Opinión

Simplemente Celia

En 1955 comienza a colaborar con Frank País García, revolucionario cubano que aglutinaba a los jóvenes en el oriente cubano para oponerse a la dictadura.

Juan Hernández Machado*Opinión/El Pregonero del Darién

Sí, ni siquiera sus apellidos son necesarios para saber que cuando decimos Celia nos referimos a quien fuera considerada “La flor más autóctona de la revolución”, por el intelectual y revolucionario cubano Armando Hart Dávalos.

Y es que este once de enero se cumplirá 45 años sin su presencia física, aunque Celia está en todas partes.

Pero veamos brevemente quien fue Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley, que viera la luz el 9 de mayo de 1920 en Media Luna, zona de Manzanillo, en el oriente cubano.

Hija de un médico amante de la historia y seguidor de las ideas del Héroe Nacional Cubano, José Martí Pérez, Celia se desarrolló en ese ambiente y fue fiel seguidora de su padre, quien se hizo cargo de su crianza al morir su mamá cuando ella tenía solo seis años de edad.

A los veinte años la familia se mudó para el pueblo de Pilón, en la misma área de Manzanillo, donde su padre estableció un consultorio, pero, fiel a su ideario martiano, atendía de forma gratuita a quienes no tenían recursos para pagar sus servicios. Esa actitud y el conocimiento de las personas más pobres de nuestra población que eran visitadas en el campo por su padre, contribuyeron a la formación de esta simple cubana que nunca pensó que tendría un rol tan importante en nuestra historia reciente.

En el año en que se conmemoraba el centenario del nacimiento de José Martí, Celia acompañó, el 21 de mayo de 1953, a su padre y a un grupo de buenos cubanos al Pico Turquino, donde colocaron un busto de nuestro Héroe Nacional   confeccionado por la artista de la plástica Gilma Madera.

Al igual que su padre y que muchos cubanos de bien, Celia integró las filas del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo) desde su fundación en el año 1947, desarrollando una intensa actividad en su territorio, incluso después del suicidio de su principal dirigente Eduardo Chibás en 1951, a pesar de ser consciente de la división que se produjo en ese partido después de ese acontecimiento.

El golpe de estado que diera Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952 y el estado represivo que se iniciara con éste, convencieron a Celia de que no sería posible salir de esa situación por las normales vías democráticas burguesas existentes hasta el momento.

Por eso, los acontecimientos de lo que se llamaría posteriormente en nuestro  país la Gesta del Moncada (el ataque simultáneo a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo el 26 de julio de 1953) fueron trascendentales para la maduración política de esta cubana que comprendió que el camino trazado por el joven abogado Fidel Castro Ruz era el que había que seguir, y de allí que comenzara a participar en actividad de recolección de fondos y aseguramientos para ayudar a los asaltantes presos por esa acción.

Posteriormente, el estudio de La Historia me Absolverá, como se conociera la autodefensa de Fidel cuando fue juzgado por el Asalto al Moncada, terminó de convencerla de que tenía que dedicar el resto de su existencia a esa causa libertaria.

En 1955 comienza a colaborar con Frank País García, revolucionario cubano que aglutinaba a los jóvenes en el oriente cubano para oponerse a la dictadura y luego junto con este se integra al Movimiento 26 de julio, formado por Fidel al ser liberado de la prisión de Isla de Pinos en 1955, siendo nombrada responsable del mismo en Pilón y más tarde con responsabilidad en toda el área de Manzanillo.

Una de las misiones fundamentales que recibiera de parte de Frank fue organizar todo el apoyo de su área de atención al desembarco de Fidel y sus compañeros, que se produciría desde México en el yate Granma el dos de diciembre de 1956.

Celia se encargó de organizar el apoyo militar al desembarco, una red campesina que los apoyara, la obtención de información y de recursos para apoyarlo y crear las condiciones para la movilidad del destacamento revolucionario que vendría a la batalla final por la verdadera liberación de Cuba.

Una vez que desembarcaran los revolucionarios y luego de los difíciles momentos iniciales se establecieran en la Sierra Maestra, Celia fue vital en al apoyo a los mismos, tanto con hombres como con recursos y dinero, hasta que en octubre de 1957 se decide que se quede junto a los integrantes del ya fortalecido Ejército Rebelde, formando parte de la jefatura del mismo al lado del comandante en jefe Fidel Castro.

Su gestión fue vital en la creación de la Comandancia de La Plata, en la organización de colaboradores campesinos, en el alojamiento de las tropas, su transporte, abastecimientos e informaciones e indicaciones del comandante a sus subordinados. Se convirtió en la principal ayudante del comandante en jefe, guardando celosamente cada orden, cada pedazo de papel con datos de interés para la reconstrucción posterior de la historia y también abogando por la participación femenina no solo en tareas de aseguramiento sino combativas.

Celia fue la primera mujer que participó en combates del Ejército Rebelde, el 28 de mayo de 1957 en el combate de Uvero. Formó parte del pelotón de la comandancia guerrillera.

Cuando el comandante Fidel conoce que se había producido un desembarco en la costa norte de la entonces provincia de Oriente, el de los expedicionarios del yate Corynthia, decide atacar el cuartel de la dictadura en El Uvero para distraer la atención de esas fuerzas y disminuir la presión sobre los que habían desembarcado, ya que él mismo tenía amargos recuerdos de lo que les sucedió el dos de diciembre de 1956. 

Esto fue otra prueba del sentido unitario del comandante en jefe Fidel Castro pues los expedicionarios no pertenecían al M-26-7, pero el simple hecho de que se enfrentaran a Batista con las armas en la mano merecía que fueran apoyados.

El 28 de mayo de 1957 llegan frente al cuartel, donde la unidad enemiga estaba bien atrincherada   a orillas del mar en la costa sur de la Sierra Maestra, unos 80 soldados rebeldes, los cuales se enfrentaron a 53 efectivos de la dictadura. Resultado: se ocupó el cuartel después que los soldados rebeldes lucharan ardorosamente durante tres horas y le causaran a la tropa de la dictadura once muertos, diecinueve heridos y capturaran como prisioneros a otros dieciséis soldados. Las fuerzas rebeldes sufrieron siete muertos y ocho heridos. En esa acción ocuparon 45 fusiles, seis mil balas, pistolas, uniformes, mochilas, botas y otros avituallamientos.

Ernesto Che Guevara, quien comenzó en ese combate a despuntar como el experimentado jefe guerrillero que fuera, calificó el mismo como “la mayoría de edad del Ejército Rebelde”.

Celia también estaba al tanto de todas las tareas administrativas y organizativas en la comandancia del Ejército Rebelde hasta el último detalle. Ella fue quien le entregó al Che Guevara las estrellas que usaría en su uniforme y boina cuando lo ascendieron al grado militar de comandante y un reloj que Fidel había indicado que le dieran. Gracias al Círculo Filatélico de Cienfuegos tenemos ese acontecimiento reflejado en una cancelación especial filatélica conmemorativa.

A partir de su participación en el combate del Uvero, Celia insistió con el comandante en jefe en darle una mayor oportunidad combativa a las mujeres y este se reunió en septiembre de 1958 con su Estado Mayor durante siete horas para analizar el tema, de donde salió el pelotón femenino “Mariana Grajales” y sus integrantes pasaron a ser conocidas como las “Marianas”.

Luego del triunfo revolucionario Celia se mantuvo al lado del comandante en jefe, ocupando cargos ejecutivos en el Consejo de Ministros y en el Consejo de Estado desde 1962 hasta su fallecimiento. En esas responsabilidades hubo dos tareas que la identifican para siempre.

A instancia suya se crea la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, en mayo de 1964, con el objetivo de salvaguardar la memoria histórica de la lucha insurreccional en nuestro país, responsabilidad que cumplió de forma excelente.

La segunda tarea era chequear, controlar, facilitar los aseguramientos necesarios y destrabar las gestiones que se complicaban en los proyectos que eran priorizados por el comandante en jefe. Algunos de esos ejemplos fueron la Ciudad Universitaria “Jose A. Echeverría” (CUJAE), el Parque Lenin, Expocuba y el Jardín Botánico.

Esta, su casa natal, que fuera construida en el año 1908 y está situada en la calle Raúl Podio, número 111, Media Luna, hoy provincia de Granma, se convirtió el 9 de mayo de 1990 en un museo para atesorar, de forma su cinta, pero profesionalmente, los elementos fundamentales de la vida y obra de esta cubana que nos abandonara físicamente el 11 de enero de 1980 y a quien todo el pueblo cubano conoce por “simplemente Celia”.

*Premio Nacional de Filatelia 2012 y miembro de la Unión de Historiadores de Cuba.

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

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