“No cortar las alas” respuesta a William Ospina
Esos casi cien billones que cada año se les entrega a las EPS han servido, además de construir hermosas clínicas -para bien morir o ser intervenidos.
Juan Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién.
En su último artículo en El Espectador William Ospina también cae en la trampa aquella de que el problema con el actual gobierno, llamado el del Cambio, es el presidente Petro. Dice que su narcisismo y su prepotencia le impiden ordenar una serie de ideas delirantes que no tienen asidero en la realidad y que más bien lo llevan a navegar por mares de fantasías soñando con países y paraísos sociales llenos de bondades y derechos inalienables.
Dice Ospina que todo gobierno hace uno que otro hospital, asfalta ciertos kilómetros de carreteras, inaugura algunos colegios, construye jardines infantiles – que después se caen- y genera discusiones con la oposición, llenando de titulares los medios, y que, además – como los otros- roba, se corrompe y al final al terminar el mandato todo vuelve a ser igual navegando en el mismo mar de ineptitud, corrupción y politiquería. Pero además dice el poeta -entregado a la incredulidad en un cambio- que la personalidad del presidente bloquea e impide la expresión creativa de los colaboradores que el nombra y a quienes antes de empezar su labor, amputa y destituye.
Tanto a William Ospina como al quien esto escribe, nos tentó inicialmente la propuesta de Rodolfo Hernández, pues convencidos con lo de que “se puede gobernar perfectamente acabando con la ladronera” nos dimos a la defensa del Ingeniero mientras éste le metía un sopapo en la cara al concejal del sombrerito. Todos nos entusiasmamos hasta cuando lo vimos en un yate con las chicas de un mafioso en Miami y escuchamos su sugerencia de nombrar como ministro de defensa a Vargas Lleras, el del coscorrón y el despilfarro en la Nueva EPS con su hermano y Nohemí. Ahí supimos que las osadías contra la corrupción eran viejos señuelos electorales como también lo han sido la lucha contra la guerrilla y la tal “Seguridad Democrática” que por pretender llevar a salvo a sus fincas a muchos terratenientes, llenó de sangre y confusión a comunas y pueblos.
Pretender un cambio institucional dentro del esquema administrativo del Estado colombiano, solo se logra con reformas profundas y dolorosas, dolorosas para aquellos que siempre han mantenido un negocio muy lucrativo con los derechos básicos del ciudadano y perderlos, sería una catástrofe que nunca se perdonarían.
Ya se ha demostrado hasta la saciedad toda la corrupción y el robo en el sistema de salud y parece que se nos olvida que esos casi cien billones que cada año se les entrega a las EPS han servido, además de construir hermosas clínicas -para bien morir o ser intervenidos-, para engordar las arcas de multinacionales o de particulares con las consiguientes coimas a políticos permisivos y corruptos, como también a financiar ejércitos paramilitares y campañas electorales.
Solo las reformas podrán construir las bases para un cambio a las que un Congreso nombrado para defender los intereses de terratenientes, mafiosos y banqueros se opone agresivamente, muchas veces con pataletas ridículas y guachafitas de la más elemental ridiculez, como si creyeran que el ciudadano es estúpido y no vislumbrara la posibilidad de una transformación necesaria. Ahora dan contentillos aprobando ciertos derechos que les fueron arrebatados violentamente a los trabajadores. Lo triste es que lo hacen pretendiendo conservar cierto prestigio para no perder la curul en las elecciones del año entrante. Pero el elector ya se ha culturizado y no es ingenuo a pesar del sancocho o el bulto de cemento…
Ospina aboga por la transparencia y la honestidad en la labor administrativa en un gobierno que, por descuido de la clase política tradicional, llegó a la presidencia en parte utilizando las mismas mañas y sus mismos alfiles camaleónicos y sagaces. De no ser así, hubiera sido imposible acceder al mandato en ese entramado de corrupción y violencia que ha mantenido en el gobierno a través de dos siglos, a unas pocas familias herederas del viejo poder colonial.
Y tampoco es gobernando con “lo que hay” como decía Álvaro Gómez – disimulando su talante fascista que mató a más de 400.000 colombianos- No señor Ospina, no es con lo que hay, pues lo que se ha construido está enfermo y solo ha servido para perpetuar un subdesarrollo vergonzoso en un país lleno de recursos. Es con las reformas necesarias como se estabiliza un país bajo una normatividad inclusiva a medida que la economía progresa alejándonos de las rentas extractivistas a la vez que la mafia va entendiendo que la inevitable producción de cocaína, es un negocio en el que el Estado debe intervenir para que ese dinero que debería ser colombiano, no pare en las arcas de extranjeros, y que no solo seamos nosotros quienes aportemos la violencia y los muertos.
Y sí, mi querido William, el país va más allá de sus críticas de escritorio. Las obras se están consolidando. El presidente no ha censurado ni expropiado a nadie. Ha tratado de concientizar al pueblo a veces usando métodos primarios generadores de odio de clase, pero es que no hay otro método, y el tiempo es corto pues de la esclavitud que ha generado la pobreza y la exclusión, se espera que quien nunca ha tenido nada admire al rico que le tira las migajas para sobrevivir… y eso no debe ser así.
Muchas veces hemos dicho que el cambio se inicia por la adquisición de un corazón social y un pensamiento nuevo e inclusivo.
El presidente es un caudillo temporal que tuvo la oportunidad de ser presidente y mostrarle al país profundo que existe una oportunidad de rescatar su dignidad y no es denigrándolo como se combate su gestión, es entendiendo la necesidad de las reformas y un cambio de conciencia que, por el riesgo de perder nuestro sitio de confort, no queremos asumir.
Gobernar por decreto – a pesar de ser constitucionalmente permitido-, es una medida extrema a la que no se quisiera llegar, pero el país lo exige, y una consulta popular, así lo confirmará.