Opinión

¿En qué consistió la Operación Verdad?

Testigos fueron el argentino Jorge Ricardo Masetti, quien conocía la ética del líder principal de la revolución cubana y el colombiano Gabriel García Márquez.

 Autor: Juan Hernández Machado*/Opinión/El Pregonero del Darién

Cuando los acontecimientos históricos se extienden en el tiempo, en este caso sesenta y cinco años, es lógico que las nuevas generaciones desconozcan algunos aspectos si no se les recuerda y se les orientan para que sepan realmente cuál fue nuestro pasado, para poder comprender nuestro presente y hacia dónde queremos ir en el futuro.

Así sucede con la Operación Verdad, que fuera el primer enfrentamiento de nuestra revolución a la creciente mentira, desinformación y tergiversación que desde los Estados Unidos de América se hacía sobre la situación en nuestro país.

Pero, si no le molesta, yo preferiría ir a los orígenes.

Cuando nuestra revolución triunfó el primero de enero de 1959 y se reinstauró la libertad de prensa que estaba totalmente suprimida por la dictadura de Fulgencio Batista, nuestro pueblo pudo conocer con exactitud los horrores provocados por esa dictadura.

Entre estos se encontraban los más de veinte mil cubanos que perdimos entre 1952 y 1958, incluyendo los que fueron torturados y masacrados por los esbirros de Batista.

Los órganos de difusión transmitieron muchas imágenes sobre los centros de torturas, los medios utilizados para ella y las revelaciones de muchos que fueron torturados en diversas partes de Cuba contribuyeron a que este triste fenómeno fuera comprendido.

La dictadura contaba con un Servicio de Inteligencia Militar (SIM), un Buró de Investigaciones, un Buró de Represión Anti Comunista (BRAC), así como dependencias policiales y del ejército y la marina en todas las provincias cubanas donde se ejecutaron esos actos aborrecibles.

Para que no se nos quede nada sin decir, esas organizaciones represivas contaban con el asesoramiento y equipamiento del Buró Federal de Investigaciones (FBI) y de instituciones de inteligencia estadounidense, incluyendo las de los servicios armados.

En esos lugares se hicieron famosos por sus desmanes, torturas y asesinatos personas como Rolando Masferrer, que tenía un grupo de seguidores que se auto llamaban “los tigres de Masferrer”; el Coronel Pilar García de la policía; Esteban Ventura Novo, Manuel Ugalde Carrillo, el Coronel Conrado Carratalá, Julio Laurent, Orlando Piedra, Agustín Lavastida, Lutgardo Martín Pérez y muchos otros. Ellos eran los responsables de los principales centros de torturas y asesinatos en occidente, centro y el oriente del país.

Por ello no extrañó a nadie que horas después que el tirano escapara en la madrugada del primero de enero de 1959, el pueblo se lanzara a las calles a buscar dónde estaban esos asesinos.

Algunos tuvieron suerte porque acompañaron al dictador en su huida o lo hicieron con medios propios, como Esteban Ventura Novo, Manuel Ugalde Carrillo y José Eleuterio Pedraza, por solo mencionar unos pocos.

Otros no tuvieron tanta suerte y fueron capturados y enfrentados a la justicia revolucionaria.

De ellos, algunos, como el coronel Joaquín Casillas Lumpuy, que asesinó por la espalda al líder sindical azucarero Jesús Menéndez Larrondo, fue capturado y en el proceso trató de escapar, resultando muerto durante la persecución.

Pero una buena parte de ellos sí enfrentó al pueblo, a ese mismo pueblo que habían torturado y al que le habían asesinado a sus familiares y amigos.

Y esas fueron las voces acusatorias que se escucharon en los primeros días después del triunfo y que sirvieron para que los asesinos tuvieran el final que se merecían: la pena máxima, pero después de un juicio limpio, visto por todos, con todas las garantías constitucionales existentes.

En este caso, por solo mencionar algunos, estuvieron el comandante Alejandro García Olayón, el coronel Cornelio Rojas, jefe de la policía en Santa Clara y el soldado Juan Rodríguez (conocido como Juan Centellas), torturador y asesino en la zona central de Cuba.

Hasta aquí todo parece razonable, justo y organizado. Pero con el imperialismo estadounidense esas palabras no tienen valor cuando la situación existente no se corresponde con sus intereses.

Juan Hernández Machado

Y los criminales que estaban siendo juzgados y condenados eran los mismos que recibieron su entrenamiento, armamento, financiamiento y asesoramiento durante los años de la dictadura, por lo que no podían permitirlo.

Los poderosos órganos de difusión estadounidenses se hicieron eco de declaraciones de congresistas yanquis y comenzaron a divulgar lo que hoy conocemos como “fake news”, es decir, mentiras a su conveniencia: que, si estábamos organizando un circo romano, que, si los acusados no tenían las debidas defensas, que los pobres lo que habían hecho era cumplir con su patriótico deber como militares del gobierno anterior y muchas otras más.

La naciente revolución carecía de los medios adecuados para poder enfrentar una campaña tan agresiva y poderosa como esa, por lo que, como nos acostumbrara el Comandante en Jefe Fidel Castro a actuar, frente a la mentira reaccionaria, la verdad revolucionaria. Así se inició la Operación Verdad.

Primero, Fidel compareció ante la prensa entre el 16 y el 18 de enero de 1959 para aclarar las tergiversaciones que se daban a fin de que el pueblo no se dejara confundir.

Luego, el 21 de enero de 1959, en lo que sería posteriormente un hábito que demostraría el apoyo popular a la revolución cubana, convocó al pueblo habanero frente a la Terraza Norte del antiguo Palacio Presidencial, hoy Museo de la Revolución.

Allí, ante más de un millón de personas en representación de todo el país, el Comandante en Jefe expresó la verdad revolucionaria sobre los criminales, sus acciones durante la dictadura, los juicios que se estaban realizando y las condenas que resultaban de los mismos.

Nuestro Fidel expresó muy claramente que no tenía que rendir cuentas a ningún congresista ni a ningún gobierno extranjero sino simplemente al pueblo de Cuba. Aclaró que nuestro pueblo era el más noble y sensible del mundo, no bárbaro ni criminal como la propaganda enemiga lo estaba presentando y agregó estar convencido de que todo el mundo estaba de acuerdo con los castigos porque eran merecidos.

Luego se refirió a que en esa gran población frente a Palacio había personas de todas las ideas políticas, de todas las clases sociales, de todas las creencias religiosas y le pidió a ese jurado de más de un millón de personas que expresara si estaba de acuerdo en que los esbirros fueran fusilados, después que el debido proceso legal los encontrara culpables de las atrocidades que cometieron.

Fue la primera ocasión que un jurado de más de un millón de cubanos se pronunció unánimemente a favor de una decisión adoptada por el gobierno revolucionario. Luego veríamos actos similares en la Plaza de la Revolución cuando se aprobaron la Primera y la Segunda Declaración de la Habana respectivamente, por solo citar dos ejemplos.

Por si esto fuera poco, con el apoyo del Colegio de Periodistas y de la Asociación de Reporteros, de la compañía aérea Cubana de Aviación y de nuestras embajadas en el exterior, en cuestión de días se logró invitar a más de 380 periodistas de todo el continente, los cuales fueron alojados, fundamentalmente, en el Hotel Habana Riviera.

A su llegada a nuestro país, cada uno de los participantes en esta conferencia recibió un expediente con las fotos que ilustraban los desmanes y asesinatos cometidos por los “pobres cumplidores de su deber” que eran defendidos por la campaña estadounidense contra Cuba, así como copia de los números 2 y 3 de la revista Bohemia, del 11 y el 18 de enero de 1959 respectivamente, los cuales cubrían a plenitud la esencia de la Operación Verdad.

Y el día 22 de enero, al día siguiente de la concentración en Palacio, el Comandante dio una conferencia de prensa ante esos invitados en el Cabaret Copa Room del Hotel Riviera. Las pruebas presentadas eran suficientes para cualquier periodista honesto. Y allí los había porque testigos de esa conferencia fueron el argentino Jorge Ricardo Masetti, que había estado anteriormente en la Sierra Maestra y conocía la ética del líder principal de la revolución cubana y el colombiano Gabriel García Márquez, que representaba a una revista de Caracas, Venezuela.

Quedaba claro que para Cuba era vital poder contrarrestar las campañas difamatorias organizadas por sus enemigos y poder difundir por el mundo la verdad revolucionaria.

Por ello, cinco meses después de la Operación Verdad, el 16 de junio de 1959, el propio Comandante en Jefe, junto con el Comandante Ernesto Che Guevara, inauguró la Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina, con el fin de difundir la verdad cubana y latinoamericana frente a las manipulaciones de los monopolios estadounidenses de la información.

Luego de sesenta y cinco años de ese acontecimiento, nuestros enemigos continúan con sus campañas difamatorias y mentirosas contra nuestra Revolución, lo que demuestra que hay que tener una Operación Verdad permanente para que nadie se confunda ni se deje engañar.

Ah, una sugerencia, si tiene tiempo busque en Internet las dos emisiones de la revista Bohemia de 1959 que le mencionamos. A solo 18 días después del triunfo revolucionario era imposible que esa prestigiosa revista estuviera “controlada por el régimen”, como gusta decir nuestro vecino del norte. Ellas nos ayudan a no olvidar la verdad. El que no se conmueva con lo que allí vea, realmente no tiene sentimientos.

*Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba.

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