¿Una constituyente en Colombia?
La idea de convocar una asamblea constituyente encendió las alarmas de la opinión y de los analistas. ¿Pero qué hay realmente detrás de las palabras del presidente Petro?
Camilo Cruz Merchán*/Razón Pública/Análisis de la Noticia/El Pregonero del Darién
Tensión innecesaria
La alusión del presidente Petro a una asamblea nacional constituyente en la movilización por la Vida, el Territorio, la Democracia y la Paz el pasado 15 de marzo en Cali, fue solo eso, una ilusión.
No es un proyecto político concreto. Fue un comentario en el marco de un acto en un lugar simbólico de las movilizaciones o “estallido social” de 2021, un comentario —eso sí— que responde al deseo constante del mandatario de ser validado en la tribuna pública.
Pero el solo comentario produce una tensión innecesaria con la oposición y con los analistas políticos, tan dados a sobre analizar hechos coyunturales.
Más que entrar pues en lo que implicaría una constituyente, en este espacio me parece importante examinar el hecho mismo de mencionar su posibilidad por parte del primer mandatario; propondré tres argumentos:
Las palabras del presidente confirman su frustración por no poder cumplir su llamado “mandato popular”.
Las comunicaciones de Petro difieren de la de otros líderes personalistas de la región, de modo que sus discursos no son “institucionales” sino actos políticos.
El presidente tiene el deber de reflexionar sobre los efectos de sus discursos.
Discurso para las bases
A diferencia de otros mandatarios colombianos, Gustavo Petro es un hombre curtido en la movilización de bases y en el uso de los discursos como herramienta de visibilidad política.
para Gustavo Petro los actos públicos son manifestaciones políticas, actos de “comunicación sincera” entre el pueblo y el mandatario
Proveniente del M-19, es heredero de la espectacularización de la política que caracterizó al movimiento armado en sus primeros años. Su carrera como legislador se apoyó en la visibilidad mediática que le permitió convertirse en uno de los congresistas más votados del país.
La tribuna es sin duda su más valioso recurso de campaña, y así lo muestran sus múltiples candidaturas a cargos ejecutivos, nacionales y subnacionales: el recurso de “llenar plazas” es fundamental en sus comunicaciones.
Partiendo de esto hay que entender que Petro hace un uso continuo de recursos retóricos e histriónicos para mantener el interés de sus oyentes.
El discurso donde mencionó la constituyente tuvo lugar en Cali, en el denominado “puerto resistencia”, uno de los lugares icónicos de las movilizaciones de 2021 o “estallido social”. Fue un discurso directo para un sector social particular, con el cual tiene deudas pendientes; así lo prueban
La excarcelación de las personas detenidas por participar en las movilizaciones y en especial, por integrar las “primeras líneas”, y el desmonte del ESMAD, ahora llamado Unidad Nacional de Diálogo y Mantenimiento del Orden (UNDMO).
También es cierto que, desde muy temprano en su gobierno, el presidente ha mostrado su molestia y frustración ante la imposibilidad de cumplir lo que interpreta como el mandato popular, especialmente en estos tres respectos:
El bloqueo de sus reformas bandera en el legislativo,
La falta de avance en la ejecución de sus funcionarios, y
Lo que interpreta como acciones sesgadas por parte de la Fiscalía, los entes de control y sectores de la justicia.
Las palabras del presidente en Cali deben pues entenderse como parte de lo que Petro considera llegar a la presidencia y no al poder.
La diferencia entre Petro y Uribe
Durante el mandato de Álvaro Uribe se institucionalizó un sistema de rendición de cuentas transmitido en directo por los medios públicos; fueron los “consejos comunitarios”, encuentros donde participaba tanto el alto gobierno —presidencia, ministerios, Fuerzas Armadas, entes descentralizados—como representantes de las autoridades sub nacionales.
Este tipo de eventos fue muy popular entre los mandatarios latinoamericanos. Por ejemplo, estaban los “Enlaces ciudadanos” de Rafael Correa en Ecuador o “Aló presidente” de Hugo Chávez en Venezuela. Actualmente, está “Las mañaneras” de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, que se ha convertido en uno de los contenidos más vistos en YouTube.
Estos programas sin embargo son muy distintos de los eventos de Gustavo Petro, porque en ellos se tomaban decisiones públicas, mientras que en los de Petro no.
Los consejos comunitarios de Uribe, al igual que los eventos de Correa, los de Chávez o los de López Obrador, son mecanismos o instituciones de participación, rendición de cuentas y toma de decisiones, al mismo tiempo que expresiones de liderazgos personalistas o “carismáticos”, tal como reseñan estudios como los de Parra, Leyva Botero, Muñoz Erazo, Plua o Turri Dominguez.
La misma Presidencia de Colombia bajo Uribe consideraba que los consejos comunales eran “herramientas de gestión pública”. En cambio, para Gustavo Petro los actos públicos son manifestaciones políticas, actos de “comunicación sincera” entre el pueblo y el mandatario, tal como dijo en su discurso del primero de mayo de 2023.
Parte de la legitimación constante del mandato de Gustavo Petro pasa por estos actos políticos. Por eso vale recordar que en la movilización que convocó el gobierno para el 7 de junio de 2023, el mandatario señaló entre otras cosas que “Nuestro gobierno tiene que estar en la calle, nuestro gobierno no puede estar en los palacios. Nuestro gobierno no es de los palacios, no es de la burocracia. Nuestro gobierno es de la gente sencilla, debe estar siempre rodeado de la gente sencilla.” También habló del interés de que sus bases organicen “asambleas populares locales”, cosa que no ha sucedido ni se ha traducido en una política gubernamental.
Sin comprender esa forma de legitimación del mandatario, resulta difícil no sobre analizar sus palabras. Para Petro, la legitimidad de su gobierno depende de esos actos constantes de refrendación con sus bases.
Lo cual no quita, por supuesto, que la creencia anterior tienda a chocar con sus deberes como como jefe de Estado.
Cuidado con las palaras
Gustavo Petro no puede eludir la responsabilidad de su cargo como jefe de Estado.
Siguiendo a Bourdieu, esto incluye asumir que sus declaraciones no son las de un líder social o político, sino las de alguien investido con la capacidad de que sus palabras establezcan principios de visión y división del mundo como “verdades transpolíticas”, en teoría aceptadas por todos los demás sectores de la sociedad que él representa.
Hablar de una constituyente, como toda idea pública, es válido. Pero en boca del presidente de la república, esto se puede interpretar —con razón — como un intento de cambiar las reglas de juego en beneficio de sí mismo o de aquellos sectores del país que lo eligieron. Esta no debe ser la función de una Asamblea Constituyente, cuyo propósito tendría que ser la construcción de un nuevo pacto político y social sobre la base del consenso.
La presidencia no es el poder
Precisamente por eso son aleccionadoras las experiencias de constituyentes como las más recientes de Chile en 2022 y 2023, que redactaron proyectos de Constitución rechazados en las urnas: con esto se frustraron los anhelos de una transformación pacífica de la sociedad. La carta de la constituyente que Petro invoca podría pues resultar en el entierro de su propio proyecto político.
Pero en el extremo opuesto también hay un peligro: no reconocer que Colombia viene del proceso de movilización social más intenso de su historia —apenas comparable por su origen popular al gaitanismo de los años cuarenta — es una especie de fetichismo electoral donde se olvida que una gran parte de la sociedad expresó el descontento con un estado de cosas que no se arregla apenas con la elección de un presidente alternativo, sino que necesita de cambios más profundos.
Cambiar las reglas no es cambiar las prácticas
Dicho de otra manera: la frustración presidencial es comprensible y su expresión en Cali también es comprensible. Pero la idea misma de una constituyente viene a ser otra muestra del consabido fetichismo legalista latinoamericano, según el cual:
la madre de todos los problemas son las reglas, no las prácticas, y toda regla modifica la práctica.
La responsabilidad comunicativa del presidente pasa por moderar sus expresiones, no despertar alarmas, construir los consensos para que el país comprenda la necesidad de reformas y deje de acudir a la política electoral para encontrar soluciones. Tenemos que pasar del campo electoral al campo de lo político como debate sobre lo público. Y pare esto no hace falta cambiar la Constitución.
En todo caso, no conocemos todavía nada distinto de la mención del presidente Petro, las declaraciones exaltadas de algunas figuras del Pacto Histórico y las no menos exaltadas de la oposición. Por eso los analistas deberíamos pensar en frío y no hacer interpretaciones en caliente que alejan a la ciudadanía de los debates públicos.
* Politólogo de la Universidad Nacional, doctor en Ciencia Política de la UNAM, investigador en el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Autónoma de Bucaramanga.