Cultura

Recordando a Alice Munro, la nobel que se fue

Fragmento de su obra: Demasiada Felicidad. La escritora canadiense falleció el pasado 13 de mayo a los 92 años.

Colaboración del profesor Mario Aguiar /para El Pregonero del Darién

…El día después del funeral de mi padre mi madre me sorprendió al preguntarme si la llevaría a cenar afuera (por supuesto, ella me llevaría a mí), a un restaurante a orillas del lago, a varios kilómetros de allí, donde esperaba que no hubiera nadie conocido.

 -Tengo la sensación de llevar toda la vida encerrada en esta casa –dijo-. Necesito tomar aire.

 En el restaurante miró discretamente a su alrededor y anunció que no conocía a nadie.

 – ¿Te tomas una copa de vino conmigo?

 ¿Habíamos recorrido toda aquella distancia para que ella pudiera beber vino en público?

 Cuando llegó el vino y pedimos la cena, dijo:

 -Hay algo que creo que deberías saber.

 Esta puede ser una de las frases más desagradables que puede escuchar una persona. Existen muchas probabilidades de que lo que deberías saber te resulte gravoso, y de que se insinúe que otras personas han tenido que soportar la carga mientras que tú te has librado todo ese tiempo.

 – ¿Que mi padre no es mi verdadero padre? –dije-. ¡Qué bien!

 -No seas bobo. ¿Te acuerdas de tu amiguita Nancy?

 La verdad es que tardé unos momentos en acordarme. Después dije:

 -Vagamente.

En aquella época todas las conversaciones con mi madre parecían requerir una estrategia. Tenía que mostrarme desenfadado, gracioso, indiferente. En su rostro y su voz había un dolor latente. Nunca se quejaba de su situación, pero en las historias que me contaba había tantas personas inocentes y maltratadas, tantas atrocidades, que se suponía que yo debía volver como mínimo apesadumbrado con mis amigos y mi afortunada vida.

Yo no estaba dispuesto a colaborar. Posiblemente lo único que mi madre quería era alguna muestra de compasión, o tal vez de ternura física. Yo no podía dársela. Era una mujer maniática, aún no maltrecha por la edad, pero yo la rehuía como si comportara un riesgo de depresión pertinaz, como un hongo contagioso. Rehuía sobre todo cualquier alusión a mi desgracia, que a mí me parecía que ella valoraba de una forma especial, la atadura de la que yo no podía librarme, que tenía que reconocer, que me unía a ella desde la cuna.

-Probablemente te habrías enterado si estuvieras más en casa -dijo-. Aunque ocurrió poco después de que… (:153)

Un fragmento de la maestría que tenía la Munro para mantenerlo a uno en sus cuentos. Este es de la colección Demasiada Felicidad (2009) y la historia se llama «Cara» (P.136).

Ayer, 13 de mayo de 2024, se fue la Munro con sus cuentos a otra dimensión. Honremos a la Nobel 2013.

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