Opinión

No es por decreto, es por cultura

Su vuelo es tan alto que el mismo cielo con el que ha soñado lo quiere devorar para llevarlo allá donde los mismos dioses moran confusos.

Por: Juán Fernando Uribe Duque /Opinión/ El pregonero del Darién

Aunque todavía no termina el período presidencial, la premura por nombrar fiscal y sacar a flote las reformas deja un estrecho margen de acción, pues las dificultades son muchas y la oposición (llámense fuerzas reaccionarias u oligarquía), está presionando cada vez más para que nada de esto se lleve a cabo.

El presidente ya da síntomas de desespero y el apoyo requerido no aparece ni dentro de sus más cercanos, tampoco en las cortes ni en el Congreso donde los debates que se reinician no muestran buenos augurios. Esperaría un apoyo popular, pero este no existe.

Las manifestaciones han sido desfiles sindicales orquestados por pequeños grupos de trabajadores sin ninguna mística y a nivel de las mingas y los estudiantes, escasamente se dieron unos arrebatos carnavalescos para intentar llenar la plaza de Bolívar en Bogotá y algunas calles aledañas: ya no está el frenesí del estallido social de hace tres años, hay apatía y la imagen del gobierno se está deteriorando cada vez más.

El nombramiento ante la FAO de un personaje cuestionado como Benedetti y el bamboleo burocrático de la joven Sarabia igualmente en la palestra pública, así como el juicio pendiente de su hijo por enriquecimiento ilícito al adueñarse de dineros mal habidos para la campaña presidencial, dejan el talante moral de la presidencia por el suelo. El ciudadano lo sabe y no perdona.

El pasado resultado electoral demostró que hay apatía y desconfianza, y de los once millones de votos muy pocos adhieren ya a un gobierno que empieza a resquebrajarse desde su mismo corazón. En los discursos presidenciales se advierte el desánimo y el resentimiento, ya el aplauso es escaso y el poco avance en las negociaciones de paz con una guerrilla traidora le resta simpatías, pues a la par que los golpes del ejército contra el Clan del Golfo son contundentes, el accionar contra las disidencias y un ELN vacilante y obcecado en seguir delinquiendo, es ambivalente y poco eficaz, tal vez porque en las regiones en donde actúa, el alma guerrillera es constitutiva y la población es hija de un fenómeno que lleva tres generaciones de consolidación genética y cultural.

Si bien los logros del gobierno en beneficio de los más necesitados y a favor del rescate de los recursos y valores culturales son evidentes, en el alma del votante urbano la imagen de Gustavo Petro y su gobierno han decaído, el apoyo cada vez decrece, el campesino sufre otra vez los dolores de la guerra y el Clan del Golfo vuelve a mostrar el talante paramilitar narcotraficante en franca disputa contra una guerrilla que parecería actuar auxiliada por un gobierno que aún no logra un pacto para desactivarla y que por confiar en una paz que no llega, la reactiva generando más guerra y decepción.

Es una ambivalencia peligrosa que, de no actuar, el ejército se sumiría en un mar de confusión solamente auxiliado por la esperanza de un acuerdo que todos sabemos se relaciona con la legalización y regulación del narcotráfico, por ahora prácticamente imposible.

El Gobierno está ante un problema colosal e inmanejable y ya hizo crisis. El narcotráfico y su expresión armada está en pugna y de los viejos objetivos políticos de una guerrilla permeada por la economía ilícita y sustentada por más de cincuenta años de accionar en ausencia de un Estado comprometido con el bienestar popular, creó un país fragmentado, excluido y abandonado que vio alguna esperanza en la actual administración, pero que se niega a ser convocado efectivamente, pues es incrédulo y desconfiado y que aun, tal vez por el mismo fenómeno de un analfabetismo político, se niega a dar el apoyo efectivo; también porque la ejecución ha sido poca, la corrupción mucha y la improvisación -como en la alcaldía de Medellín-, derivó en politiquería y desilusión.

Las reformas están en el limbo y ya se pretende darlas a luz mediante decreto: medidas desesperadas que llevan al caos y a la pugnacidad ante la carencia de un efectivo apoyo popular.

La labor del presidente ha sido la de un político genial comprometido y solitario. Su vuelo es tan alto que el mismo cielo con el que ha soñado lo quiere devorar para llevarlo allá donde los mismos dioses moran confusos.

Es cuestión de cultura política, y la Colombia que dejó de soñar todavía está pendiente de Maluma y el Super Bowl…

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba