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Extracto del libro “Del infierno verde al desierto rojo: una recreación filatélica”. Primera edición: septiembre 2017. Colecciones de Colombia, publicación No. 5

Por: Juan Hernández Machado, Premio Nacional de Filatelia 2012

En 1987, organizado por  el Dr. Antonio Núñez Jiménez, Presidente de la Comisión Cubana por el Encuentro de las Dos Culturas, se organizó un  viaje en canoa del Amazonas al Caribe.

Esa fue una de las actividades que se hicieron en América para conmemorar el quinto centenario del en­cuentro de los españoles con nuestras culturas en 1492. Sin duda alguna, esa actividad entró en la historia por su gran significado humano y cultural.

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Junto a investigadores de Ecuador, Perú, Colombia, Brasil, Venezuela, Puerto Rico, la República Domini­cana y Cuba, el Dr. Núñez Jiménez recorrió tres mil 485 leguas náuticas a través de veinte países de Nuestra América y entró en contacto con los descendientes de más de una docena de comunidades indígenas de las que encontraron los españo­les a fines del siglo XV e inicios del XVI.

Ellos estudiaron sus costumbres, su hábitat, la flora y fauna de esos maravillosos parajes, los accidentes geográficos y orográficos al recorrer los dos gigantes sudamericanos, el Amazonas y el Orinoco, con mu­chos de sus afluentes.

El resultado de dicho recorrido fue el libro “En ca­noa del Amazonas al Orinoco” y en su introducción el Dr. Núñez expresó “…levantamos el estandarte de la esperanza militante y como José Martí creemos, ahora con más firmeza, que hasta que no se haga an­dar al indio, no comenzará a andar bien la América”.

A partir de ese libro, hicimos una recreación filatélica para ilustrar con sellos y elementos postales los principales elementos que encontraron nuestros amigos en ese viaje. Ponemos a su disposición la parte relativa a Colombia.

TERCERA ETAPA: COLOMBIA

Se destaca por su producción de café, flores, esmeraldas, carbón y petróleo y está entre los principales más ricos del mundo por su biodiversidad.

18 de abril de 1987

Este día los expedicionarios salen de Caballococha hacia la confluencia del río del mismo nombre y el Amazonas, llegando posteriormente a la ciudad colom­biana de Leticia. En los nueve días en territorio colombiano, encontraron muchas cosas interesantes para sus investigaciones.

Según refiere el libro “Del Orinoco al Caribe”, del Dr.  Antonio Núñez Jiménez,  a muchos habitantes de Leticia les llamó la atención ese conjunto de personas de diferentes países latinoamericanos y caribeños en canoas similares a las usadas desde tiempos antiquísimos por los indios de la región.

Allí encontraron como curiosidad que en su barrio de Tabatinga, en una calle se encuentra la frontera con Brasil. En una acera uno está en territorio colombia­no y en la acera de enfrente ya está en territorio brasileño.

Leticia, ahora con unos veinte mil habitantes, fue fundada en 1867 como pues­to policíaco y aduanero peruano. Hoy es el puerto fluvial más importante de Co­lombia en el Amazonas y su economía se basa en el comercio, en el turismo, la pesca y en la industria maderera.

Desde Leticia salieron a visitar la Isla de los Monos, reserva privada don­de predominan los monos chorongos (Lagothrix Lagothricha) y frailes (Saimiri Sciureus). Estos se venden principalmente al mercado americano para la reali­zación de experimentos médicos. Además, pudieron apreciar coatíes, perezosos, dantas (Tapirus Terrestris) y capibaras (Hydrochaeris sp), el mayor roedor de la Amazonia, el cual llega a alcanzar los cuarenta kilogramos de peso.

Las dantas que observaron los expedicionarios no son más que los tapires, que pertenecen al mismo orden que los caballos con quienes están emparentados y con los rinocerontes. También se le conoce como mboreví, anta, tlapizote y pinchaque.

 Las capibaras son los roedores mayores y más pesados del mundo. Están bien delimitados en dos zonas, una de las cuales abarca el Amazonas y el Orinoco. También se cono­cen como carpinchos; cuerpo en forma de barril y cabeza pequeña, pelaje rojizo; prácticamente carecen de cola.

Posteriormente continúan los expedicionarios hacia Tucu­chira, caserío de unas 18 viviendas de indios yaguas, el cual era utilizado como destino turístico de la empresa Lodge de Leticia.

La expedición continuó hasta Arará, aldea Ticuna de 48 casas y 318 habitantes cuando fue visitada por el Dr. Núñez y sus acompañantes. Allí ahúman pescado bacú (de la familia Doradidae); practican la pintura en la corteza del árbol ojé (Ficus Glabrata) con diseños diversos de la selva y para ello sacan los colores de diferentes plantas.

El amarillo lo sacan del azafrán; el azul del (Calathea Ioeseneri), el rojo del (Aspidosperma Verruculosum) y del achiote (Bixa Orellana); el negro lo sacan del (Renealmia Alpinia) y el verde de la hoja de chanta.

Los expedicionarios siguieron hasta la Quebrada de Amacayacu para encontrarse un parque donde criaban varios tipos de tortugas donde destacaba la Podoc­nemis Unifilis, así como cocodrilos.

La tortuga Podocnemis Unifilis es una especie que vive en los grandes ríos y en los grandes lagos de la Amazonia. Se distingue por su caparazón ovalado, generalmente de color negruzco. Mientras, el yacaré es un caimánido endémico de las regiones subtropicales y tropicales de Sudamérica, que puede alcanzar los tres metros de longitud. Fuertemente acorazado en el lomo, de color negruzco u oliva muy os­curo, la piel delicadamente jaspeada de los flancos. Se encuentra registrado en el Apéndice II del listado de especies protegidas de CITES.

Luego de ese contacto con la parte de la fauna colombiana, los expedicionarios continuaron hasta Puerto Nariño, donde encontraron un internado de primaria para niños indígenas el cual era atendido por monjas católicas y allí también pu­dieron observar una buena presencia de anacondas.

Ese puerto recibió ese nombre en honor a Antonio Nariño, pre­cursor de la emanci­pación de las colonias neogranadinas del Imperio español, tra­ductor y divulgador en Colombia de la decla­ración de los derechos del hombre y que llega­ra a ser Presidente de Cundinamarca (19 de septiembre de 1811- 29 de agosto de 1813).

Sin dudas los expe­dicionarios quedaron muy impresionados con la flora y fauna co­lombiana.

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