Investigador cordobés gana premio Oxfam
El académico Víctor Negrete de la Universidad del Sinú y la Fundación del mismo nombre, se quedó con el galardón Martin Diskin.
Premio Oxfam América a la memoria de Martin Diskin a Víctor Negrete Barrera, interviene,
Joanne Rappaport, antropóloga y profesora emérita de Georgetown University.
Este premio se otorga a una persona destacada que encarna el compromiso de Martin Diskin con la combinación de activismo y erudición:
. Víctor Negrete Barrera, Universidad del Sinú y Fundación del Sinú.
Negrete comenzó su carrera como investigador de la Fundación del Caribe, el colectivo de activistas fundado en 1972 por Orlando Fals Borda. La Fundación colaboró con la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) en la recuperación de la historia agraria y su resignificación para la lucha campesina. Por lo tanto, Negrete es uno de los pioneros de la metodología Investigación-Acción Participativa (IAP) en América Latina. En su conjunto, los investigadores de la Fundación y los campesinos de la ANUC trascendieron la división positivista entre el investigador y el sujeto de investigación al intentar construir una ciencia social colaborativa y comprometida con las luchas sociales de los grupos marginados. Parte de esta historia fue contada por Negrete en 2013 en su libro La Investigación Acción Participativa en Córdoba, y ha sido retomada por investigadores de la región y del mundo debido al renovado interés que la IAP y las metodologías participativas y colaborativas han adquirido tanto en el sur como en el norte global.
En los años después de su colaboración con la ANUC, Negrete siguió y sigue impulsando la IAP en la costa del Caribe colombiano. Como declaran en la carta de nominación, “ha sido un investigador público comprometido que ha animado el debate en su querida región alrededor del río Sinú. Se trata de un personaje creativo, un auténtico innovador que difícilmente puede encasillarse en disciplina, tema o periodo de estudio y que encarna al intelectual sentipensante, que escucha y habla desde la razón y el corazón. Tal vez es precisamente esta mezcla poco común de atributos académicos y personales la que explica su prolífica obra y su impresionante capacidad de tejer puentes entre el Estado, la sociedad civil y la academia. Víctor ha creado diversas organizaciones y promovido semilleros de estudio sobre el Caribe colombiano y ha gestionado colectivos de promotores de la cultura y las artes”. Su base de acción ha sido sobre todo en el Departamento de Córdoba, donde ha participado como activista, como funcionario, como profesor y como ciudadano en todo un abanico de proyectos culturales, de desarrollo económico, de planeación educativa y de fomento de la democracia. La carta de nominación destaca cómo Negrete se ha dedicado, entre otros temas, a cuestiones ambientales desde una perspectiva comprometida.
«Ha analizado la relación conflicto-ambiente y se ha preocupado por las acciones de las comunidades en defensa de los humedales desde hace años en los que estos temas no estaban en agendas académicas y políticas de manera central como en nuestros días”. Su trabajo “es ejemplo de su compromiso en un trabajo académico colaborativo, que comparte análisis y resultados lejos de dinámicas en que avances investigativos se quedan solamente en círculos académicos, reducidos y selectos”.
Las publicaciones de Negrete son numerosas, pero es importante anotar que como activista local tanto dentro como fuera de la academia, sus artículos, libros y reportes más que todo están dirigidos a una audiencia regional y a lectores populares. Más allá de sus escritos académicos, su obra completa incluye historias locales en prosa y en cómics, reportes de proyectos ambientales y políticos, reflexiones sobre la IAP y compilaciones de las obras de escritores y escritoras populares locales. Negrete es un investigador dedicado durante cincuenta años a colaborar con las gentes de su región, produciendo obras accesibles a ellos y en pro de la paz y el desarrollo del Caribe colombiano. Es en ese sentido que merece este honor.
Discurso del galardonado
Nota de la dirección:
Por considerar el discurso del investigador galardonado, como de interés general por su alto contenido sociológico y porque muy seguramente se convertirá en material de consulta para otros investigadores, El Pregonero del Darién publica el texto completo:
Buen día tengan todos. Con afecto y muchos agradecimientos a los directivos y miembros de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, a Oxfam América Martin Diskin y el Comité de Selección por este importante premio que recibo con orgullo y humildad…y a ustedes por su amable compañía.
En el año 2007 Orlando Fals Borda fue designado orador de la Conferencia Conmemorativa Oxfam América Martin Diskin. Emocionado y feliz contó de los inicios de la Investigación Acción Participativa (IAP) en el departamento de Córdoba al norte de Colombia, lugar de donde yo soy. Habló de las convergencias y divergencias con otras disciplinas sociales, de la aplicación que la caracteriza y del avance y aceptación que ha tenido en numerosos lugares de América Latina.
No ocultó su preocupación por la grave situación que vivían estos pueblos nuestros, sabía que cualquier propuesta, por justa y válida que fuera, era difícil y a veces imposible llevarla a cabo a corto o mediano plazo. Por eso dijo al final de su intervención, con algo de tristeza en sus palabras: “Los esperaré en el desocupado limbo al que probablemente llegue en un día de estos para seguir observando juntos, no sin nostalgias, el renacer de este todavía hermoso globo azul”.
El año siguiente, el 12 de agosto, falleció Orlando. Sus restos, junto con los de su esposa María Cristina Salazar, reposan en los predios de la Universidad Nacional en Bogotá, de donde fueron profesores.
Hace 52 años, el grupo que crearon Orlando y otros investigadores sociales, llamado Rosca de investigación y acción social en Bogotá, decidieron poner a prueba las tesis, técnicas, principios y propuestas que venían proponiendo y defendiendo incansables en círculos del magisterio, intelectuales, académicos y algunos grupos indígenas. Orlando escogió, por distintas razones, hacer parte de la lucha por la tierra y otros derechos que libraban campesinos organizados de Córdoba. Aquí, en las primeras conversaciones con los líderes tuvimos la oportunidad de encontrarnos y hablar. El acuerdo entre nosotros y con los líderes fue inmediato. Recuerdo muy bien a Cleovis Flores, Arcadio Durango, Lucas Ramírez, Alfonso Salgado y Moisés Banquet, puros labriegos, resueltos, de apariencia pacífica, muy parecidos a los habitantes del pueblo no tan imaginario de Macondo.
Fueron tres años seguidos e intensos, acompañando, aprendiendo y compartiendo con los líderes y gran número de miembros de base. Con frecuencia recuerdo una y otra vez a aquellos que estuvieron más cerca de mí por razones de vecindad, compañerismo y convicción… venciendo miedos, dudas, riesgos e incertidumbres, temerosos por la suerte que les tocaría recorrer a las esposas e hijos en caso de detención, muerte o desaparición. Pero en el fondo confiados y contentos en volver realidad el sueño justo de tantas familias campesinas de tener la parcela merecida y junto con otras y otras más hacer posible la formación de comunidades provistas con escuelas, puestos de salud, plazas de juegos y festejos, caminos de entrada, muchos pájaros y flores de monte. Y en las noches de verano con el cielo estrellado y la brisa refrescando las palabras, ellos, ya viejos, les contaran a los hijos y nietos, tomándole las manos a la compañera fiel y abnegada, con voz entrecortada, cómo fue posible conseguir lo que buscaban.
Al final hubo logros, pero no todos lo obtuvieron. Hoy en día me encuentro con algunos ya retirados de estas actividades, otros haciendo parte o promoviendo organizaciones populares en barrios o veredas pobres, colaborándoles a los hijos o hijas en pequeños negocios de subsistencia, recordando la experiencia sin arrepentimientos y algo de orgullo, lamentando lo negativo que resultó dividir organizaciones sin tener en cuenta las consecuencias como sucedió con la organización campesina en Córdoba y el país.
“Pero en el fondo confiados y contentos en volver realidad el sueño justo de tantas familias campesinas de tener la parcela merecida”
Una experiencia de este tipo y alcance demandó el esfuerzo y colaboración de otros miembros y participantes. Quiero destacar el apoyo recibido de compositores y cantantes de conjuntos musicales populares (Máximo Jiménez), narradores literarios (David Sánchez Juliao), el dibujante (Ulianov Chalarka) y el miembro Franklin Sibaja, todos ya fallecidos pero recordados, además de grupos de teatro, estudiantes, profesores y sindicalistas que no escatimaban esfuerzos y sacrificios por colaborar.
Los frutos recogidos y la división
El compromiso inicial que asumimos con el movimiento campesino fue indagar sobre anteriores luchas agrarias llevadas a cabo en el departamento que de una u otra manera nos suministraran información útil para impulsar las que estaban en curso. Con sorpresa encontramos organizaciones que lucharon por la tierra con una concepción novedosa y democrática a las que llamaron Baluartes durante el período 1918-1926.
La historia de estas luchas e innovaciones fue sumamente importante. Conocerlas, divulgarlas y compartirlas fue motivo de enseñanza y valoración de las luchas campesinas. De la recopilación de esta y otras experiencias nacieron los folletos ilustrados o cómic, elaborados por el artista e investigadores. Me refiero a Lomagrande, Tinajones, El Boche y Felicita Campos.
En su elaboración intervino un equipo integrado por fotógrafo, dibujante, investigadores, dirigentes y bases campesinas. Y junto con las proyecciones de filminas, programas grabados en casetes, cuentos, teatro y títeres hicieron parte de las técnicas o modalidades de la IAP que desde entonces utilizamos en muchas partes para compartir la información recogida en las comunidades y conservada en baúles, escaparates, canastos de fibras naturales, archivos particulares y oficiales y en la bibliografía local y regional. Después empleamos los programas de radio, columnas periodísticas, documentales, fotografías, libros, revistas y en la actualidad, de acuerdo con el medio y características de la comunidad o grupos, los medios tradicionales y digitales, cursos y talleres.
Hubo un hecho que nos conmovió a todos. En algunas reuniones previas a las tomas u ocupaciones de tierra logramos la presencia de Juana Julia Guzmán, la protagonista de las luchas agrarias de los años veinte. Cuando la encontramos era entonces una anciana de 72 años de edad, flaca, enferma, ignorada, recogida por la hija de una antigua compañera de organización, habitando en una choza humilde de barrio pobre. Ante su presencia y su voz los campesinos dispuestos a la lucha no sabían si llorar o abrazarla…la oyeron con vehemencia…al día siguiente, cuando marchaban a la toma, una nueva razón los acompañaba: la historia, la memoria y los recuerdos, recogidos y compartidos, les confirmaban que la tierra donde se dirigían había sido ocupada, habilitada y cosechada por parientes en épocas anteriores que luego perdieron o les arrebataron personajes con maniobras que desconocían. Por esta razón a algunas tomas las llamaron recuperaciones.
Era tanta la agitación que vivía el campo con movilizaciones, controversias, presencia de grupos armados y la masiva participación y apoyo de la población y organizaciones urbanas que líderes políticos con influencia en el movimiento creyeron estar en el momento propicio para que el movimiento campesino definiera las políticas agrarias.
Así, apareció la idea del congreso nacional de la asociación campesina celebrado en Bogotá en 1974 donde sucedió la división del movimiento. Los distintos grupos de influencia en la organización no pudieron resolver sus diferencias políticas e ideológicas ni orientar hacia dónde dirigir el movimiento. A esto sumamos las falsas acusaciones contra Orlando por recibir recursos del exterior para adelantar investigaciones y la intención de algunos dirigentes e intelectuales de convertir la asociación en grupo político. De esta manera perdimos la posibilidad de convertir la asociación en una fuerza social importante, de las más importantes de América Latina.
Como era lógico el efecto llegó a nosotros, la Rosca en Bogotá y la Fundación del Caribe en Córdoba, clausuraron sus actividades; los grupos políticos más importantes al interior de la asociación quedaron fraccionados o debilitados y la misma asociación como tal no ha podido recuperarse.
Continúa la búsqueda
Terminada la experiencia con Orlando y el movimiento campesino tomamos rumbos parecidos pero diferentes: él, sistematizando lo realizado, ordenando archivos, promoviendo los logros alcanzados en congresos nacionales y mundiales, vinculado a grupos políticos progresistas, hablando de ordenamiento territorial en la Constituyente de 1991 y elaborando los cuatro tomos de la Historia doble de la Costa.
Por mi parte continué haciendo IAP, periodismo y empecé la de docencia universitaria. Primero a nombre de la Fundación del Caribe y luego, hasta el presente, como Fundación del Sinú y Universidad del Sinú. De estas labores salieron mis primeros libros: Origen de las luchas agrarias en Córdoba (1981), Montelíbano, pasado y presente (1981), La Investigación Acción Participativa en Córdoba (1983), Puerto Libertador, pasado y presente (1985), Pueblos de ciénagas, cuenca del río Sinú (1986), entre otros.
“A esto sumamos las falsas acusaciones contra Orlando por recibir recursos del exterior para adelantar investigaciones”
El departamento y la región han vivido el conflicto armado, la pobreza y exclusión desde antes de la IAP. Desde su inicio y desarrollo no hemos dejado de aplicarla y tratar de enriquecerla. En cada etapa por la que ha pasado el conflicto hemos intervenido con análisis y propuestas a través de investigaciones, publicaciones y foros abiertos a todos los interesados. A pesar del temor y el peligro hemos logrado sortear momentos y circunstancias difíciles
En síntesis, la experiencia en general fue satisfactoria por los conocimientos y vivencias adquiridas. Se encuentra recogida desde hace mucho tiempo en archivos, libros, folletos, cartillas y artículos de Orlando, míos, otros investigadores nacionales e internacionales y últimamente en el libro El Cobarde no hace historia de Joanne Rappaport publicado en el 2021 por la Universidad del Rosario.
Vivir la experiencia
Esta experiencia vivida en toda su intensidad durante tres años, marcó definitivamente el curso de mi vida y la de mis compañeros hasta el presente. Desde entonces toda nuestra actividad de investigación social, docencia, periodismo y literatura, intelectual y humana, reunida y esparcida en libros, folletos, videos, cartillas, revistas, programas de radio, charlas, organización de concursos y conversatorios nos han proporcionado una manera de ver, sentir, entender, compartir, vivir y proyectar las realidades de muchas familias, sectores sociales, organizaciones y comunidades y junto con ellas hemos trabajado buscando el bienestar general.
Al final los logros obtenidos superaron estas y otras circunstancias y hoy, como lo demuestra Joanne en su libro, la IAP es una alternativa no solo nacional sino internacional. Con el paso del tiempo su aceptación y aplicación en múltiples condiciones, comunidades y territorios ha permitido enriquecerla como método, como filosofía humanitaria o razón de ser y como modo de vida. Hoy es común hablar de recuperación crítica de la historia, divulgación sistemática, cultura anfibia, sentipensante, entre otros conceptos.
Los procedimientos actuales para obtener información, conservar, divulgar, compartir, sistematizar y aplicar con eficacia para el servicio común son cada vez más numerosos y posibles de acceder a ellos. Indiscutiblemente ha faltado más el uso creativo y de beneficio social de la tecnología actual.
La filosofía humanitaria es el ejemplo de Orlando y otras personas, conocidas o no, que, a través de su vida basada en la sensibilidad social, reflexión, creatividad, búsqueda permanente de consensos, rechazo a la violencia, sencillez, sentido común y dignidad nos deben llevar a una sociedad más justa y comprensiva. Es una concepción de paz, verdad y superación comunitaria.
Y el modo de vida es el que aprendemos o debemos aprender de las comunidades o grupos con las que trabajamos o vivimos por diferentes o contrarias que sean, es el vínculo sincero con la naturaleza y la razón que nos hace solidarios, justos, espirituales, convencidos de la posibilidad de crear y disfrutar el arte, los conocimientos, los juegos y por consiguiente la familia y la superación personal… en otras palabras todo lo que dice, piensa, siente, desea y actúa él o la sentipensante como miembros de una comunidad mejor para todos.
Los pueblos anfibios
Uno de los casos que más nos llamó la atención fue el de los pueblos anfibios, los situados alrededor de las ciénagas Grande, El Cerrito, Betancí, Martinica y El Vidrial. Esa manera particular que tenían estos pueblos de ver, sentir, conocer y juzgar el mundo y la vida nos llamó la atención desde un principio. Desde nuestros primeros viajes cuando percibimos esa cultura que les permite cambiar de actividades, de creencias y sentimientos con el simple paso de las estaciones de invierno y verano. Y el hecho de que las familias hayan podido sintetizar el conocimiento, la experiencia, los valores éticos y morales en una lista inacabable de dichos, refranes y proverbios. Y que los santos y santas que han hecho a imagen y semejanza de sí mismos los han encontrado sin buscarlos en cualquier lugar y en cualquier objeto. Y todo este discurrir de su existencia sencilla y sosegada no se perturba con chiflidos de brujas, ni oraciones indescifrables de santiguadoras, ni señales del porvenir que deja el residuo del tinto en los pocillos, los sudores de tigre de los yerbateros y curanderos de llagas y empautos. Aunque en lo más profundo del corazón presientan que sus pueblos, sus creencias, sus muertos y sabiduría no tienen porvenir seguro en este mundo de cambio permanente que deja acabar el pasado sin entender lo que significó para todos.
Fue este ritmo de vida y este vínculo directo con la naturaleza lo que quisimos conocer y comprender. Después nos enteramos que son más de doscientos mil personas las que viven en permanente familiaridad con las ciénagas, regadas en unos cien pueblos que están ahí, como si el hecho de vivir en estos lugares hubiera sido obra de un juego de dados que tiraron la noche anterior de llegar al mundo.
Y nos tocó recorrer a la mayoría de ellos. Y en el lapso de casi dos años pudimos llegar al fondo de esta cultura cienaguera. Y no podemos negar que nos impactó. Nos llegó al alma su soledad y su dolor de sentirse olvidados por todos. Lo que más nos impresionó fue el dolor y la nostalgia de los viejos, de ellos que todavía sienten que todo cuanto hicieron se estaba perdiendo irremediablemente.
Con muchos de ellos armamos la historia, tratamos de explicar los hechos increíbles que suceden con demasiada frecuencia y pudimos detallar, lo más menudito posible, el alma de estos moradores desdichados.
Justo en estos viejos entendimos por primera vez lo que querían decirnos. Con el brillo de los ojos, los ademanes de las manos, en la agitación de los pechos cansados, con la voz que a veces parecía sollozo y los rostros de trabajos y ternuras, nos pidieron una y otra vez que recogiéramos todas sus palabras y las regáramos por los otros pueblos porque contar el pasado es como aliviar un poco la carga del futuro.
Y en este oficio de recoger y regar andan nuestras vidas. Bueno o malo el camino escogido tiene sus satisfacciones: complacer en parte el deseo de los viejos de los pueblos de ciénaga y tratar de entender por qué la realidad nuestra no tiene nada que envidiar de la magia ni de los sueños, solo requiere que estemos dispuestos a entenderla y valorarla.
De regreso a los pueblos anfibios y confinados
Como es nuestra costumbre y principio, siempre tratamos de regresar a los lugares y comunidades donde hemos participado de una u otra manera. Contactamos a antiguos o nuevos participantes con edades, estudios, género y oficios diferentes; preparamos reuniones o encuentros de información, intercambio, análisis y propuestas para llevar a cabo; revisamos resultados de acciones anteriores y planeamos actividades a corto y mediano plazo con evaluaciones periódicas. La divulgación de estos procesos y resultados por distintos medios es fundamental.
Los pueblos confinados en Córdoba y el país son incontables y el confinamiento no solo es la restricción de movilidad de una comunidad por grupos armados llamados guerrilla, paramilitares, disidencias, delincuencia organizada o el narcotráfico. Controlan con órdenes, prohibiciones, sanciones, castigos, sentencias de muerte, códigos sociales, familiares y personales, normas de seguridad, pago de impuestos a actividades económicas de todo tipo: agrícola, minería, ganadería, extracción de madera, mototaxismo, tiendas, restaurantes, sitios turísticos, cultivos de coca, préstamos de paga diario o gota a gota, distribución y consumo de cerveza, billares, arriendo de tierras, cultivos, puestos ocasionales o fijos en sitios públicos, drogas, circulación o estacionamiento de vehículos, las expresiones artísticas y culturales, la diversidad de género y abuso sexual, la justicia, seguridad, libertad y dignidad.
Tenemos pueblos con más de treinta o cuarenta años de sometimiento a uno o varios de estos grupos. Los cambios ocasionados en las comunidades y territorios son fáciles de percibir en las costumbres y gustos personales, en la mente y espíritu individual y familiar, el pasado y el presente se confunden y el futuro parece no existir.
Es otra realidad, a veces aparente, pero basta ver a la mayoría de sus habitantes para descubrir en sus voces calladas para no ser escuchadas, en sus sonrisas forzadas, en sus ojos apagados y en las despedidas, la imagen perturbadora de la amenaza y lo desconocido, la duda y para algunos, incluyendo jóvenes y adolescentes el final de sus vidas.
“Controlan con órdenes, prohibiciones, sanciones, castigos, sentencias de muerte, códigos sociales, familiares y personales, normas de seguridad, pago de impuestos”
Después de estos informes que escuchamos atentos y con el espíritu un poco reposado para poder asimilar todo lo dicho, compartimos y apoyamos lo que piden y reclaman: que sus vidas tan antiguas y llenas de recursos no queden reducidas a promesas y consignas; que en vez de violencias y desmanes halla acuerdos y colaboración; que las divergencias y 11 diferencias sean valoradas como otros puntos de vista, también interesantes y factibles de coordinar mediante acuerdos; que los líderes sean conscientes y creativos y no mensajeros ni portadores de promesas; volver a lo local, redescubrir la comunidad y el territorio, la familia y la superación personal; en los análisis y obras tener siempre en cuenta la visión integral; convertir el territorio y la comunidad en un campo de juegos, lúdicas y creaciones de todo tipo para las diferentes edades; estimular las cualidades y habilidades de los pobladores para elaborar obras literarias, musicales y de cualquier otro tipo; disponer de archivos que conserven la historia y los episodios importantes de la comunidad; institucionalizar materias de estudio en los diferentes grados que aseguren los propósitos aquí contenidos.
De vuelta a casa seguimos pensando en nuestra labor. La situación que nos planteó Orlando hace 15 años no ha mejorado en Colombia, América Latina y otras partes del mundo. En este caso ¿qué podemos y debemos hacer? Cada uno tiene su respuesta. Compartámosla por favor. En nuestro caso, este premio es sin duda alguna un gran estímulo para continuar nuestro trabajo. A ustedes y a LASA, muchas gracias.
Bogotá, Colombia- de junio 2024