A reforzar el Pacto por una Colombia Humana
¡La frase parece manida, pero es! ¡ahora o nunca! Se debe optar por el triunfo toda vez que el Pacto Histórico es en la actualidad, el partido más importante en Colombia.
Juán Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién
¡Claro que se hace necesario refundar el Pacto Histórico lejos de componendas y cacicazgos!
Pensar que por el sólo hecho de participar ya se cumplió el objetivo, es entregar las armas en la lucha por una democracia que apenas se empieza a construir. Las bases están siendo convocadas y organizadas mientras muchos líderes anhelan curules y negociados, haciendo loor a la pantomima del político de izquierda confuso ante el planteamiento de un poder que no alcanza a vislumbrar, tal vez porque aún no está preparado para asumir el reto, y en muchos casos al sentir tan cerca las mieles del erario, el fantasma de la corrupción lo tienta para caer en la marginalidad de la delincuencia. Otros, resentidos por el desprecio de las élites, no pueden con la responsabilidad planteada y optan por un desquite de respuestas toscas y gestiones fallidas.
Estar a la altura de los planteamientos y el compromiso de un caudillo como Gustavo Petro, es bien difícil, e implica una gran responsabilidad.
¡La frase parece manida, pero es! ¡ahora o nunca! Se debe optar por el triunfo toda vez que el Pacto Histórico es en la actualidad, el partido más importante en Colombia, por ello la necesidad de culturizar políticamente al electorado llegando, además, con una presencia efectiva del Estado a las áreas clásicamente excluidas fortaleciendo con hechos y realizaciones los beneficios de las reformas que tímidamente se han logrado.
Colombia necesita resurgir de un profundo atraso en todos los órdenes, y la labor del presidente necesita de replicadores comprometidos y de grupos de ciudadanos organizados que desde la base den cuerpo a una fuerza política capaz de derrotar por amplio margen a la oposición en las elecciones del 2.026; de lo contrario, estamos perdidos, y todo esfuerzo fue en vano.
Por fortuna ya se cuenta con un sólido apoyo en las redes sociales. Emisiones constantes de programas de opinión y noticieros que difunden los proyectos y realizaciones del gobierno, como también críticas certeras que develan errores de comportamiento político, salen continuamente al aire. Incluso el presidente ha sido consciente de ello y trata de subsanar y enmendar improvisaciones.
Figuras como el canciller Murillo, sobrio e inteligente o Carolina Corcho brillante y comprometida toda vez que cuenta con toda la experiencia como ministra al enfrentar lo más feroz de la corrupción empeñada en conservar el robo continuo en los servicios de salud, son personajes que podrían encarar un triunfo electoral. Personalmente creo que una figura como la doctora Corcho sería la indicada para tomar la rienda de la administración pública dado su conocimiento profundo de la problemática del país. Es estudiosa, sagaz e intuitiva y por su misma condición de siquiatra a sus cuarenta años, puede convocar a toda una juventud que clásicamente ha estado dormida y que necesita de un líder que la estimule y los llame a defender el país de toda la ignominia, que, al descuidarnos, se quiere perpetuar. Escuderos trabajadores y sensibles como Daniel Rojas ya batido en el vendaval de la recuperación de los predios a los testaferros de la mafia y las madrinas de los políticos emergentes bendecidos por el jefe paramilitar, tienen que estar dentro de las directivas del partido.
El conocer a fondo la realidad colombiana y el momento político actual -con una ultraderecha feroz y organizada en la manipulación mediática como apoyo a un analfabetismo político rayano y peligroso-, es un logro desde el cual podemos construir una esperanza y un programa de gobierno.
La educación y la aplicación de las reformas es fundamental y los logros y cifras que así lo sustenten, más aún. Con solo pensar en María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Fernando Londoño o Abelardo de Laspriella, se nos encoje el corazón y hace que nos esforcemos todos los días más por concientizar a la base social de la necesidad de un cambio. Labor ardua que nos compromete a pesar de las desdichas y de las críticas por parte de nuestros allegados, casi todos con ese pensamiento de clase segregacionista y sectario muy propio de las épocas en que un baño de sangre cubrió al país. No podemos permitir que eso se repita, y la única posibilidad es votando a conciencia, educando y mostrando hechos y realizaciones ya que la sociedad como todas se rige por el mero principio del placer: “si me siento bien o mejor, votaré por ese que lo logró”. De lo contrario, tendremos un índice de abstención muy grande y una clase media votando en contra del cambio… y seguiremos de mal en peor, vendiendo y feriando el país, saqueándolo y aplastando la nacionalidad en pos de la caricatura norteamericana, aquella que reza “consigue, consume y muere”