Opinión

El Ubérrimo en venta

De genocidio en genocidio, de desplazamiento en desplazamiento, es como esta gente produce "desarrollo", buen ganado, buena rentabilidad... y más pobreza.

Juán Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién

Hace un tiempo conversaba con un finquero caleño que tuvo que entregar a un resguardo indígena, una finca que heredó de su abuelo. Me contaba compungido que había vuelto a la finca al cabo de seis meses y no soportó la tristeza al ver que lo que antes fue una hacienda próspera con cultivos, ganado, charcas y potreros -algo muy parecido al Ubérrimo-, era ahora un helechal con dos indios dormidos en el corredor de la casa.

Resulta que se demostró que esa tierra le había sido arrebatada a los indígenas hacía ochenta años a sangre y fuego. Me decía, lamentándose, que qué prefería yo, ¿o una hacienda próspera y hermosa, o un montón de indios vagos durmiendo la rasca? Me dijo además que él era Uribista y que no sabía si yo también lo era.

Al parecer para él los indígenas son humanos sin alma, sin espíritu y sin clase, unos vagos que había que exterminar… o esclavizar, no importa, lo que importa es la rentabilidad y los cinco o diez empleos que generaba -muchas veces con menos del mínimo- sin importar las comunidades o el daño social producto del despojo.

De genocidio en genocidio, de desplazamiento en desplazamiento, es como esta gente produce «desarrollo», buen ganado, buena rentabilidad… y más pobreza. No todos por fortuna, pero si muchos y otros hijos de la gesta narcotraficante despojadora y asesina. Parece que la promoción social de los despojados se da con base a la caridad y las limosnas… en otras palabras a los “buenos sentimientos de los patronos” Muy típico del pensamiento colonial esclavista.

Cuando volamos sobre estos territorios y pegados a los linderos, vemos como cientos de despojados y comunidades enteras prácticamente sobreviven a inundaciones y sequías.

Estos personajes, estos agroempresarios, acumulan para «extenderse», deforestar, acrecentar sus hatos de ganado y sembrar monocultivos que sólo a ellos hacen más ricos. La función social de esas tierras es mínima: Una hacienda de mil hectáreas con 500 reses da para un vacunador, tres vaqueros y la familia del mayoral en su casita de dos habitaciones, salita y dos hamacas.

Este video del expresidente que dice verse obligado a vender es peligrosísimo pues permea y manipula creando una supuesta imagen de injusticia hacia un gobierno que «castiga a los emprendedores con impuestos impagables” y por lo tanto los obliga a vender. ¿Hasta dónde serán impagables y hasta dónde la obligación de venderle al Estado?

La otra historia la cuenta Mancuso. Esa NO la cuenta Uribe…

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

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