Apartadó no olvida a Antonio Roldán
Este jueves 4 de julio a 35 años de su trágica desaparición el Centro de Memoria y Patrimonio de Apartadó, rendirá homenaje al ilustre personaje.
El nombre de Antonio Roldán Betancur, es muy popular en Apartadó, varias de sus instituciones más insignes llevan su nombre, se trata del mal logrado gobernador de Antioquia a quien el narcotráfico le arrebató la vida en uno de los crímenes más insólitos e inexplicables de la historia reciente de Colombia.
Justamente mañana jueves cuatro de julio, 35 años después de su asesinato, el médico, Luis Alfonso Ossa, analista y columnista del Pregonero del Darién, además de uno de sus más cercanos amigos, ha sido invitado a la Casa de la Cultura, Antonio Roldán Betancur de Apartadó, para adelantar una disertación sobre el citado dirigente.
El acto es promovido por el Centro de Memoria y Patrimonio de este municipio, será a las siete de la noche con entrada libre.
El Pregonero del Darién publica apartes de un documento periodístico y algunas fotografías, una realización del comunicador social, Raúl Castro Hoyos.
El fatídico episodio
A las 7:45 de la mañana, del martes 4 de julio de 1989, la ciudad de Medellín se estremeció con una potente onda explosiva. El caos y la incertidumbre se hicieron sentir con mayor rigor en los alrededores de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot y barrios vecinos. Allí, exactamente sobre la calle 47 D, más conocida como la Canalización de la Quebrada La Hueso o del Estadio, entre las carreras 72 y 73, sector del Barrio Florida Nueva, entre las llamas, el humo y el polvo, producto de la detonación, se escuchaban clamorosas voces de auxilio de víctimas y vecinos. A los pocos minutos, al frente de la residencia demarcada con la nomenclatura 72 D- 101, un vehículo Mercedes Benz, color blanco, se consumía en llamas. Rápidamente se supo que era el carro blindado del Gobernador, porque de él lograron salir con heridas leves y aturdidos, el conductor Rodrigo Evelio Pérez Chavarría y el jefe de escoltas, Luis Guillermo Gil Ruiz, quien a gritos pedía: “Ayúdenme, saquen al Gobernador que se está quemando”.
Las radiodifusoras interrumpieron la programación de rutina para dar el infausto boletín de última hora. Antes de las 8:00 de la mañana la primicia la conocía todo el país y el mundo: “Un carro bomba acabó con la vida del Gobernador del Departamento de Antioquia, Antonio Roldán Betancur, varios de sus escoltas y de otros ciudadanos”.
Era un martes, después del primer puente festivo del mes de julio. En el Centro Administrativo La Alpujarra, específicamente en la Plazoleta Central, todo se estaba preparando para la lectura de “El Bando”, por parte del primer mandatario de los antioqueños, acto que ya se había institucionalizado y que se celebraba cada mes con la presencia de las máximas autoridades departamentales y municipales. Allí, paradójicamente, antes de presidir un consejo de seguridad, el mandatario haría un llamado a todos “para acabar con el fantasma de la muerte”. Después de citar al también asesinado médico Héctor Abad Gómez y el fallecimiento del poeta Carlos Castro Saavedra, concluiría su discurso con esta máxima: “Mientras no se conquiste el derecho a la vida será inútil hablar de paz, de cordialidad y de justicia”.
Esa mañana, un poco más de las 7:30, el entonces mandatario de los antioqueños salió un tanto pensativo de su residencia, ubicada sobre la carrera 75. Fue él mismo quien dispuso la ruta que se seguiría. Escogió la más rápida, la de la canalización, porque debía presidir la lectura de “El Bando”. El cortejo sólo había recorrido tres cuadras y cuando sincrónicamente el visible Mercedes Benz Blanco cruzaba la nomenclatura 72D-101, los criminales accionaron la demencial carga explosiva que hizo impacto con una precisión absoluta en la parte trasera del vehículo, donde viajaba el gobernante, y alcanzó a escoltas motorizados que venían a escasos metros atrás.
Fue tan certera la descarga que no causó mayores daños en los puestos delanteros del Mercedes, donde iban el conductor y el jefe de escolta, quienes trataron infructuosamente auxiliar al Gobernador, ya que fue imposible abrir la puerta de la parte trasera del blindado automotor que estaba envuelto en llamas.
El Mercedes Benz pasó a una distancia de 50 a 80 centímetros del rodante que sirvió como arma mortífera, un Mazda 1600, de los llamados “papamóviles”, de placas TK 25-37 que días antes había sido comprado a la empresa Taxi-Ger Ltda., por la suma de seis millones doscientos mil pesos.
El estudio técnico de expertos forenses concluyó que la cantidad de explosivo utilizado para armar el carro bomba fue de 25 a 30 kilos de dinamita. El sistema de disparo era electrónico. Para ello se utilizó un control remoto marca Futaba, especial para accionar aviones de aeromodelismo, el cual fue encontrado el mismo día de los acontecimientos por un trabajador del municipio, dentro de una alcantarilla al otro lado de la canalización.
El artefacto alcanzó también el vehículo Renault 6 anaranjado, conducido por el señor Rodrigo de Jesús Garcés Montoya, exconcejal de Itagüí, quien murió en el acto. Igual suertes corrieron los agentes escoltas Fernando Rivera Arango, Luis Eduardo Rivas Tobón y Omar Restrepo Cardona. También fallecieron el trabajador del Metro Rigoberto Hernández Giraldo, quien se desplazaba a pie, y Jesús Alberto Saldarriaga Moreno, estudiante de sicología de la Universidad de San Buenaventura.
En el lugar de los hechos resultaron varias personas heridas, pero en el expediente sólo reposan los dictámenes de Rodrigo Evelio Pérez, conductor del Mercedes Benz, y de Fáver López, quien se dirigía a su trabajo. También se tuvo conocimiento de las lesiones sufridas en las humanidades del agente Eladio Amud Mosquera y del civil José Daniel Arias Martínez.
Fueron en total siete vidas que se cegaron en un instante, incluida la de la primera autoridad política administrativa del departamento. Siete ciudadanos de bien, cuyas familias hoy recuerdan con nostalgia el infortunio que les deparó el destino, dentro de una naciente guerra indiscriminada y sin cuartel, protagonizada por actores del narcotráfico.
Cabe, por demás, mencionar los millonarios daños causados en fachadas e interiores de residencias y edificios, así como en vehículos que se encontraban parqueados.
Atrocidad del cartel de Medellín
Otras pruebas trasladadas y testimonios bajo la modalidad de reserva de identidad dentro de diferentes procesos que permitieron desarticular el Cartel de Medellín, señalan al extinto capo Pablo Emilio Escobar Gaviria, como autor intelectual indirecto del magnicidio del exgobernador Antonio Roldán Betancur y la muerte de las demás personas en el malévolo atentado.
En la Demanda de Casación, interpuesta ante la Corte Suprema de Justicia, por la Sentencia de segunda instancia proferida por el Honorable Tribunal Nacional (más de nueve años después de la muerte del doctor Roldán Betancur), se especifica en el folio 293 del cuaderno número 5 original, la diligencia de continuación de indagatoria al hoy fallecido naturalmente John Jairo Velásquez Vásquez, alias “Popeye”, secretario personal en las caletas del ya ajusticiado Pablo Emilio Escobar Gaviria.
“Popeye” hizo un relato pormenorizado de la muerte del entonces comandante de la Policía de Antioquia, coronel Valdemar Franklin Quintero, ocurrida en Medellín el 18 de agosto de 1989 en horas de la mañana, debido a impactos de bala (Un mes y 14 días después del asesinato del doctor Roldán).
Ese mismo día, en la noche, en Soacha (Cundinamarca), fue asesinado por otro grupo el doctor Luis Carlos Galán Sarmiento, precandidato Liberal a la Presidencia de la República.
Estas fueron las declaraciones de “Popeye”, estipuladas en la sentencia ordinaria del Juzgado Regional de Medellín, sobre las muertes del Gobernador y del comandante de la Policía: “Ese homicidio fue ordenado por el señor Pablo Escobar desde la Finca El Biscocho; él ordenó este homicidio contra el coronel por la persecución que éste había desatado contra su familia. Este coronel había detenido a la señora de Pablo Escobar y a su niña en esa época de tres años, las detuvo por un problema que hubo en el peaje de Cocorná, viniendo de Puerto Triunfo; el coronel metió en un calabozo sola a la niña y a la mamá en otro, y no le dejaba dar tetero a la niña, el coronel trató muy mal a la señora y a la niña, fue muy grosero con esta señora; Pablo Escobar al enterarse de todas estas arbitrariedades, se encolerizó y ordenó la muerte del coronel. “Mamey”, mejor dicho, Julio “Mamey”, y “Pasquín”, ya muerto en Medellín, eran los encargados de matar al coronel, ellos hicieron el seguimiento y la inteligencia más exacta, Cuco les armó un carro bomba, se lo cuadraron al coronel para cuando él pasara accionarlo e inexplicablemente ese día la caravana que pasó por ahí fue la del Gobernador de Antioquia. “Mamey” confundió la caravana, porque el coronel Franklin tenía también un “Mercedes” y según las palabras de “Mamey” en las explicaciones que le dio al señor Pablo escobar Gaviria como le vio escoltas de la policía, él se imaginó que era el coronel y accionó la bomba. Cuando “Mamey” y “Pasquín” llegaron a la caleta de la Finca El Biscocho estaban convencidos que habían matado al coronel; mayor fue su sorpresa que al que habían matado fue al Gobernador de Antioquia, nos enteramos todos por las noticias. Después de esto Pablo Escobar ya no quiso que mataran al coronel con carro bomba, ya que era muy difícil, ya que el coronel después del atentado no repetía la ruta; al hacerle inteligencia al coronel, nuevamente le informaron al señor Pablo Escobar de que estaba andando solamente con un escolta y un chofer. Hasta ahí supe yo del asunto, hasta el día que lo mataron a tiros; desconozco quiénes lo mataron; solo sé que fue ordenado por el señor Pablo Escobar Gaviria … Desconozco el nombre de los que lo mataron, porque eso lo manejaron con mucha reserva y en una organización como la de Pablo Escobar, detalles y nombres que a uno no le den sin preguntar, es lo único que uno debe saber.”.