Con la crisis expuesta
La radiografía es precisa y no puede ser más real: somos un narcoestado edulcorado con un bagaje ideológico que todo lo permite, todo lo perdona y todo lo disfraza, hasta la misma guerra.
Juán Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién
Por todos lados revienta la corrupción y la dependencia del narcotráfico. Ya está plenamente comprobado, incluso advertido por dignatarios de USA con los que estaba reunido en Cartagena, que había un complot para atentar contra la vida del presidente en los estrados del desfile del 20 de julio. Iban a asesinarlo como lo hicieron con Anwar el Sadat hace algunos años.
No lo soportan, ya no lo toleran, más de 700 toneladas de cocaína confiscada les daña los negocios y ya necesitan eliminarlo: recordemos que el 40% de la economía colombiana depende del lavado de activos y actividades como el comercio informal, centros comerciales como El Hueco y chazas callejeras prácticamente son sus derivadas directas.
Los políticos adscritos al paramilitarismo y todo un congreso que se opone a las reformas -excepto cuando la misma corrupción campea sobornando-, son claros alfiles del delito y falta de amor por Colombia.
La radiografía es precisa y no puede ser más real: somos un narcoestado edulcorado con un bagaje ideológico que todo lo permite, todo lo perdona y todo lo disfraza, hasta la misma guerra. Y aún tienen la osadía de negarlo e insistir en que el problema es el “comunista guerrillero y castrochavista de Petro”, epítetos ya pasados de moda.
Petro es una piedra en el zapato, pero los quince logros evidentes y palpables puestos en la vitrina de los medios en la última alocución, hablan de una gestión que, a la mitad del mandato, ya despeja el camino para aprobar las reformas y así devolver al país y al pueblo, la dignidad y el decoro.
El resto del mundo ya conoce a Colombia y también sabe que hemos estado en manos de unas élites permeadas durante cincuenta años por la cultura y el dinero del narcotráfico con la consiguiente historia social y política de guerra y saqueo.
Día a día explotan escándalos y evidencias; la guerrilla remanente como brazo armado de una disidencia narcotraficante esta activa y lucha por conservar el negocio, pese a las condiciones de sometimiento y perdón.
A su lado un empresariado vacilante entre la aceptación de un acuerdo constructivo o el afán de seguir por el lado de la indiferencia y la codicia, se niega todavía al apoyo mediático de los resultados de la gestión gubernamental. Si tan solo informaran con objetividad, pero se niegan a difundir para conservar la pauta y chapalean furiosos tratando de desvirtuar y desinformar.
El Pacto Histórico si quiere conservar la dirección del Estado tiene que entender que el movimiento y los acontecimientos que llevaron a Gustavo Petro a la presidencia tienen que tomar caminos y construir grupos de ciudadanos con una educación política continua para hacer frente en forma eficaz al embate de los medios y la ideología codiciosa derivada del narcotráfico: Lo que hemos llamado el Inconsciente Delincuencial Colectivo y el Síndrome del Condominio caracterizado por el individualismo y la apatía hacia el “Otro”, son ahora los distintivos de una clase que medra entre la ignorancia y la manipulación.
En Europa aman a Petro, lo respetan y le agradecen sus planteamientos para evitar el “final de los tiempos” y mostrar siempre orgulloso la imagen de Colombia el País de la Belleza, el país multicultural, donde se hablan más de cuarenta idiomas y la variedad étnica es maravillosa. En eso precisamente radica el cambio: en mostrar al mundo la multidiversidad y el propósito de inclusión generando oportunidades y garantizando los derechos básicos lejos de la corrupción y la codicia de unos pocos que se tomaron para sí el Estado.
Empezamos los dos últimos años de gobierno con toda la crisis expuesta, ya sin tapujos y disfraces, y por fortuna, con una Fiscalía activa emitiendo acusaciones y compulsando copias.
Nota: ¿Qué se le espera a Oscar Iván Zuluaga? ¿Será inocente? Se abre de nuevo el caso Odebrecht… y ya casi es la Cop 16.