Opinión

 Tengamos argumentos para no desfallecer

Recordemos que es la primera vez que un gobierno progresista asume la administración- no el poder- en Colombia.

Juán Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién

La idea es hacer un Pacto con las fuerzas que ejercen el verdadero poder, a saber: Sector financiero, terratenientes y grandes capitalistas entre ellos el estamento narcotraficante que en los últimos treinta años ha definido el poder político nombrando presidentes y permeando al Congreso con la mitad de sus miembros relacionados directamente con el paramilitarismo; también las altas cortes, la fiscalía, procuraduría, contraloría y en general todo el aparato judicial. De ahí que el país se haya convertido en un narcoestado alimentado por una cultura de la guerra derivada de una lucha guerrillera que en casi sesenta años de existencia fue desvirtuada por el mismo narcotráfico quien la convirtió en otro grupo armado peleando por el negocio con la consiguiente realidad social de vastos territorios controlados por su influjo y en franca disputa con los ejércitos privados paramilitares creados para combatirlas como auxiliares de un ejército corrupto.

Gustavo Petro tuvo el coraje de denunciar todo ese fenómeno por lo cual la historia del congreso colombiano la podríamos dividir en dos: antes y después de las denuncias de Gustavo Petro, tanto así que muchos de sus miembros aún pagan condenas por la llamada parapolítica o por otras conductas de tipo delincuencial relacionadas. Era tanta la carga de la evidencia, que aún los entes de control afectos a los gobiernos afines al narcotráfico y a la corrupción, se vieron obligados a acusarlos y ponerlos en prisión. Sin embargo, el fenómeno ha continuado y los líderes principales –  si se quiere los “peces gordos”-, ya empiezan a sentir el peso de una justicia que, de no ser por el actual gobierno, no llegaría, pues ha sido tanta la denuncia que ya una nueva generación de políticos y líderes sociales en todo el mundo no pueden apartar sus ojos de Colombia.

Definitivamente nuestro presidente se ha constituido en un líder, educador y crítico a nivel internacional. Tan acatado como criticado por aquellos que se empeñan en desvirtuar la amenaza que el cambio climático ejerce sobre la humanidad y la guerra en parte por él mismo derivada.

Cuando una emoción primaria y una simple posición de clase trataba de desvirtuar el mandato del presidente aduciendo que era un “Castrochavista” expropiador y que nos iría a convertir en otra Venezuela, o lo que era peor en otra Cuba desesperada por la pobreza, esos argumentos pueriles basados en el miedo y la manipulación  se vieron refutados por el transcurrir de los primeros dieciocho meses del gobierno en los que tales supuestos no sucedieron, y en lugar de ello la tasa de desempleo bajó y la inflación se ha mantenido en menos de un dígito.

Luego de sortear un posible pacto con una coalición traidora, pero a la que fue necesario probar para llegar a la presidencia, lo que ahora cuenta es su gestión y sus posibles logros. En toda campaña electoral hay acciones cuestionadas por la ley, más en Colombia un país caracterizado por un inconsciente colectivo de tipo delincuencial, así nos duela aceptarlo.

La gestión, decía, es el punto central que nos debe preocupar y que hace que muchos de nosotros a veces reculemos y sintamos desfallecer. Pero como decíamos al comienzo de este escrito, es la primera vez que el país tiene un gobierno progresista de gran raigambre social y como en todo principio hay dificultades, o para usar un término más coloquial se paga el precio o tal vez la “bisoñada”.

El gobierno de Gustavo Petro ha sabido chapotear las dificultades y a esta altura de su mandato por fin ha logrado conformar una nómina de colaboradores de confianza, competencia y lealtad con la que, en el último lapso del tiempo pertinente,  empezará a concretar el Plan Nacional de Desarrollo, cuyos resultados ya empiezan a verse principalmente a nivel de la entrega de tierra fértil al campesino desplazado con el consiguiente aumento en la producción interna y la disminución de la vergonzosa importación de alimentos en un país eminentemente agrícola. También en la transición a energías limpias, beneficios sociales como renta básica, subsidios a estudiantes, educación superior gratuita, construcción de colegios y universidades, programas a la primera infancia, rescate de la red ferroviaria, saneamiento básico, combate a la minería ilegal y una lucha decidida contra el narcotráfico con grandes incautaciones y acciones encaminadas a destruir su economía ilícita.

De los primeros ministros de la coalición, muchos nombrados para saldar cuentas de apoyos electorales pretendiendo gabelas como el ministro Ocampo o el neoliberal Alejandro Gaviria y tal vez una inteligente Cecilia López -venida de las toldas samperistas -,  ahora sus ministros  todos tecnócratas de perfil progresista y comprometidos con un pensamiento social incluyente, empiezan una lucha decidida por destruir con decoro y eficiencia todas las barreras que los mandos medios de la ultraderecha corrupta enquistados durante décadas en las agencias del Estado imponen.

Instituciones como la SAE, los ministerios de educación, agricultura y trabajo, el de minas tan cuestionado en los inicios del mandato, el del interior, diplomático y conciliador, o el de salud en el ojo del huracán sacando a flote una reforma necesaria para frenar la hemorragia de dineros públicos que van a engrosar las arcas de empresarios extranjeros, el director de la Agencia Nacional de Tierras y otros jóvenes brillantes, están respondiendo a las exigencias de un pueblo al que ya le han entregado casi un millón de hectáreas de tierra fértil de los tres que el Estado se comprometió en entregar según un punto fundamental en el Acuerdo con las Farc. A propósito, se ha hecho todo lo posible por continuar con los diálogos conducentes a una paz total, pero la realidad y la degradación narcotraficante del conflicto ha dificultado las cosas hasta llegar a la declaración de guerra por parte del Estado contra los grupos criminales de las disidencias. Se han hecho todos los esfuerzos, pero sabemos que mientras no se legalice y regule la producción y distribución de la cocaína, la sustitución de las economías ilícitas será imposible.

El acoso de los medios de comunicación empecinados en desacreditar al gobierno ha sido intensa y de una malevolencia nunca antes vista. Su lucha por impedir que las élites corruptas que nos han gobernado y tienen postrado al país con más de treinta millones de compatriotas en la pobreza – de estos siete en la línea de miseria-, es cada vez más cáustico y agresivo. La manipulación del miedo que han creado supuestos redentores como Álvaro Uribe líder de la terrateniencia y representante del poder multinacional extractivista, ha sido definitiva en crear un pensamiento de clase pequeño burgués agresivo, segregacionista y enemigo de todo intento popular de liberación. La esclavitud que ha traído la pobreza, los salarios de hambre, la mala calidad de la educación y la dinámica social del No Futuro que trajo la cultura del narcotráfico, ha sumido al joven pobre en una economía derivada del quehacer mafioso del microtráfico, la violencia barrial, el ocio y el delito. Nadie quiere trabajar por salarios mínimos, que cada año tienen que mendigar a regañadientes con los empresarios.  Se ha creado una enemistad entre patronos y empleados causada por la pobreza y el resentimiento que produce el dinero mal habido del narcotráfico. El pueblo fue permeado por la ilusión del centro comercial y por las fantasmagorías enseñadas en telenovelas y desafíos de gimnasio, siliconas y pornografía. La vanidad a la que llegó el colombiano de clase media lo ha hecho renegar de su patria y optar por otras ciudadanías.

Este es el país que le ha tocado al gobierno de Gustavo Petro. Un país de analfabetas políticos y funcionales con una clase dirigente que se roba cada año 55 billones de pesos, que constituye grupos de saqueo al erario público, que han tomado como negocios los derechos básicos y las instituciones públicas.

Gustavo Petro ha expuesto todo eso ante el mundo y está intentando un cambio después de doscientos años de ignominia, tras 450.000 víctimas de una violencia producto de la inequidad y el despojo de la tierra, de la esclavitud que da la pobreza y la ignorancia, de la amargura de un mundo en guerra donde es el más pobre la víctima, un país que como un árbol solo tiene una rama frondosa en medio de un follaje mustio y marchito.

Petro no ha sido absorbido por el establecimiento ni por el Statu Quo como muchos lo afirman, todo lo contrario, quiere pactar sin destruir, quiere convencer a los poderosos que sólo teniendo un país productivo y en paz es la única forma de salir del atraso y producir riqueza; trata, además, de establecer acuerdos con los grupos armados depurando formas de sometimiento y entrega sin desmotivar a un ejército al cual ofrece garantías de capacitación y promoción social. La visión del presidente es amplia y de una clara proyección futurista e incluyente.

Los invito a estar pendientes de los logros del actual gobierno, estudiando y documentándose en las siguientes redes sociales por You Tube:

.  Entérese del cambio

. Estrato medio

. Alejo Vergel

. Entrevistas con alma de país

. Todos los discursos del presidente en Petro hoy, Colombia potencia mundial de la vida

O los jocosos, pero interesantes:

. Wally Opina

. Notiparaco

. La Tele Letal y muchos otros.

noticieros

. RTVC 204 UNE

. Señal Colombia 203

. Canal Institucional 205

. CMI, Yamid pregunta y el documento 750 logros del gobierno de Gustavo Petro.

Muchos de nosotros a veces desfallecemos y no tenemos como contra argumentar a la oposición- familiares y amigos generalmente – de ahí la importancia de documentarnos, pero como decía alguien “no hablemos de política” pero sí es importante con respeto y decisión, pues de no hacerlo, perderíamos la única oportunidad de construir un mejor país.

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

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