Política Colombiana

La reorganización de los partidos

Es previsible que los distintos bloques políticos se organicen de la manera más eficiente posible, limitando las opciones a un número razonable. Sin embargo, subsiste la preocupación de que el Congreso pueda convertirse en una institución hiperfragmentada e inmanejable.

Yann Basset*Análisis de la Noticia/razonpublica/El Pregonero del Darién

Colombia ha iniciado la precampaña para las elecciones de 2026 en un contexto de fragmentación partidaria. Tras varias decisiones del Consejo Nacional Electoral y las altas cortes, se reconocieron las personerías jurídicas a más de 35 partidos políticos. Aunque el Consejo de Estado revirtió algunas de estas decisiones, el número de partidos sigue siendo alto.

Lo que está en juego no es tanto la existencia práctica de estas organizaciones sino su capacidad para avalar candidaturas. La reforma política trató de solucionar el problema al desvincular los criterios para obtener la personería jurídica del derecho a avalar candidaturas. Mientras que la personería jurídica se obtenía acreditando la existencia de un cierto número de militantes en la organización, el derecho a avalar candidaturas dependía de los resultados obtenidos en elecciones pasadas en cada circunscripción o, en su defecto, de la recolección de firmas. Con el hundimiento de la reforma seguimos en el mundo tradicional en donde las organizaciones con personería pueden avalar candidaturas en todas las circunscripciones a nivel nacional. 

El actual número de organizaciones reconocidas puede causar una situación caótica, difícil de manejar para la organización electoral (con tarjetones interminables) y confusa para los ciudadanos.

Mientras las encuestadoras se centran en la campaña presidencial con sondeos prematuros de intención de voto entre muchos precandidatos, se olvida la importancia de la reorganización que se está dando de cara a las elecciones legislativas que ocurrirán en menos de un año.

Las fuerzas que han impulsado la fragmentación y la desorganización apenas ahora están comenzando a equilibrarse con presiones en sentido contrario. Los partidos hacen listas y calculan los votos que requieren para lograr el umbral del 3% necesario para obtener curules en el Senado y a la vez conservar su personería jurídica. Estas preocupaciones se equilibran de forma diferente en cada sector.

Orden en la derecha 

El Centro Democrático (CD), castigado en 2022, aprovecha la impopularidad del gobierno saliente para recuperar terreno. Cuenta con una organización sólida que puede reivindicar el uribismo. 

Aunque los precandidatos presidenciales del CD no lideran las encuestas, su organización mantiene en la órbita posibles candidaturas que podrían aparecer como en competencia, es el caso de la de Vicky Dávila. 

En forma similar a como ocurrió en 2022, no es seguro que el CD pueda presentar una candidatura presidencial propia viable, pero sí puede confiar en su capacidad para representar a la derecha en las elecciones legislativas, lo que eliminaría la competencia. Aunque existe la posibilidad de que se formen algunas coaliciones en ciertas circunscripciones menos favorables, el fenómeno sería marginal.

La revancha de la política tradicional 

Los partidos tradicionales –Conservador y Liberal y sus avatares de La U y Cambio Radical–, que agrupan a los políticos más aguerridos en la política regional y que no se enredan en cuestiones ideológicas, saben manejar perfectamente la dialéctica de la unidad y de la fragmentación. Sus políticos se presentan en grandes listas abiertas, lo que les permite sumar formalmente y arbitrar entre sí al mismo tiempo. Se está planeando una coalición para las elecciones presidenciales, lo que podría llevar a listas comunes en varias circunscripciones de la Cámara. La posibilidad de listas comunes entre La U y Cambio Radical está influida por la perspectiva de competencia interna en varios departamentos. 

Aunque algunos partidos tienden a mostrar una leve tendencia al declive a largo plazo (más evidente para La U), gracias a la fuerza del caciquismo que sigue dominando la política regional no están amenazados de desaparición. Sin embargo, cada organización debería tener su propia lista al Senado para mantener su relevancia en las mentes de los electores y los analistas. 

En la Cámara, podríamos observar la proliferación de coaliciones con configuraciones variables, lo cual no facilitará la interpretación de los resultados. Esto se agrava porque las cuatro fuerzas grandes –Partido Conservador, Liberal, La U y Cambio Radical– también podrían estar tentadas a unirse con los partidos cristianos y la multitud de pequeños grupos que surgieron de los partidos de origen étnico que lograron victorias locales en 2023.

Vientos de unidad en la izquierda

La popularidad de las consignas de unidad en la izquierda es proporcional a la reticencia a formar organizaciones sólidas enfocadas a ganar las elecciones. Sin embargo, esta vez los incentivos para la unión son muy fuertes: la izquierda demostró en 2022 que podía tener éxito en las legislativas a través de la unidad. Sin embargo, para las próximas elecciones no puede reeditar la fórmula de la coalición, ya que la normatividad no lo permite para las fuerzas políticas que lograron pasar el umbral del 15% en las elecciones anteriores. 

La izquierda está, por tanto, ante un dilema claro: o sus fuerzas se fusionan en un partido único, o se hunden por separado en las legislativas.

El riesgo fue identificado temprano y las organizaciones del Pacto Histórico comenzaron el proceso de fusión. Colombia Humana, el Polo Democrático y la Unión Patriótica, entre otros, formarán un partido único. Esta decisión representa una oportunidad para la izquierda de mantener las posiciones ganadas en 2022, a pesar de enfrentar un contexto más desafiante, si se considera el balance del gobierno saliente y sus limitaciones. El liderazgo de Gustavo Petro, quien nunca perdió de vista el terreno electoral (a riesgo de descuidar el del gobierno), fue decisivo en este desenlace.

Foto: Mininterior En la Cámara, podríamos observar la proliferación de coaliciones con configuraciones variables.

Con todo, varios partidos minoritarios parecen optar por quedarse por fuera. El MAIS permitió la escisión de sus personalidades más visibles (María José Pizarro, David Racero, Heráclito Landínez) para que se unan al partido único, y seguirá por su propio camino esperando que su fuerza en la circunscripción indígena le garantice una curul y la personería jurídica. Fuerza Ciudadana e Independiente esperan obtener curules a la Cámara en Santa Marta y Antioquia, respectivamente. Finalmente, Comunes y Clara López, junto a otros, optaron por una agrupación alternativa más flexible, sin definir claramente la fórmula legal ni la perspectiva electoral para evitar la prohibición de coalición.

El centro en su laberinto

Finalmente, es en el centro donde observamos el panorama más incierto. Si el Pacto Histórico parece caminar hasta una fusión parcialmente exitosa, la Alianza Verde avanza hacia el fracaso de su escisión. 

El peso del fracaso de la coalición del Centro Esperanza en las presidenciales de 2022 se hace sentir en fuerzas centrífugas que se manifiestan para 2026. El centro tiene en teoría un panorama favorable que se lee en las encuestas. Tiene al menos tres candidaturas fuertes que aparecen entre las más populares, las de Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán y Claudia López. Sin embargo, ninguno parece apuntarle a una alianza por el momento. Fajardo y López quieren ir solos y Galán parece mirar más hacia los partidos tradicionales. 

Estas fuerzas centrífugas se suman a una bancada que explotó durante el último período legislativo, algunos apuntándole al oficialismo, otros a la independencia, y algunos a la franca oposición. Esto se reprodujo hasta en la misma Alianza Verde, el corazón de la Coalición Esperanza. Hasta hace un mes, se contemplaba la posibilidad de una escisión amigable. Sin embargo, esta opción fue descartada cuando cada fracción se percató de las dificultades que enfrentaría para superar el umbral electoral de manera independiente. La fracción oficialista podría al menos sumarse al partido único de la izquierda, pero en una posición de negociación débil que no la favorece. 

Yann Basset

En estas condiciones, el panorama es incierto para el centro político, que podría nuevamente ser víctima de sus divisiones y presentarse de manera dispersa en 2026, o bajo una lista tan incoherente que suscitaría la desconfianza del electorado.

En este contexto, aunque el centro político presenta un panorama favorable para las elecciones presidenciales, corre el riesgo de perder representación en el Congreso frente a la izquierda o los partidos tradicionales.

Nuevas formaciones como el Nuevo Liberalismo y Dignidad y Compromiso también tienen la posibilidad de participar, con sus candidatos presidenciales que podrían contribuir y tener la oportunidad de sustituir al partido Verde como el núcleo del centro. 

Es previsible que estos bloques políticos se organicen de la manera más eficiente posible, limitando las opciones a un número razonable. Sin embargo, subsiste la preocupación de que el Congreso pueda convertirse en una institución hiperfragmentada e inmanejable.

*Director del Grupo de Estudios de la Democracia (DEMOS UR) de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano
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