Conmemorando el retorno junto a la muerte
“Esta tierra es mi tierra y este cielo es mi cielo” era la estrofa de la emblemática composición de David Sánchez Juliao, El Indio Sinuano, que retumbaba en un casi inaudible sonido.
Consejo Comunitario- de los ríos La larga y Tumaradó-Cocolatu-Nuevo Belén de Bajirá/ Chocó-octubre 12-2024.
Wilmar Jaramillo Velásquez/El Pregonero del Darién
La muerte siempre ligada con la vida, bajo esa rígida ley natural, parecen siamesas y paradójicamente para conmemorar la primera década de retorno (forzado), porque, así como fue su desplazamiento, también fue el regreso a sus territorios, forzado, sin el acompañamiento del estado. El marco del escenario eran la muerte y sus trágicos recuerdos.
A un lado de la “Casa de la Memoria”, nombre que le han puesto a un rancho de tablas, que para ellos simboliza eso, la memoria, para que el olvido no los sepulte junto a sus muertos, esa memoria que está engavetada en los polvorientos archivos de los jueces, durmiendo el sueño de los justos y que poco o nada resuelven. Allí realizan sus actos más simbólicos.
Justamente el anterior domingo 13 de octubre se cumplieron diez años de haber vuelto a sus territorios en medio del abandono, el miedo y los recuerdos, a un costado de la “Casa de la Memoria” estaban colgados los retratos de Porfirio Jaramillo Bogallo, Jesús Alberto Sánchez Correa, Mario Castaño Bravo y Hernán Bedoya, cuatro líderes martirizados por una violencia que se había dispuesto a no dejar piedra sobre piedra, pero que la resistencia civil, no ha permitido, aún a costos tan altos como la vida misma.
Retratos ya decolorados por el paso inexorable de los tiempos, pero nítidos en los recuerdos de sus seres queridos, de sus amigos y copartidarios de lucha por la tierra.
La violencia paramilitar se ensañó con estas comunidades agrupadas en elConsejo Comunitario- de los ríos La larga y Tumaradó-Cocolatu, que abarca 107 mil hectáreas, en la cuenca baja del Atrato y que agrupa a 59 comunidades, entre ellas la Zona de Biodiversidad Madre Unión.
En medio de la misma soledad estatal que siempre los ha acompañado y con el amparo de algunas organizaciones sociales: La Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, la Fundación Forjando Futuros, La Asamblea de Cooperación por la Paz de España, La Comunidad de Madrid, La Rioja-País de Valencia y Sindicalistas sin Fronteras, que les han tendido un mano, esta comunidad se reunió en torno a una oración, actividades deportivas y culturales, en las que no podía faltar un almuerzo de compañeros y un emotivo brindis.
Entre otras actividades cumplidas durante esta jornada conmemorativa, hubo fútbol femenino y carreras de encostalados con participación de niños y adultos.
La vocera de la Fundación Forjando Futuros, Aleyda Gaitán dijo que han acompañado a estas familias en un amplio proyecto de soberanía alimentaria y programas de reforestación. “No los vamos a dejar solos” agregó.
El desplazamiento
Entre las diferentes intervenciones habló la señora Arelis Castaño, sobrina de Mario Castaño Bravo, uno de los líderes asesinados durante este viacrucis, dijo que ha sido víctima de tres desplazamientos desde el año 97, que le gustaría devolver el tiempo para no regresar nunca más a estas tierras, que le prometió a su padre ayudarlo a recuperar sus predios, que también vivió el dolor de perder a uno de sus hijos en un accidente de tránsito, que al comienzo cuando conoció quienes eran los victimarios de su tío se llenó de odio, que su tío sabía que lo iban a matar y como un valiente esperó la muerte de pie, pero que hoy tras encontrarse con Dios, su corazón está lleno de amor.
“Mi tío me enseñó el camino, sigamos su ejemplo, dejemos el odio, Dios me ha llenado de fortalezas” dijo mientras lamentó que la mayoría de las personas que han recuperado su tierra, las han vendido.
Mucha plaga
Doña Dormitila Mestre, otra de las desplazadas ya retornadas, dijo que llegó a esa selva en 1975, recuerda que no había sino plaga, que en las tardes era imposible estar por fuera de la protección de los toldillos, que se demoraban dos días para ir al pueblo, “en la montaña había jaguar y el miedo no nos dejaba dormir tranquilos; por los pocos caminos que había no transitaban ni los caballos” dice
Cuenta que de las cuarenta familias desplazadas primero retornaron 14, pero que en la actualidad no quedan diez, ya que se han ido.
Doña Dormitila vive en el casco urbano de Nuevo Belén de Bajirá, pero conserva su pedazo de tierra en la comunidad Unión Madre, allí tiene un pequeño cultivo de plátano, que ella misma asiste.
Una de las anécdotas que hoy recuerdan los retornados, es que prestaban turnos de guardia, algo muy simbólico, ya que no tenían armas y cuando veían algo sospechoso que se aproximaba al caserío lo que hacían era gritar para ponerse alerta.
Por su parte Javier Rosero, vocero de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, con nueve años de experiencia social en el Bajo Atrato, los convocó a la reflexionar sobre la importancia del territorio y quienes lo habitan, incluyendo, la fauna y la flora a los que hay que cuidar, a pensar y actuar siempre en colectivo y no estar pendientes cuando les aprueban un proyecto para preguntar “cuánto hay para mi” le habló de la paz interior y los convocó a no vender los territorios recuperados.
Una lucha desigual
Digna Aurora Castaño Mestra, otra de las retornadas y una de las mujeres con mayor liderazgo entre la comunidad, es presidenta del Consejo Menor, recuerda lo desigual de su lucha por recuperar sus tierras despojadas: “El gobierno siempre actuaba del lado de los empresarios, no podíamos salir solos, lo hacíamos en grupo, nos dañaban los cultivos con el ganado, encontramos los predios ocupados por búfalos y vacas, fue muy difícil sacarlos”
“Nosotros hicimos el retorno sin apoyo del gobierno, llegamos sin alimentos, teníamos la presión del actor armado, la presión de los empresarios era mucha, hoy aun ellos están de un lado y nosotros de otro, ya que la decisión final para la devolución de las tierras de manera definitiva está en manos de un juez” Advirtió.
Ambientalistas a la COP16
La Zona de Biodiversidad Madre Unión no lleva el nombre de biodiversidad por capricho o simplemente un adorno para llamar la atención, es parte de la conciencia ambiental que han creado en su entorno, la naturaleza allí se confunde con la vida misma y han llegado a pedirle perdón por los daños que le han causado.
Allí habita una mujer menuda, ágil como un mono, fuerte como un Choibá, de una mirada cristalina como las aguas del Truandó en sus cabeceras antes de ser tocado por la “Civilización”, dueña de una inteligencia y un liderazgo prodigiosos. Digna Aurora Castaño Mestra.
Ella junto a otros habitantes de la zona hicieron parte de un estudio denominado: “Talando las Selva y Contaminando las Aguas: Conflictos Socio Ambientales en el Bajo Atrato Chocano” el cual ya fue presentado en varios ministerios en Bogotá y este mes de octubre será sustentado nada más y nada menos que en el encuentro ambiental más importante del mundo: La COP16, que se cumple en la ciudad de Cali.
Dicho estudió abarcó los municipios de Unguía, Carmen del Darién y Riosucio, incluyendo 20 resguardos indígenas, analizaron desvíos de ríos, tala indiscriminada, contaminación por varios factores entre otros aspectos.
Como se puede apreciar, estamos hablando de una comunidad que no se ha dejado derrotar durante décadas de muerte, despojo y persecución y que hoy salta de su tragedia, de los titulares amarillistas de la prensa, al escenario más grande del mundo en materia ambiental con sus aportes a la recuperación de la cuenta del Bajo Atrato. No todo está perdido mientras existan mujeres de la talla y el liderazgo de doña Digna Aurora. Siempre habrá esperanza.
Y al fin, como en la canción de David Sánchez Juliao, El Indio Sinuano, esta tierra es su tierra y este cielo es su cielo”.
Zona de Biodiversidad La Madre Unión/octubre 13/2024.