El Consejo de Ministros, la honestidad a prueba
Mostrar una realidad polÃtica sin ambages ni disfraces, exponer con toda la crudeza las dificultades administrativas, es hasta hoy algo al que el paÃs no estaba acostumbrado.
Juan Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién
El ser sincero ante la comunidad ( «pueblo») y mostrar las fallas y logros no obsta para exigir en un plazo perentorio una eficacia por todos lados bombardeada. Ha sido tanta la corrupción y la desidia que, sumada al influjo del narcotráfico, es imposible que en dos años largos se concrete más de ese porcentaje de ejecución. La lucha contra las murallas construidas durante doscientos años de vasallaje, atraso e hipocresÃa, sólo serán destruidas persistiendo en esa revolución y compromiso que se inicia en el corazón y en el amor por los más pobres, asà de simple. Suena a bobada de adolescente, pero sà no creemos en que Colombia es el paÃs de la belleza y potencia mundial de la vida, no hay nada qué hacer.
El presidente apenas ha logrado concretar un pequeño grupo de colaboradores honestos y comprometidos. Los demás son vestigios esperados de todo un andamiaje histórico hasta ahora muy difÃcil de erradicar.
Mostrar una realidad polÃtica sin ambages ni disfraces, exponer con toda la crudeza las dificultades administrativas, es hasta hoy algo al que el paÃs no estaba acostumbrado. Figuras como Armando Benedetti o Laura Sarabia, extraños protagonistas, sirve para que nos preguntemos si lo aparentemente grotesco no encaja en un equipo de trabajo.
¿No serán acaso remanentes o representación de una realidad colombiana muchas veces variopinta y necesaria? Sarabia es una joven brillante, representante de una juventud que tiene muchÃsimo qué decir, y Benedetti, un viejo lobo camaleónico curtido en ardides necesarios para abrir campo en un mundo de hienas supuestamente honestas y competentes. Pregunto: ¿Serán acaso competentes y honestos los polÃticos que cada año se roban 55 billones del erario? ¿Serán acaso aquellos que tienen a 20 millones de compatriotas con hambre y en una guerra constante que apenas ahora está haciendo crisis en sus verdaderas causas, los llamados a «salvar el paÃs»?
¿Serán acaso, aquellos gobernantes que claman por una guerra contra los hermanos venezolanos, los más honestos y pacÃficos? ¿O los que han llenado de cadáveres y hogares destruidos los campos y las comunas más pobres? No señores, el cambio que requiere Colombia se da con base en el amor y la solidaridad por quienes más sufren, en el compromiso por proteger nuestros recursos y nuestra soberanÃa; el haber entregado por 25 millones de dólares el istmo de Panamá- casi medio paÃs-, fue la demostración de que hechos históricos como ese -ahora cuando otra vez la garra imperial neofascista nos quiere estrangular-, deben ser rechazados, asà como el gobierno tuvo el valor de denunciar como crimen de lesa humanidad el genocidio en Gaza de cuyo territorio quiere el déspota imperial convertir en el «resort» más rentable del mediterráneo.
Como hemos dicho, los mandos medios en los diferentes ministerios e instituciones del Estado siguen oponiéndose y dificultándolo todo. Tal vez esperan en su inercia que termine la actual administración para seguir hincándole el diente al erario y mantener al paÃs en el atraso y la pobreza con el beneplácito de la élite corrupta y sumisa a las sustanciosas comisiones ofrecidas por los grandes conglomerados extractivistas que se quieren devorar el mundo.
La muestra de ayer en el Consejo de ministros, nos actualiza la realidad colombiana, pone ante nuestros ojos todo el asombro y la vergüenza de un paÃs enfermo, más no por ello digno merecedor de un mejor futuro.