COP16 Cumbre de la Biodiversidad y el Cambio Global
“No podemos esperar a que las soluciones al problema medio ambiental vengan de manos de los culpables” Irene Gómez – Olano. 2024.
Jaime Acosta*/Razón Pública/Análisis de la Noticia/El Pregonero del Darién
El crecimiento económico sin límites amenaza la biodiversidad y la vida en la Tierra. La COP16 será un llamado urgente a transformar la relación entre humanidad y naturaleza con políticas que involucren a todos los actores.
La COP16
La Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP16) es el espacio de discusión y toma de decisiones establecido por Naciones Unidas (NU), para abordar problemas apremiantes como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la conservación de ecosistemas y la defensa de las personas dedicadas a su protección. Reconociendo que existen relaciones de desigualdad extrema, actividades que sobreexplotan las capacidades de la naturaleza y que plantean la necesidad de mejorar la relación, entre los humanos y los ecosistemas.
Cuatro son las apuestas priorizadas:
Generar una visión que refleje coherencia intersectorial en la planificación y gestión territorial conjunta en áreas preservadas y transformadas. En Colombia, a pesar de las políticas, los resultados no son ni los esperados ni los deseados.
La economía debe reconocer y comprender la importancia de la biodiversidad para su propio funcionamiento y prosperidad. En Colombia, no se ha entendido y la biodiversidad es arrasada.
Contener el daño a la biodiversidad, atendiendo las causas que están ocasionando su pérdida. En Colombia son el conflicto armado, la criminalidad organizada, el extractivismo y los combustibles fósiles.
Gobernanza y movilización de recursos para el bienestar de los grupos étnicos y comunidades locales. En Colombia son marginados, maltratados, violentados y explotados.
Esta COP16 será la primera tras la adopción del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal en la COP15 (2022), que definió metas claras al 2030:
Conservar el 30 % de las zonas terrestres, marinas y costeras del mundo.
Restaurar el 20 % de los ecosistemas degradados de agua dulce, marinos y terrestres.
Reducir a la mitad los nutrientes perdidos en el medio ambiente y en dos tercios las sustancias químicas perjudiciales.
Minimizar el impacto del cambio climático con soluciones basadas en la naturaleza.
Aumentar en 200.000 millones de dólares los recursos internacionales para los países en desarrollo.
Antes de la COP16 los países participantes han presentado la actualización de sus Estrategias y Planes de Acción Nacionales sobre Biodiversidad, para revisar las metas trazadas en la COP15 y redefinir metas específicas hacia 2030 y más allá. Sin embargo, la conservación debe hacerse mediante una transición multisistémica justa, que incluya un cambio tecnológico sostenible, energías renovables no convencionales, procesos de reindustrialización sostenibles, justicia social y un viraje hacia la desmaterialización.
No son cambios parciales, segmentados y desconectados los que harán posible defender la biodiversidad y con ello la vida. Se requieren cambios intersectoriales, multisistémicos, complejos, y al tiempo. Es un movimiento entre sociedad, gobiernos, organismos internacionales, empresarios, emprendedores, investigadores, innovadores y educadores, y de políticos que deben reinventarse porque la corrupción, la incapacidad, los intereses personales inmediatos y la ilegalidad, los atravesó.
Cambio global por la biodiversidad
Aunque las investigaciones científicas, la movilización ciudadana y las voces de organizaciones independientes e internacionales han alzado su rechazo al modelo de crecimiento capitalista insostenible, este sistema sigue su curso. En nombre del crecimiento del PIB y del consumismo ilimitado, presentado como sinónimo de “libertad, democracia y bienestar”, se ignoran la pérdida irreparable de biodiversidad y los graves efectos del mercado descontrolado, que nos acerca cada vez más a un mundo inviable para la vida.
Ha transcurrido más de medio siglo desde el informe de los “Límites del crecimiento” del Club de Roma. En términos reales, a pesar de la magnitud de la información producida, y de ingentes esfuerzos por formar conciencia para un uso racional que no destruya la biodiversidad y al tiempo proteger el medio ambiente, continua pendiente pensar modelos de crecimiento sostenible innovadores racionalmente aceptables, porque todos los días se pierden batallas puesto que el mundo no quiere entender que es necesaria otra sociedad, otra economía, otra ciencia, otra cultura, otra política, otros territorios, otras ciudades, otras instituciones que no sea el crecimiento infinito en un planeta finito en recursos por lo cual la defensa de la biodiversidad no es negociable.
La naturaleza resiste
Si las investigaciones científicas serias fueran escuchadas, la humanidad estaría en las calles exigiendo cambios. Sin embargo, los avances tecnológicos solo sirven para desacelerar la tasa de residuos tóxicos que van a la atmósfera a dañar el medio ambiente sin resolver las causas del calentamiento global. Esto se debe a la falta de un cambio político y cultural que transforme el sistema económico destructivo.
Las fuentes de agua dulce se agotan, en especial en la franja ecuatorial. La Amazonia y las selvas del Pacífico se adelgazan, y el río Amazonas, en su paso por Colombia y Perú, apenas conserva un 10 % de su caudal. Esto ocurre por una combinación de deforestación, calentamiento global y cultivos comerciales que Brasil impulsa tras destruir millones de hectáreas.
La biodiversidad se agota poco a poco, las metas al 2030 son como las de un ejército en retirada, mientras la población mundial crece, la naturaleza se destruye y el calentamiento aumenta hasta el día cuando los ecosistemas no aguanten más y todo acabe.
Los abanderados del desarrollo sostenible, los progresistas, algunos verdes, los de la desmaterialización, hasta ahora han sido “derrotados” por los “optimistas y tecnófobos” defensores del crecimiento a ultranza, y por los miles de millones de habitantes ahogados en el consumismo. Las metas trazadas en la COP 15 así lo evidencian, cuando aluden a conservar el 30 % de las zonas terrestres, marinas y costeras en el mundo, y restaurar el 20 % de los ecosistemas de agua dulce, marinos y terrestres degradados.
La sociedad desmaterializada
El consumismo, núcleo central del neoliberalismo, ha llevado a la sociedad a subvalorar su inteligencia y condición humana, mientras medios de comunicación, empresas y académicos perpetúan el crecimiento destructivo. La educación, por su parte, forma consumidores funcionales que alimentan el ciclo del consumo ilimitado.
Es urgente una destrucción creativa sostenible, reemplazando productos innecesarios y contaminantes por innovaciones verdaderamente sostenibles. La ciencia y la tecnología deben orientarse hacia un propósito global: la defensa de la biodiversidad y la vida.
Colombia, un modelo de lo que no debe ser
Colombia, dependiente de poderes externos y marcada por el extractivismo, es un ejemplo de las consecuencias de un modelo económico insostenible. Las guerras internas han cobrado miles de vidas, mientras la dirigencia sigue capturando tierras y recursos del Estado sin pensar en el futuro. Los partidos políticos son un reflejo de una sociedad fallida, como lo afirmaron Acemoglu y Robinson, en 2016, Premio Nobel de Economía en 2024.
La inequidad y la injusticia social definen a Colombia, cuyo sistema educativo es deficiente, y donde los poderosos no tienen interés en cambiar el modelo ni en proteger la biodiversidad.
Un llamado urgente
Como señala Laura Quintana en Espacios Afectivos (Herder, 2023), “Las cadenas de suministro asumen los recursos naturales como disponibles, mientras que para las comunidades afectadas son agentes vitales con los que han tejido una existencia”. En Colombia, el extractivismo fósil ha dejado su huella destructiva en regiones como el Cesar, La Guajira y el Magdalena Medio.
El cambio debe venir tanto desde dentro como desde fuera. Hay que movilizarse para detener la destrucción ambiental y construir un futuro sostenible.
Es hora de que las artes, el conocimiento y la tecnología se pongan al servicio de la sociedad, más allá del consumo y del crecimiento sin control. Nunca ha habido mejores condiciones para una revolución hacia sociedades sostenibles.
- Analista político, consultor e investigador independiente experto en economía de la innovación.