Donald Trump, el desmoronamiento del orden internacional liberal
El arribo del presidente Trump es la representación de la fase terminal del OILBR y el inicio de una nueva era en Latinoamérica, donde tendrán que acomodarse para evitar cualquier traspié.
Manuel Rairan*/RazónPública/Análisis de la noticia/El Pregonero del Darién
El OILBR que desaparece y el que llega
El 20 de enero de 2025, el republicano Donald Trump se posesionó como el 47.º presidente de Estados Unidos en la emblemática Rotonda del Capitolio. Su discurso de treinta minutos demostró que su regreso a la Casa Blanca no era una transición de mandato regular; por el contrario, su alocución fue la muestra del inicio de una nueva era para Estados Unidos y el mundo. Dicho de otra manera, a partir de este momento, el Orden Internacional Liberal basado en reglas (OILBR) entra en una fase terminal para promover uno nuevo que esté distante de este.
El OILBR, que se deja atrás, se caracterizaba por estar soportado sobre: primero, la globalización, el libre mercado y un modelo neoliberal; segundo, el respeto a los Derechos Humanos (DD. HH.), el Derecho Internacional Humanitario (DIH) y las instituciones internacionales que hacían cumplir las reglas de juego de la vida internacional, y tercero, la promoción de la democracia y el Estado de derecho.
Muestra del desmoronamiento del OILBR es que Trump da prioridad al proteccionismo económico por encima del libre flujo de bienes, servicios y capitales, y en el que ha convertido los aranceles en la herramienta para limitar el crecimiento de China y de otros países emergentes. Ahora bien, en relación con el respeto de los DD. HH. y el DIH, la complicidad del gobierno de Joe Biden, continuada por el gobierno Trump, frente a la violación sistemática del DIH por parte de Israel contra el pueblo palestino, y la promulgación de la H.R.23-Ley de Contraprestación de Tribunales Ilegítimos, con la que Washington pretende “imponer sanciones a la Corte Penal Internacional (CPI) por realizar cualquier esfuerzo para investigar, arrestar, detener o procesar a cualquier persona protegida de Estados Unidos y sus aliados”, se suma a la salida de Estados Unidos de los acuerdos y las organizaciones internacionales.
Por último, se encuentra el debilitamiento de la democracia, el cual se materializa por: primero, la incorporación de los dueños de las grandes compañías tecnológicas en el gabinete, lo que refleja la idea de que este gobierno estadounidense no es solo bueno para los negocios, sino es un negocio en sí mismo, lógica que se aparta del interés público y común para dar prioridad a los intereses de los privados. Y segundo, la gran purga implementada a nivel doméstico con el despido de funcionarios y enpleados públicos que no se alineen con sus priridades, la persecución a estudiantes universitarios propalestinos para deportarlos y el intento de parálisis de los desembolsos en préstamos, subvenciones y assitencia financiera para proyectos sociales, son indicios de los bajos niveles de tolerancia democrática con los que Trump gobernará.
Con todo lo anterior, se demuestra que la administración republicana apunta a abandonar el OILBR para intentar configurar otro en el que la hegemonía moralmente legítima que Estados Unidos construyó desde 1945 sea reemplazada por un vulgar Estado con inclinaciones imperiales, maltratos hacia sus antiguos aliados, e implementando un juego de suma cero en el que Washington debe ser el único ganador.
Lo que viene
Sobre la base de ese contexto antes descrito, Colombia y América Latina se ven obligados a redoblar esfuerzos para establecer una estrategia autónoma que les permita sobrellevar al mandatario republicano sin olvidar los problemas estructurales que siguen aquejando a la región y marcando sus agendas domésticas. Para eso es necesario tener en cuenta que el presidente Trump regresará cargado de negociaciones transaccionales, tácticas de presión económica y la marginación de temas sociales y relativos a la garantía de los derechos humanos. Ahora bien, a diferencia de las anteriores administraciones, en la actual, la región tendrá un mayor grado de prioridad, de ahí que el republicano dirigirá sus decisiones hacia dos niveles de acción que impactarán a la región de manera directa.
El primero girará alrededor del fortalecimiento de una agenda ideológica y narrativa que le permitirá construir puntos de encuentro con líderes de la región, alcanzar un éxito electoral para los siguientes años y construir nuevas formas de entendimiento. El creciente alineamiento de Trump con líderes populistas, a menudo autoritarios, como Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador, Jair Bolsonaro en Brasil y algunos dirigentes políticos en Colombia como María Fernanda Cabal, fortalecerá a actores antidemocráticos y reaccionarios en la región. A esto se agrega la construcción de un discurso ideológico común que gira alrededor de: rechazar la diversidad sexual y los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), por ser una “agenda socialista”; convertir la incorrección política en una forma de revuelta antiprogresista; negar el cambio climático, las vacunas y todo avance científico, y bautizar la multiculturalidad como enemiga de las costumbres y la tradición de la sociedad.
El segundo nivel apunta a la construcción temática de la agenda política. La rápida designación de embajadores y la nominación de Marco Rubio como secretario de Estado indican la necesidad de plantear diferentes enfoques para tratar temas como migración, política de drogas y cambio climático, los cuales podrían desencadenar diferencias con algunos países latinoamericanos.
En cuanto a la migración, es evidente que el presidente Trump realizará deportaciones masivas utilizando personal militar, con el propósito de reforzar la idea de que todo migrante es un delincuente. Por el enfoque planteado para tratar la migración, es poco probable que la nueva administración continúe con programas como la Iniciativa Centroamérica Adelante y aborde las causas subyacentes que impulsan la migración como los factores productivos, la violencia, la inseguridad, la pobreza y el cambio climático. Si los mandatarios bloquean esta prioridad de la política exterior estadounidense, la relación entre la región y Washington se enrarecerá. Esta decisión plantea, entonces, un desafío para los países centro y suramericanos, pues sus economías se verían obligadas a absorber a grandes cantidades de repatriados en un mercado laboral limitado y con problemas estructurales históricos.
Frente a la política de drogas, a pesar del rotundo fracaso del enfoque coercitivo y las medidas contraproducentes generadas por este que han hecho que las drogas ilegales sean más tóxicas y los mercados de drogas más sólidos, el uso del glifosato para detener el cultivo y el procesamiento de drogas volverán a ganar protagonismo. Hay que recordar que durante la primera administración de Trump, Colombia recibió presiones para implementar estas medidas bajo la amenaza de ser descertificada, y en esta oportunidad no hay indicios de que eso cambie. En este punto, además, podrían existir desencuentros entre Colombia y Estados Unidos en la medida en que el mandatario colombiano tiene un enfoque distante al coercitivo y por el aumento en el área de siembra de coca durante los últimos tres años.
El cambio climático será un asunto que estará por fuera de las prioridades de Trump, razón por la cual los países latinoamericanos deberán construir agendas de cooperación con Naciones que realmente estén comprometidas para limitar este riesgo global. Como consecuencia de la incredulidad del republicano, los proyectos dirigidos a tratar el cambio climático serán revisados y tal vez paralizados, como lo demostró cuando frenó por noventa días la ayuda internacional ejecutada por la Agencia de Los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) por su sigla en inglés.
Conclusión
En suma, el arribo del presidente Trump es la representación de la fase terminal del OILBR y el inicio de una nueva era en Latinoamérica, donde tendrán que acomodarse para evitar cualquier traspié con el republicano. De igual manera, será necesario que los países de la región amplifiquen sus relaciones diplomáticas y comerciales hacia otras latitudes del mundo con el propósito de reducir su dependencia de Estados Unidos, así como encontrar caminos para mejorar sus estructuras económicas y fortalecer su independencia.
Es momento para que los dirigentes políticos y sus cuerpos diplomáticos se convenzan de que estamos en medio de un interregno en el que, como afirmaba Antonio Gramsci, surgirán los monstruos (autoritarismos, dictadores) mientras que el Viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer. Ha llegado la hora para que los países latinoamericanos se planteen estrategias que se adapten a las nuevas lógicas de las esferas de influencia de las potencias sin perder su autonomía.
*Docente investigador de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Magíster en Diplomacia y Resolución de Conflictos de la Université Catholique de Louvain en Bélgica. Director de Aldea Mundial.