y competente luego de la traición inicial de una coalición que pretendió conservar el negocio con los dineros públicos de una pequeña élite de banqueros y comerciantes.

Héctor Abad Faciolince – su papá, mi profesor, era otra persona de pensamiento muy diferente- aún cree que le están negando los medicamentos a los pacientes. No se los niegan, solo pretenden retenerlos esperando que la opinión pública se convenza que es por culpa del gobierno, pero ya saben que es un chantaje que nos hacen los dueños de las EPS corruptas que saquearon el erario cuando el dinero no les alcanzó para mantener sus clínicas privadas y las remesas a los paraísos fiscales.

El problema con la guerrilla narcotraficante ya hizo crisis, y no es llevando la guerra al campesino como se soluciona, es tratando de rescatarlo de sus garras, sustituyendo cultivos, llevando las bondades del Estado y dialogando. Nada fácil tras 60 años de conflicto agravado con la aparición de un narcotráfico de mil caras que finge guerras en su contra mientras alimenta una élite de políticos y paramilitares con actitud mesiánica. La realidad es más compleja de lo que Abad concluye. La intimidad de un Consejo de Ministros lo escandaliza porque nunca conocimos los anteriores llenos de ineptos comandados por un presidente notario y farandulero.

Y por último, debe estar contento con el dólar a menos de $4.200, la inflación controlada, el desempleo bajando, la agricultura subiendo y el turismo por las nubes.

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

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