Impacto de las marchas populares

3 de mayo de 2025

Como ciudadano y observador de la política nacional, no puedo pasar por alto la importancia simbólica y estratégica de lo que ocurrió el pasado 1 de mayo en Colombia. Las marchas en defensa de los derechos laborales no solo demostraron músculo social, sino que sirvieron como plataforma para consolidar una narrativa política en torno a la consulta popular impulsada por el gobierno de Gustavo Petro.

Lo que está en juego no es menor. Estamos frente a un mecanismo, impulsado directamente desde el Ejecutivo, que busca convertir el debate de reformas laborales en una discusión nacional. No me sorprende que esta iniciativa beneficie tanto al petrismo como a la oposición más radical. Ambos extremos tienen una narrativa clara, mientras que el centro político luce desorientado y sin un discurso coherente.

A mi juicio, hemos entrado en una nueva etapa del gobierno, una que se sustenta más en la calle que en las instituciones. La movilización social como forma de presión política resurge con fuerza, y esto redefine las reglas del juego de cara a las próximas elecciones. No es gratuito que se hable del “segundo tiempo” del gobierno: ahora el objetivo no es negociar, sino confrontar y movilizar.

En este escenario, me preocupa la posición ambigua de sectores políticos que no toman partido. En temas como los derechos laborales, no hay espacio para medias tintas. Recuperar lo perdido es una obligación moral y política. El uribismo, por ejemplo, tendrá que explicar al país por qué se opone a restituir derechos que ellos mismos cercenaron hace más de dos décadas.

Finalmente, considero que el Congreso aún tiene la posibilidad de actuar con sensatez y aprobar la apelación al hundimiento de la reforma laboral. De no hacerlo, la consulta ganará fuerza, y con ella, una campaña electoral anticipada y altamente polarizada.