Opinión

Llegó la hora

De nuevo se abren las bocas de los fusiles hasta que nos convenzamos que es en la despenalización de la producción de cocaína donde reside la solución.

Por: Juán Fernando Uribe Duque /Opinión/ El pregonero del Darién.

Al fin se ha llegado al objetivo. Luego de padecer las afugias de una primera vez, las traiciones de una supuesta coalición, las torpezas de unos funcionarios bien intencionados, académicos, románticos e inexpertos; de sufrir los coletazos de la corrupción y el desafuero de sus más cercanos, de recibir insultos, amenazas y epítetos -salidos desde el infierno de las pasiones más sectarias-, después de reincidir en viejos resentimientos personales derivados de toda una vida de proscripción, vejámenes, exilios, destituciones injustas, multas y torturas, después de todo eso y quién sabe de qué más, el presidente parece que ha logrado consolidar un grupo de trabajo competente con el fin de lograr un único objetivo: devolverle la dignidad y el lugar que corresponde al pueblo colombiano.

Un pueblo que durante siglos ha sido degradado, segregado y pauperizado a pesar de una cultura que brota a raudales de un espíritu muchas veces oculto por la pobreza y la exclusión. Un pueblo que ha padecido el dolor y que aún puede reír, bailar y seguir esquivando las balas de aquellos que quieren arrebatarle la vida, después de haberle quitado la tierra.

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La Colombia de Petro, ya es otra: hay esperanza, alientos de vida y reconciliación a pesar de las fauces tenebrosas de la violencia que ya expele como fiera herida sus últimos lamentos. ¿Qué otra cosa se podría esperar de un hombre que durante toda su vida soñó un país, que ha estudiado y tuvo el coraje de denunciar, en una historia prohibida, toda la tragedia que nos ha envuelto una vez la codicia y la maldad se apoderaron de estas tierras, convirtiendo a Colombia en un lodazal de sangre e injusticia?

Colombia por fin renace a otro paisaje, a otro panorama hasta ahora desconocido, una visión que se forma con los pedazos del genocidio, con los ríos, las selvas, las llanuras y las comunidades que se negaron a morir.

Una mano amiga por fin ha llegado, contundente, sí, pero llena de energía y gratitud por un pueblo que ha creído en el lenguaje del amor. Ese lenguaje sabio en el que el Otro es sagrado, siempre presente, admirado y protegido.

¡No más exclusión!, ya han sido suficientes el desprecio y la limosna, ahora hay posibilidades reales de que el campesino vuelva a cultivar la tierra y venda equitativamente sus cosechas, que acceda a créditos baratos, que reciba asesoría técnica, que se beneficie de programas de vivienda y salud lejos del sucio negocio de la intermediación que segrega y excluye la posibilidad de una buena atención como si los derechos básicos fueran un merecimiento económico.

Se considera ahora la posibilidad de una pensión digna para los más necesitados, programas de alimentación comunitaria y renta básica para esos siete millones de compatriotas que viven con menos de diez mil pesos al día o para aquellos que están en la miseria, sin trabajo, sin vivienda y sin educación, que solo ven en la esclavitud que da la pobreza y el delito, la única forma de cubrir su cuerpo y llevar un plato de sopa a su hogar… si es que lo tienen, puesto que el desarraigo los llevó a sufrir la  ausencia de un tejido social protector.

El Gobierno del Cambio ya suena como un cliché, algo ridículo como lo quieren hacer parecer aquellos que dicen extrañar el “paraíso” que han perdido; un supuesto paraíso de condominios vigilados y prebendas que sólo el dinero ofrece.

El presidente Petro por fin ha conformado un equipo y ahora recorre el país refrescando su historia, exponiendo el origen de sus heridas y consolidando soluciones, entregando  tierra fértil, construyendo colegios, universidades y acueductos, vías de penetración, escuelas y jardines infantiles, llevando conectividad y  explicando el por qué es más importante el agua potable y el saneamiento básico para seiscientos municipios que no lo tienen, que un túnel para una carretera que llevará conteiner para los grandes comerciantes; por qué es prioritario una buena atención en salud que un malecón, porque la construcción de una universidad pública tiene más significado social que un hotel de cinco estrellas o la conclusión de las carreteras que se han robado los contratistas.

Caminar por una Colombia herida y llevar una voz de esperanza es empezar a reconocernos y creer en nosotros mismos, en ese que yacía perdido en la guerra y la inequidad.

Pero…

El fantasma del narcotráfico y las economías ilícitas no ha desaparecido, vuelve y despliega su sombra al tiempo que plantea una gran inquietud, un interrogante que nos convoca y nos llena de tristeza. Son 32.000 muchachos que van al frente a ofrendar su vida en una guerra fratricida e interminable.

Una guerra perdida que el gobierno emprende contra aquellos que han encontrado en la matanza una forma de supervivencia para complacer a los herederos de los grandes señores de la tierra en su afán de codicia y crimen.

De nuevo se abren las bocas de los fusiles hasta que nos convenzamos que es en la despenalización de la producción de cocaína donde reside la solución. El presidente lo sabe y hará hasta lo imposible por proteger a la juventud de la torpeza de una muerte en vano. Pero no será el sólo quien tendrá que recorrer esa senda.

Al igual que la pedagogía referente a la crisis climática, ahora Gustavo Petro tendrá que aleccionar a los líderes y al mundo entero de la necesidad de la despenalización y la regulación de los productos derivados de la hoja de coca, de la planta sagrada de los nativos de estas tierras. Al igual que la cannabis – prácticamente legalizada-, las bondades son muchas.

El diálogo y el buen tino se imponen aquí y también en Gaza, donde al parecer, a nombre de un dios desconocido, continúa el más feroz de los genocidios.

NOTA: Las comparaciones son fastidiosas, pero se imponen.

Veamos y sopesemos: Corrupción en el gobierno de Petro:

Nicolás y Daysuri mil o dos mil millones. Aún sin juzgar.

Benedetti y Sarabia: Parece, porque tampoco se ha comprobado, quince mil millones

Carro tanques en la Guajira (Olmedo López) mis millones, tal vez un poco más

Pasaportes: 600.000 millones ofrecidos a una empresa en forma corrupta por un funcionario nombrado en gobiernos anteriores.

Ahora analicemos la corrupción en los gobiernos anteriores:

55 billones anuales por políticos corruptos.

Reficar, Dragacol, Foncolpuertos, Ecopetrol (Silva Beckenbach), El Guavio, Invercolsa, Interbolsa, el túnel de la Línea, Carrusel de la contratación, sobornos Odebrecht (Oscar Iván e hijo), Vías 4G, (“otrosí”), Puente Chirijara, Vía al Llano, Caída de edificios con el visto bueno de las oficinas de Planeación. Vitalogic, etc, etc, etc

Si no intentamos un cambio, estamos perdidos.

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