Juán Fernando Uribe, músico poeta y…médico
Tomó muy en serio la música que lo llevó por distintos escenarios, pero hoy ya jubilado se refugia más en la literatura y en amenas charlas con sus amigos.
Crónicas del Camino/Wilmar Jaramillo Velásquez/El Pregonero del Darién.
Juán Fernando Uribe Duque vio la luz de este convulso mundo en Medellín un 24 de agosto del año 1953, casi que, extraído por la cabeza y por la fuerza del obstetra, el famoso “Cabezón Henao” como le decían al médico Jorge Henao Posada, el predilecto para acompañar el nacimiento de los hijos de la elite capitalina en el Hospital San Vicente de Paul.
Nació el día de San Bartolomé, justamente cuando en Europa eran asesinados diez mil protestantes, es muy probable que estos antecedentes hayan influido en su locura cuerda, muchos años después terminaría, médico, poeta, músico, libre pensador y progresista, para sorpresa de su familia de costumbres tradicionales.
La muestra de sus andares liberales (de pensamiento y sin trapo rojo), brotaron en el jardín infantil, de donde sería expulsado nada más y nada menos que por gritarle en la cara, “Care-mica” a la profesora y por no dormir en las horas dispuestas para el sueño. Rondaba los cinco años.
Si bien muchos vaticinaban que se convertiría en la oveja descarriada de la familia, el tiempo lo fue moldeando, hasta hacerlo rebelde, pero en democracia y crítico con argumentación.
De allí pasaría sin muchos sobre saltos al Instituto Jorge Robledo de la capital antioqueña, donde cursó la primaria y la secundaria. Fue compañero de estudios de Álvaro Uribe Vélez, en quinto y sexto año de bachillerato y pese a llevar los apellidos Uribe Duque, se esfumó por senderos menos turbulentos y más pacíficos.
Como ya tenía resuelto que sería médico, entonces sin más preámbulos, a la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, donde a los tres días lo bautizaron con una huelga que se prolongó por siete meses.
Cartas marcadas
A Juán Fernando Uribe Duque, así con tilde, por que defiende que Juán se escribe tildado, le fluye por las venas el tango y el Rock, como si estuviese jugando con cartas marcadas, justo por el tiempo de la huelga universitaria reventó en Medellín el famoso Festival de Ancón, la locura más grande que en un siglo se le haya ocurrido a medida docena locos.
Se trataba de armar el primer concierto de rock al aire libre en Medellín, en pleno auge del hipismo, la libertina marihuana y el sexo sin complicaciones, como debería ser, y enfrentar de paso la mojigatería y la doble moral de una sociedad y una iglesia que poco cambia, con dosis muy primarias de evolución, tolerancia y respeto por las opiniones ajenas.
El festival se cobraría el puesto del joven alcalde de Medellín Álvaro Villegas, a quien de frente la iglesia tumbó a punta púlpito y sermones moralistas. Otros tantos fueron satanizados, además de la quiebra de los promotores del evento.
En efecto, el polluelo de médico sintió que la sangre se le calentaba entre las venas y por temor a una explosión peor, se entregó sin vacilaciones a los tres días que duró el concierto, a la música y los bacanales conexos.
Las guitarras y las estridentes baterías le servirían de combustible para combinar el resto de su existencia las pasiones que lo han movido, la medicina, el tango y el rock. Los recuerdos de unas diez mil personas concentradas en un potrero fangoso que en ese entonces era el Parque Ancón del sur, lo acompañarían el resto de su vida.
Esas imágenes atrevidas, de una generación que sacudió el mundo, que se convirtió en activistas de la paz, el ambientalismo y el amor, influirían notoriamente para forjar su pensamiento libre y crítico, pero sobre todo para alimentar su espíritu de músico. El himno a la paz de Jhon Lennon le retumba en la cabeza, en estos tiempos de guerra.
Sin duda, Ancón le puso una huella indeleble a este médico, quien muchos años después cuando volvió al famoso Salón Málaga de Medellín a intentar reconstruir esta historia, sus ojos recobraron el brillo de otras épocas y la fluidez de sus expresiones brotaban como por encanto.
Pero es que, para él volver al Málaga, entre otras cosas de donde nunca se ha ido, es revivir, es remembranza de un pasado de ensueño, este fue uno de sus primeros escenarios cuanto abordó el camino del tango y enrolado con un grupo de músicos, poetas y locos partió a dar conciertos por el país, El Málaga está en ese inventario permanente, vivaz e indisoluble.
Cuando Juán Fernando Uribe Duque se acomoda en una silla del Málaga a revivir historias de tango y rock, el tiempo se detiene y la vida es un soplo como lo cantaría Gardel en el esplendor de su carrera por el arrabal.
Finalmente, superada la huelga y concluidos sus estudios, llegó el día del grado, un 29 de febrero de 1980 y partiría para el municipio de Arboletes en el Urabá antioqueño, pero llevando consigo su mundo de tango y rock. “Llevo el rock por gusto musical y por generación”, dice sin vacilaciones.
En el hospital de este municipio permaneció por 14 meses, tenía 26 años y el mundo apenas se asomaba por entre los chorros de luz que se filtraban entre el cielo y el mar Caribe. “Arboletes era un paraíso” dice.
Luego en Medellín abrió un consultorio particular en un barrio popular y alternaría su trabajo profesional con la Sociedad San Vicente de Paul, antes de anclar en Metrosalud, en su hospital pediátrico donde permaneció durante 26 años. Los últimos dos en Manrique y en la Unidad Intermedia de San Cruz, donde batió el récord de atender en una sola noche trece partos. En el año 2009 colgó el estetoscopio y pasó a engrosar la lista de los jubilados de Colombia.
Como siempre había alternado la medicina con la música, por allá en el año 1992 montó un espectáculo de tango: “Noches de Tango” el cual involucró a 16 músicos, con dos parejas de baile, cantores, cancionistas, poetas y el Quintero Belgrano, agrupación con la cual recorrió el país, actuando en fiestas privadas, clubes. Él era el director y la voz principal.
“Fue una de las más grandes y gratificantes experiencias de mi vida, me gocé este capítulo, hicimos 10 presentaciones en la Casa Gardeliana, tres en el Salón Málaga, terminé siendo el médico de los músicos y de sus familias, en síntesis, éramos una familia” recuerda con nostalgia.
Su pasión por el tango y por su máximo exponente, Carlos Gardel lo contagió en los albores del año 66, cuando escuchó por Radio Tricolor la canción “Melodía de Arrabal”, luego se conectaría con Agustín Magaldi y Julio Sosa, entre otros.
El Rock
Fue en al año de 1965 que lo picó el bicho del rock y hoy aún se define como gogó y yeyé, los dos estilos con que inició el rock en Colombia y sacudió en las pistas a toda una generación, pero en el año 2005 tras encontrar a un amigo en el municipio de El Retiro, armaron un dueto con guitarras, al que llamaron “Alma de Goma”
En pleno furor de The Beatles en el mundo, el médico se compenetra con sus canciones, sus letras, toda su temática y se mete de lleno en este género musical, que lo salpicó por gusto y por generación, nace la primera banda roquera: Let it beat, fue su manager y productor artístico, con la cual y luego de tener quince canciones montadas con todas las exigencias artistas y técnicas de producción, en el año 2007 debutaron en la Biblioteca Piloto de Medellín, con un público adulto, cuando esperaban despertar en la juventud la pasión por este género musical.
Luego vendría otra experiencia con Rubber Soul, siempre inmerso en el mundo del rock, que se imponía por la época.
Por esos tiempos entendería que su voz registraba en tango y menos en el rock, por lo que optó por asumir otros roles dentro de la banda.
El paso siguiente sería con la banda Beatside, quizá las más exitosa de todas las experiencias musicales, logrado un record de 300 conciertos por todo el país, con 60 canciones montadas.
Con esta orquesta lograron uno de los éxitos más sonados por la época, trabajar un ensamble musical con la Filarmónica de Medellín y una presentación en el Metropolitano de esta capital con 70 músicos y 1.200 personas aplaudiendo de pie.
Otra bonita experiencia fue la de trabajar conciertos didácticos en sectores populares, todo marchaba a las mil maravillas, eran músicos, buenos jóvenes, consagrados disciplinados con todo un futuro por delante, Juán Fernando Uribe Duque su mentor, soñaba verlos llegar a los entrenamientos en su propio carro, verlos con su casa propia, avanzar, progresar, hasta que una nube negra empañaría todo el proceso y lo derribaría totalmente.
Fue en el año 2014 cuando apareció la tentación del programa de Caracol Televisión: “Yo me Llamo”, allí les pintaron un mundo de fantasía, pajaritos en el aire, les exigieron un año de exclusividad, hasta los hicieron apartar a uno de sus músicos, les ofrecieron una gira nacional entre muchas cosas, pero al final descubrieron que este tipo de música no era comercial en estos tiempos de guasca, carrilera y reggaetón, entonces los echaron a la calle. Todo fue engaño y promesas. Cuando intentaron volver al viejo redil, el médico nos los aceptó y hasta ahí llegó el proceso.
La literatura
Como todo buen lector termina escribiendo, el médico en su polifacética vida, fuera de la medicina, el rock, el tango, la cocina, también alterna con la literatura, su primera novela fue: Sonata para una Niña Triste, la historia de una niña que se casó con un cura.
La segunda, autobiográfica: Infancia.
Luego: Cuentos y Relatos.
Posteriormente: Cuando Juntos Habitábamos las Sombras
Hace 5 años publicó el libro de cuentos «La Tentación»
Además, tiene en remojo: Poesía en Pandemia, listo para la imprenta.
Hoy la vida de este médico es más reposada, pasaron los años de convulsión, los desafíos juveniles de Ancón, las noches de luces, con fondo de tangos y milongas, hoy disfruta de la culinaria con su esposa Ana Catalina Pérez, trabajadora social, también jubilada de Metrosalud, su cómplice y compañera de aventuras. Su único hijo Juán David, se fue por los caminos de entrenador deportivo, es fisicoculturista, más hombre de gimnasios.
También comparte con su señora madre Amparo, quien hoy transita por los 92 años, es el mayor de seis hermanos, con odontólogos, periodistas, enfermera y hasta cura abordo.
Tampoco olvida sus viejos pasos, asiste con frecuencia a tertulias literarias y no pierde oportunidad para llegar al viejo Salón Málaga a reencontrase con los recuerdos, con ese pasado bullicioso de bandoneones de fondo, que no se quiere ir, como tampoco se va el Festival de Ancón, que se quedaron como huella indeleble en su existencia. Bien dicen que recordar es vivir, Juán Fernando Uribe Duque, es un hombre libre.
Nota de la Dirección: Ancón aparece en varios documentos con N y con M.
Medellín-marzo de 2024/Salón Málaga.