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Para conseguir justicia hay que borrar las carimbas mentales

Tomasa Medrano, maestra de la etnoeducación en Urabá, reflexiona sobre el papel de la educación en función del establecimiento de una justicia ancestral afrocolombiana.

Por: Mario Aguiar Ch. Coordinador de proyectos Río Abajo – Urabá

La justicia ancestral afrocolombiana está en construcción. Se trata de una forma especial de aplicación de la justicia que contemple desde la perspectiva étnica mecanismos de solución de conflictos desde la armonización en los territorios afrocolombianos, raizales y palenqueros, especialmente en los consejos comunitarios afrodescendientes. Para ello se trabaja en la sistematización de experiencias y en la descripción de los procesos con los cuales se interactuará con el Ministerio de Justicia y, por supuesto, con los organismos legislativos y judiciales del país para darle plena vigencia a este loable proyecto.

Uno de los campos que juega un papel fundamental en este sentido es el de la educación y por lo tanto es clave tener una lectura de la situación actual y sobre las necesidades futuras que allanen el camino y que garanticen una apropiación real de esta que sería una justicia especial, diferenciada de la ordinaria. Para ello, nada mejor que explorar el tema con quien lo ha estado trabajando por largo tiempo, como es el caso de la maestra Tomasa Medrano. Ella es profesora de secundaria, lideresa social y estudiosa del tema.

Tomasa Medrano nos recibe en su casa. Es un espacio barroco, como puede ser la herencia africana, vasijas de barro y piezas de madera en los pasillos; cuadros y objetos que van desde los destinados a la contemplación hasta los específicos de culto. Todo esto a juego con una mujer de cuerpo robusto, una señora grande como su compromiso con el trabajo por la etnia en Urabá y en el país.

«El panorama que tenemos no es halagüeño, pero lo primero para cambiarlo es reconocerlo»

La maestra Medrano aborda serenamente los que nos convoca: la justicia ancestral afrocolombiana. Para ese fin ella misma se pregunta: “¿Hasta qué punto nuestra justicia ancestral ha ido acercándose a tener una estructura, una credibilidad, un respeto por parte de la justicia ordinaria, para que se considere lo que queremos y lo que hacemos dentro de nuestro territorio?”

El primer diagnóstico que surge es que a nuestro contexto, “…las universidades y la institucionalidad en educación llegaron mucho después que a otros territorios. Entonces hay una deuda en educación. Para poner a nuestras gentes al nivel de otras comunidades -sugiere Medrano- hay que dar becas, hay que permitir que nuestros jóvenes puedan pasar a las universidades con la suficiencia académica, pero con contemplación del contexto en el cual se han educado. Y no es decir:  ‘es que tú tienes menos conocimiento’, es más bien que las condiciones a las que él o ella han estado sometidas son distintas a las de los demás, que han tenido muchas otras oportunidades”.

En cuanto a la formación en cátedra afrocolombiana, tampoco hemos avanzado mucho, pero como en cada caso, de la carencia podemos hacer una oportunidad. Dice la profesora: “La cátedra de estudios afrocolombianos, el Ministerio de Educación la estatuyó, a través del decreto 1122 del 18 de junio del 1998. Y está inmersa en el campo de la etnoeducación. Y cuando hablamos de etnoeducación, es una educación específica dirigida a un grupo étnico en particular. -Nos habla de su caso- yo puedo hacerlo con comunidades indígenas o con pueblos afro, entonces en el caso de la cátedra lo que se pretende es primero que la persona se contextualice, que se responda ¿quién soy?, ¿de dónde vengo? Lo primero es el auto reconocimiento, porque este ha sido un problema en el país. Por eso cuando se hacen los censos aparece que somos 7 millones, que somos 10 millones o cualquiera otra cifra, porque la gente no se reconoce. Primero porque piensan que lo afro está únicamente en el tono de la piel, y si son un poco claros entonces ya no se sienten afrodescendientes.”

Lo que la maestra Medrano hace para sobrepasar en su aula el escollo de la autorepresentación, lo describe así: “Lo primero es elaborar un árbol genealógico y a partir de allí empezar a tejer esa historia que nos contaron mal o bien -y resalta-, a través de la escritura los pueblos se invisibilizan. Nosotros vemos muchos libros de historia, literatura y solo nos encontramos en libros que hablan de la esclavización. Pero entre los científicos, los poetas y escritores, no nos encontramos, aunque los hay.   Estudiamos sobre otros, pero no sobre los nuestros. Entonces, uno de los temas que se deben tener en cuenta para la justicia ancestral, es la visibilización de lo que ha hecho la gente negra para el desarrollo del país en todos los escenarios, entonces mediante esta cátedra levantamos el legado de autoestima de nuestra gente”.

El panorama que tenemos no es halagüeño, pero lo primero para cambiarlo es reconocerlo, y en esa tarea está la profesora Medrano, y a ese interés obedece también la propuesta del proyecto Miradas de Justicia, de la Corporación Río Abajo, Cultura y Comunicaciones, que, con el apoyo de USAID, busca consolidar colectivos de comunicaciones, capacitar a los existentes e impulsar acciones que pongan en la agenda de discusiones en lo local y en instancias nacionales temas de importancia capital como lo es el reconocimiento de las diferencias culturales del país y que de allí derive, en este caso, el progreso de las acciones para establecer una justicia ancestral para los pueblos negros, afrocolombianos, raizales y palenqueros, NARP.

En cuanto a las acciones positivas para conseguir este fin, la lideresa Medrano propone, como primera medida: “Destacar el papel de la mujer en ese proceso formativo para acercarse al concepto, por ser reflexivas, sensibles. La inclusión de las mujeres ha cambiado las dinámicas de las guardias cimarronas en el palenque de San Basilio y también en las experiencias de justicia diferenciada en el Cauca. Debemos dar participación a ambos géneros, pero separar los roles para destacar que el de la mujer resalta por su vocación conciliadora”.

Por otra parte, hay que cualificar docentes y trabajar con directivas para que le den el lugar adecuado en el plan de estudios a la cátedra de etnoeducación: “Lo triste de la cátedra -dice Medrano- es que salió en el 98, y es obligatorio implementarla en todos los establecimientos educativos públicos y privados del país, pero hay algunas instituciones donde ni siquiera saben que existe, y si lo saben, se la dan a un profesor como relleno, que en ocasiones actúa pensando: ‘Vamos  a poner a estos negros a que brinquen y  a que bailen’. Esos son profesores sin la adecuada preparación y compromiso”.

Tomasa Medrano, profesora de secundaria, lideresa social y estudiosa del tema.

 Ella cita al maestro Manuel Zapata Olivella, quien “hablaba en uno de sus libros de carimbas mentales, haciendo referencia a esas marcas de esclavización que aún hacen que la persona tenga una autoestima que no le permita ni siquiera soñar. Entonces hay que sacar esas carimbas -asegura la Maestra-, de que no podemos o de que solo podemos hacer estas cosas, solo podemos jugar fútbol o bailar, pero no podemos hacer por ejemplo ciencia, y esto se debe a la falta de visibilización. Yo veo que esta cátedra es también revolucionaria, porque te ubica – Afirma-. Yo he logrado encontrar estudiantes que no se aceptaban, no querían a su familia, les parecía fea su comida, su cabello, no lo lucían, y a través de la cátedra los he visto más empoderados, los líderes que han surgido, los vemos con ganas de estudiar otras carreras, de quedarse aquí, pero haciendo más productiva la estadía”.

Y finalmente propone un reconocimiento y divulgación de los saberes ancestrales. Básicamente es que la justicia diferenciada debe estar apuntalada allí. “Es una manera importante dentro de nuestra justicia, porque nuestros curanderos, nuestros yerbateros, nuestros sabedores también están como mal vistos en términos generales, y quienes acuden a ellos y ellas los ven como si estuvieran escasos de cultura. Hay una señora que hace rezo para la lombriz, para el mal de ojo y la gente cuestiona la existencia de esos males y cuestionan también las formas de nuestros sabios. Entonces veo importante que estas prácticas ancestrales estén incluidas en la justicia ancestral”.

Con la maestra Tomasa Medrano se puede pasar tiempos aprendiendo de su sabiduría en relación con temas étnicos, a ella debemos recurrir una y otra vez porque tiene el conocimiento y lo deriva no solo de la observación sino de la vivencia.

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

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