Una segunda oportunidad para Marina con “Mejoramientos sin Barreras”
Marina reconstruyó su hogar. Lo que antes era una casa insegura hoy es un espacio digno y habitable, prueba de cómo la transformación del hábitat impacta vidas.
La transformación de su vivienda fue posible gracias al programa de “Mejoramiento sin Barreras”, que viene siendo apoyado por la Fundación Forjando Futuros en alianza con Asamblea de Cooperación por la Paz y la cooperación internacional española
Marina Pedroza Pérez es una mujer de 45 años que ha conocido verdaderas pruebas en su vida. A los 15 años, una bala que no iba para ella cambió su destino: perdió un ojo y la movilidad en gran parte del lado derecho de su cuerpo.
A pesar de las secuelas físicas, nunca permitió que su discapacidad apagara su fortaleza y espíritu de lucha. Marina ha hecho de todo para sobrevivir, desde trabajos ocasionales de aseo hasta compartir las escasas ganancias con sus dos hijas, Daniela y Mariana, pues desde muy joven fue madre soltera.
Su hogar, una humilde casita que logró adquirir con esfuerzo, tenía condiciones mínimas para una vida digna, especialmente en el baño ya que no proporcionaba privacidad.
Todo cambió con el programa de “Mejoramiento sin Barreras” gracias al cual se emprendió el mejoramiento de su vivienda. Este proyecto no solo transformó las condiciones habitacionales de la familia, sino que les devolvió una calidad de vida que creían inalcanzable.
“El baño antes era un baño a la deriva. No tenía techos ni paredes, solo una taza pegada en el piso. Ahora digo que tengo una mejor calidad de vida porque la que tenía prácticamente no lo era”, dice Marina con emoción.
El proceso comenzó con la visita del equipo técnico y social de la Fundación Forjando Futuros. Se establecieron compromisos con Marina y su familia: colaborar en las actividades necesarias para la ejecución de la obra y participar activamente en los talleres formativos. Daniela, hija mayor de Marina, recuerda con gratitud cómo se les explicó cada paso del proyecto, desde la demolición de lo poco existente hasta la construcción de un nuevo baño completo, equipado con un lavamanos, sanitario, duchas y accesorios modernos.
“Ahora mi mamá tiene un espacio digno. Antes, bañarse era una lucha constante; lo hacíamos con ropa puesta por temor a que alguien nos viera. Era muy incómodo y peligroso”, señala Daniela.
Los trabajadores llegaban temprano cada día, derribando las estructuras precarias y erigiendo muros firmes, impermeabilizando cimientos y asegurando un techo resistente. El baño, que ahora cuenta con baldosas antideslizantes y barras de acero inoxidable, fue diseñado teniendo en cuenta las necesidades de Marina.
Además, el patio fue nivelado, incorporaron un lavadero prefabricado y lo cubrieron con techo que facilita las tareas diarias, “ahora ya no tenemos que correr a entrar la ropa cuando llueve” dice Daniela con mucha alegría.
A lo largo de la construcción de la obra la familia no solo fue testigo del avance físico de su hogar, sino también de un cambio emocional. Vecinos curiosos se acercaban, algunos incrédulos ante el progreso que presenciaban en un hogar que antes simbolizaba desesperanza.
“Estamos muy agradecidas. Desde hace mucho tiempo soñábamos con que mi mamá pudiera beneficiarse. Este baño no solo es una estructura nueva; representa una oportunidad para vivir con dignidad”, agrega Daniela.
La intervención, incluyó materiales, mano de obra, transporte y disposición de escombros. Cada detalle fue supervisado por el equipo técnico, garantizando que la obra cumpliera con altos estándares de calidad y seguridad.
Para Marina, este cambio no solo se traduce en comodidad, sino en esperanza. La lucha diaria por sobrevivir no termina, pero ahora puede hacerlo desde un lugar que le brinda privacidad y funcionalidad. “Yo le doy gracias a Dios. Esto es una bendición, y estoy muy agradecida porque ahora puedo decir que vivo mejor”, concluye.
La transformación de la vivienda de Marina Pedroza Perea es un testimonio del impacto positivo que pueden tener iniciativas sociales bien ejecutadas. Más allá de la infraestructura, este proyecto le devolvió a Marina y su familia algo invaluable: la certeza de vivir con dignidad para continuar avanzando y superando retos.