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PANEGÍRICO.

10 de Septiembre de 2024

Por: Jorge Armando Betancur Jimenez / La Morocha, Envigado

Homenaje a Francisco Javier Lopera Restrepo.

«Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar  ni con las aguas de un rio…»

Alberto Cortés.

Conocí a Pacho en los claustros de la Facultad de Medicina de la UdeA en 1970. Era mi compañero de la carrera y ambos coincidíamos en muchos aspectos; origen humilde, campesino, de familias numerosas y unidas, que habíamos llegado al sueño de la Universidad de Antioquia con grandes esfuerzos personales y familiares, soñadores, con una clara meta y con un compromiso con nosotros y los nuestros. Teníamos claro que no defraudaríamos a quienes nos habían llevado hasta allá, nuestros padres, y que algún día les restituiríamos con creces sus grandes esfuerzos.

Entablamos estrecha amistad que se reforzó con las vacaciones periódicas en la casa de su familia en Yarumal, en la que nos recibían con gran calor humano y amor (familia numerosa, unos padres increíbles, y unos hijos e hijas adorables y adorados)

De manera poco constante se unió a un excelente grupo de diletantes, bohemios e intelectuales del cual yo hacía parte y con el cual tuvimos sesiones maravillosas de poesía, lectura, música y paseos al campo. Con el tiempo, mis actividades políticas me llevaron a invitarlo a grupos de estudio de economía, política, filosofía, psicoanálisis, esta última hecha y reforzada por nuestros maestros de Psicoanálisis, quienes luego nos llevaron a fundar lo que hoy es la Facultad de Psicología de la Universidad de Antioquía. (Joel Otero Álvarez y Juan Fernando Pérez Sánchez, insignes Maestros a quienes les debemos tanto…)

Después de su año de servicio social obligatorio rural en Acandí, exótico pueblo en el legendario y olvidado Chocó, tomó su rumbo ya predestinado, a la especialización en neurología, creo, la más brillante decisión de su vida, la que lo hizo, desarrolló, emocionó, y le pródigo sus mayores éxitos y satisfacciones. Se fue a Bélgica a completar su sabia idea de compaginar mente y cerebro, neurología y psicología, a ser consecuente con su formación de biología y mente… a homenajear a su Maestro Sigmund Freud, a su ídolo Pavlov.

Su incisivo espíritu observador lo llevó a ver en la rutinaria consulta, hechos para muchos desapercibidos. Un ademán, un gesto un olvido, un dato de la historia familiar, un hallazgo en el examen clínico, ¡y… eureka!  el olvido de uno, de varios, del paciente y sus ancestros.

Me llega a la memoria nuestro primer encuentro con Sigmund Freud: «Psicopatología de la vida cotidiana», magistral texto dedicado a los olvidos, esos olvidos inocentes, rutinarios, casuales…hoy tal vez Francisco recuerda y cuestiona, pero son dos caminos diferentes, el olvido cotidiano y el olvido progresivo, inclemente, perenne, el que Lopera buscó, analizó, escudriñó, y trató de enfrentar con sus investigaciones,  que no solo buscaron explicaciones sino, y principalmente, soluciones para el Alzheimer. Para Francisco Javier el asunto no fue solo científico, su ilusión siempre fue hallar una solución, una cura; y para ello logró grandes avances que otros mañana podrán culminar.

Hoy con los muy decisivos pasos de Lopera y su excelente Grupo de Neurociencias de Antioquia (GNA) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, que se inventó, creó, desarrolló y alimentó con pasión, tesón, persistencia y sabiduría pronto la ciencia gritara Eureka, tenemos el control del Alzheimer…

He sido por todos estos tiempos su Amigo, con él, Clara Mónica su esposa, coequipera y apoyo, Karina su adorada hija, Gloria Gómez, Gustavo Saldarriaga y sus hijas, mi esposa Mónica Cuartas hemos hecho una hermosa relación que perdurará por los tiempos indescifrables e ineluctables…

Libardo Antonio Vasquez Quintero

Programador y diseñador web. Con más de 20 años de experiencia en el sector audiovisual, soy apasionado por las comunicaciones. Defiendo las ideas libres y el pensamiento crítico. Soy fiel creyente en la utopía de ver una Colombia en paz.

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