Opinión

Israel y Estados Unidos, una escabrosa pero fructífera relación

Como es costumbre entre “hermanos” de esta estirpe, Estados Unidos, Israel y otros occidentales se espían entre ellos.

Juan Hernández Machado*/Opinión/El Pregonero de Darién

Hoy, cuando el genocidio del gobierno de Israel contra el pueblo palestino, que ha ocasionado más de 41 mil muertos- en gran medida mujeres y niños- genera noticias de primera plana desde hace once meses, muchos se refieren, como es lógico, a la relación de Israel con el gobierno de los Estados Unidos.

Decimos lógico porque desde el mismo 7 de octubre del 2023, cuando el movimiento palestino Hamas lanzó su ataque contra Israel, Estados Unidos se ha convertido en el principal sostén militar y de inteligencia para que el régimen sionista pueda llevar a cabo su genocidio en la Franja de Gaza, que ahora está extendiendo a la Cisjordania ocupada.

Por mucho que han tratado de ocultarlo o de desvirtuarlo, la verdad ha salido a flote más temprano que tarde.

Y, como también es lógico, esto genera muchos comentarios y opiniones. Que si Israel es un títere de la política estadounidense; que si a Israel no lo puede controlar nadie; que si el presidente estadounidense Biden le dará un ultimátum al primer ministro Netanyahu de Israel para que termine las acciones. En fin, opiniones hay como tantas personas las quieran emitir.

Sin embargo, más allá de los deseos particulares de cada cual, de sus conocimientos sobre el tema o del partido que quiera adoptar a favor de uno u otro contendiente, los hechos históricos son los que hablan. Siempre salen a la luz, más tarde o más temprano, y cuando lo hacen desbaratan las campañas de propaganda por muy bien que éstas se hayan concebido si se apartan de la realidad para favorecer a alguien.

Para tratar de comprender mejor las relaciones Estados Unidos e Israel, que es cierto que en ocasiones han sido muy escabrosas, pero que finalmente son fructíferas para ambos países, echemos una mirada a algunos hechos históricos y reales que influyen en cómo dichas relaciones se comportan.

Ante todo, no se puede obviar la gran presencia judía en los Estados Unidos de América.

Ya desde el mismo 1948 cuando la creación del Estado de Israel, esa población tenía un gran poder económico y, por tanto, su lobby en las esferas políticas y militares estadounidenses arrojaron resultados muy positivos.

Con su fortalecimiento en todo el sentido de la palabra, los judíos fueron ocupando hasta hoy posiciones importantes tanto en la Casa Blanca, en el gabinete con sus respectivos asesores, en las principales estructuras militares de toma de decisiones y, lo más importante, en la economía y finanzas de Estados Unidos, lo que prácticamente hace casi imposible ir en su contra.

Esto se ha puesto de manifiesto en los 76 años transcurridos desde que surgiera el Estado de Israel, con cualquier gobierno estadounidense, demócrata o republicano.

Ahí radica la razón principal por la que, desde el fin de la II Guerra Mundial y la fundación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los sucesivos gobiernos estadounidenses, con sus matices según sea el caso, han favorecido a Israel en todo momento, ayudando a que se convierta en un importante poder regional en el Medio Oriente, que, como es lógico, va a favorecer sus intereses, aunque en ocasiones haya desavenencias entre ellos.

Por ejemplo, tan temprano como en 1954, el jefe del Mossad- servicio de inteligencia de Israel- viajó a Washington para entrevistarse con Allen Dulles, a la sazón director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), iniciando una estrecha colaboración entre ambos servicios, la que se ha incrementado y dura hasta nuestros días. Dulles le facilitó tecnología de punta de escucha y rastreo, cámaras a control remoto y otros medios sofisticados, que le permitieron al gobierno de Israel mejorar su trabajo de inteligencia y de “acciones preventivas” contra los palestinos y países árabes.

Hoy, se conoce por diferentes medios las diferentes visitas de dirigentes de la comunidad de inteligencia yankee a Israel para coordinar acciones contra la resistencia palestina y todos los grupos islámicos que la apoyan.

Según fuentes congresionales estadounidenses, el apoyo de ese país a Israel en términos de ayuda bilateral y financiamiento para su defensa anti coheteril alcanza $ 158 billones de dólares, y entre 1971 y el año 2007 le dieron una significativa ayuda económica, convirtiéndose así Israel en el mayor receptor de ayuda estadounidense desde el fin de la II Guerra Mundial.

Fueron los Estados Unidos los que le sacaron a Israel las castañas del fuego, como se dice en el argot popular, después de la guerra con Egipto y Siria en 1973. El Congreso estadounidense aprobó $ 2,2 billones, basado en la Ley de Asistencia de Seguridad de Emergencia de 1973, que daba al presidente estadounidense prerrogativas para extender donaciones o créditos militares a Israel sin tener que atenerse a la Ley de Ventas Militares a Extranjeros de 1968.

Un capítulo interesante en las relaciones entre los dos países se produjo cuando el actor Ronald Reagan asumiera la presidencia en Washington.

Razones estratégicas para Estados Unidos- que fue la explicación que diera la administración Reagan para justificar sus decisiones- motivaron que en 1981 se firmara un Memorando de Entendimiento (MoU) con Israel para incrementar la colaboración militar a Tel Aviv, se le permitiera formar parte de la investigación de la Iniciativa de Defensa Estratégica, se firmara un acuerdo de libre comercio entre ellos y se creara el Joint Political Military Group (Grupo político- militar conjunto) para revisar todo lo relacionado con la venta de armas, colaboración militar y entrenamientos y ejercicios conjuntos.

Fue en el año 1986 cuando el presidente estadounidense Ronald Reagan facilitó que a Israel se le concediera el estatus de “Principal Aliado no miembro de la OTAN”, condición que se oficializó al año siguiente e Israel pasó a disfrutar de dicho estatus junto a países como Japón, Corea del Sur y Australia.

Y otro momento importante en las relaciones entre los dos países se presentó en el año 2014 cuando Israel comenzó a recibir de forma fluida y sistemática un incremento en sus inventarios de municiones de precisión, las cuales solicitaba a Estados Unidos para “defenderse” de actores no estatales como Hamas, Hezbolá y otros calificados por ellos como terroristas. Esos son los mismos inventarios que diez años después están causando la masacre que se comete contra la población civil palestina en Gaza y Cisjordania, además de las utilizadas en incursiones contra el sur del Líbano y contra Siria.

Bastante se ha divulgado por Israel y toda la prensa occidental que los apoya sobre los túneles de Hamas en la Franja de Gaza. Pues resulta que desde el año 2016 el gobierno estadounidense ha estado apoyando al gobierno de Tel Aviv con tecnología de la que se usa para el descubrimiento de petróleo y gas natural, a fin de usar sus sensores sísmicos y acústicos, así como su software de detección de excavación para ubicar los túneles que Hamas estaba construyendo como forma de protegerse y defenderse de la ocupación sionista en territorios propios.

Pero no todo lo que brilla es oro. También han existido muchas desavenencias entre los dos aliados. Veamos algunos ejemplos.

Juan Hernández Machado

Como se conoce, en la década del 50 del pasado siglo, el Reino Unido y Francia atacaron Egipto porque había afectado sus intereses de largo tiempo en el Canal de Suez. El gobierno de Israel, al ver una oportunidad para sacar provecho, se unió a los agresores y participó en el ataque.

El gobierno estadounidense, en manos del general Dwight Eisenhower, se manifestó contra esa acción. Primero, porque plantearon que sus aliados, el Reino Unido y Francia, no les habían informado lo que harían; si eso se admitía sin decir nada, sus protestas por la intervención soviética en Hungría en 1956 no serían creíbles. Además, ellos llevaban tiempo trabajando con el gobierno egipcio para lograr separarlo de la URSS y si se apoyaba a Israel en esta acción pues perjudicaría dicho acercamiento.

El final de la historia es conocido: aunque el Reino Unido y Francia vetaron en el Consejo de Seguridad de la ONU la resolución presentada por Estados Unidos en octubre de 1956, finalmente se logró llegar a un arreglo entre las partes en conflicto, con la mediación de Estados Unidos y la participación de la ONU.

A partir de ese momento, el gobierno de Israel quedó disgustado por la posición adoptada por sus amigos yankees, a la vez que se fortalecían las relaciones con los franceses e ingleses.

Es por ello que, respondiendo a una solicitud israelita, el gobierno francés les posibilita la adquisición, en 1956, de un reactor nuclear de 24 mw para desarrollar la energía nuclear con fines pacíficos, como se divulgó en su momento.

El mismo fue ubicado en el desierto del Negev y allí pasaron a trabajar unos 2,500 científicos y técnicos israelitas. Tres meses después de instalado el reactor, Israel, con la ayuda de un judío establecido en Estados Unidos, creó una pequeña compañía llamada Numec, en el pequeño pueblo de Apollo, Pensilvania. La compañía ganó varios contratos para recuperar uranio enriquecido, proceso en el que se produce una pérdida de parte de ese material que no se podía cuantificar. Cualquier suposición sobre el tamaño de la pérdida, a quién le convenía más y a donde iría a parar, lo dejo a su consideración.

Numec se asoció legalmente con el gobierno de Israel para la “pasteurización de comida y esterilización de materiales médicos por medio de radiación”, para lo que adquiriría determinado material radioactivo en Estados Unidos. Todos esos materiales, pérdida del párrafo anterior incluida, fueron enviados en contenedores, embarcados como “maquinaria agrícola”, hacía Israel. El proceso fue supervisado por la embajada israelita en Washington para evitar interferencias por parte de las autoridades estadounidenses, ya que el objetivo final de toda la operación montada también por el Mossad de Israel, era que lo que se enviaba sirviera a la construcción del arma nuclear de Tel Aviv.

Ya se había producido el cambio de gobierno en los Estados Unidos, y el presidente Kennedy presionó al primer ministro Shimon Peres para inspeccionar Dimona, acordando, después de varias rondas de conversaciones y como condescendencia con el Estado judío, que lo haría una comisión estadounidense y no de la Comisión Internacional de la Energía Atómica, a la vez que Estados Unidos le venderían a Israel cohetes Halcón, tierra-aire, los más modernos del momento.

Peres fue solicito en la respuesta positiva a su amigo yankee, pero lo que ocurrió fue que construyó una instalación falsa sobre la verdadera Dimona, que estaba soterrada y era donde se hacía todo lo relacionado con el arma nuclear. La delegación estadounidense visitó Israel, la falsa Dimona fue inspeccionada por los EU, no se encontró nada ilegal y todos quedaron complacidos.

La década de los años 80 fue de altas y bajas en las relaciones entre los dos países. Las acciones de los palestinos contra Israel se intensificaban, a la vez que iban ganando mayor apoyo internacional. El gobierno de Tel Aviv había estrechado sus relaciones con el régimen racista del apartheid en Sudáfrica y el Mossad hizo un intensivo para ganar una mayor presencia en países del África negra, lo que disgustó a las agencias de inteligencia de Estados Unidos y Gran Bretaña.

El Departamento de Estado estadounidense actuó para tratar de disminuir dicha influencia y hasta llegó a filtrar detalles de judíos radicados en África que la abandonaron durante la guerra de Suez en 1956 para unirse a Israel. Todo esto provocó que unas veinte naciones africanas rompieran sus relaciones con Israel, incluyendo Nigeria, país considerado muy importante para Tel Aviv.

El momento de devolver el golpe llegó en 1983. En agosto de ese año, agentes del Mossad descubrieron que se iba a producir un ataque contra las fuerzas estadounidenses en Beirut. Pero el gobierno de Israel no informó a los Estados Unidos. Resultado: 241 efectivos de los Marines yankees murieron en una gigantesca explosión.

No obstante, tal tratamiento y como buenos “hermanos de armas”, Israel apoyó al gobierno de Ronald Reagan en lo que pasaría a ser conocido como el escándalo Irán-Contra, ventas de armas a Irán para que liberara rehenes estadounidenses que tenía; con el dinero de esas ventas financiar las actividades de los contras nicaragüenses que pretendían derrocar al gobierno Sandinista en su país.

En agosto de 1985 llegó el primer lote de armas israelitas a Irán. Reagan estuvo de acuerdo en reponerle a Israel todas las armas que enviara a Irán. Parte de las armas entregadas fueron 128 tanques estadounidenses, 200 mil cohetes Katiusha requisados en el Líbano; 10 mil toneladas de obuses de diversos calibres; tres mil cohetes aire-aire; cuatro mil fusiles y casi 50 millones de municiones diversas. Israel hasta creó una compañía que usaba como fachada para ese negocio.

Sin embargo, al final se filtró en Washington el rol de Israel en el escándalo, lo que disgustó a los gobernantes de ese país con Reagan y dañó las relaciones que se habían logrado entre Israel con Egipto y Jordania respectivamente.

Además, utilizando aviones comprados a Estados Unidos y sin advertirle de sus acciones, Israel bombardeó sorpresivamente el reactor nuclear iraquí en junio de 1981, lo que provocó públicas condenas por parte de Estados Unidos y una votación favorable en el Consejo de Seguridad de la ONU a la resolución que condenaba el ataque.

La década de los 90 también tuvo episodios ríspidos entre los dos países.

Como es costumbre entre “hermanos” de esta estirpe, Estados Unidos, Israel y otros occidentales se espían entre ellos, provocando cíclicamente pequeños escándalos que luego se aplacan y continúa la vida normal.

El gobierno israelí tenía un agente de inteligencia muy bien colocado en altas esferas estadounidenses y la huella del mismo fue detectada por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) yankee durante la administración Clinton. Si continuaban las investigaciones y se descubría el agente, sería un serio golpe muy serio para la credibilidad de Israel ante muchos.

La solución se encontró fácil. Ellos conocían las relaciones del presidente estadounidense con Monika Lewinsky, y como hacer alguna acción contra el presidente era demasiado osado y peligroso, el Mossad de Israel decidió intervenir el teléfono de la Lewinsky, logrando captar algunas llamadas comprometedoras del presidente. Ante la insinuación de que esto pudiera hacerse público, el FBI fue disuadido por el presidente para que se olvidara de la posible existencia de un “topo” israelita a alto nivel. No obstante, algo de esto apareció en la prensa estadounidense en marzo de 1998.

Por otro lado, Khalid Meshal, considerado el cerebro detrás de ataques terroristas contra civiles israelitas, radicaba en Jordania y se movía allí con cierta libertad. Estados Unidos había advertido a Benjamín Netanyahu, que al igual que hoy era entonces el primer ministro de Israel, no hacer acción alguna que molestara a Jordania y pusiera en peligro las relaciones que se habían logrado entre Tel Aviv y ese país.

Pero al igual que ahora en la agresión a Gaza que Netanyahu está apoyado solo por un pequeño grupo y está en guerra con todo el mundo por no querer detener el genocidio contra el pueblo palestino, en aquella oportunidad presionó al Mossad para que actuara y Khalid Meshal fue asesinado en Jordania.

Sin embargo, en aquella ocasión Netanyahu no pudo resistir la presión del gobierno estadounidense y del propio gobierno jordano y tuvo que poner en libertad al jeque Ahmed Yassin, líder de Hamas y a otros políticos palestinos encarcelados para cerrar el incidente de Meshal y que no tuviera mayores repercusiones.

Al llegar el siglo XXI, sin importar quienes manejaron los bastones de mando en Washington y Tel Aviv respectivamente, las relaciones continuaron más o menos igual hasta el 7 de octubre del 2023.

El movimiento palestino Hamas, cansado de tantos atropellos, violaciones de lugares sagrados palestinos, encarcelamientos, asesinatos y continuado robo de tierras, mientras una comunidad internacional continuaba haciendo declaración de condena tras declaración, pero finalmente no cambiaba un centímetro la situación, decidió hacer un ataque en grande contra Israel, el que se produjo ese día.

Como es ampliamente conocido, sus efectivos irrumpieron en diferentes puntos de Israel matando efectivos militares, colonos y ciudadanos de ese país y secuestrando una buena cantidad de israelíes, devolviendo a esas autoridades aquello de “ojo por ojo y diente por diente” para que sufrieran en su propia carne lo que el pueblo palestino ha estado sufriendo desde 1948.

Netanyahu, que estaba confrontando muchos problemas en su administración y que no había perdido la idea fija de terminar con los palestinos, soltó todas las fuerzas posibles de la represión contra la Franja de Gaza y luego la extendió a Cisjordania, el sur del Líbano para perseguir a los combatientes de Hezbolá que apoyan a los palestinos y hasta Siria, donde han incursionado en varias ocasiones.

La situación actual es conocida por todos: ya llegamos a 41 mil víctimas palestinas resultantes del genocidio sionista, con más de cien mil heridos y desparecidos, así como ya millones de desplazados.

No había concluido el siete de octubre y ya la inteligencia actualizada a tiempo real estadounidense les estaba llegando a los militares israelíes y se abrieron las válvulas de las tuberías de armamentos, municiones y otros equipamientos bélicos que han sostenido el genocidio contra los palestinos en estos once meses.

Al mismo tiempo, y aunque en ocasiones han tratado de desvirtuar lo que sucede en Palestina con la guerra en Ucrania y otros acontecimientos, y a pesar de dejar claro su apoyo al gobierno de Israel, los principales dirigentes estadounidenses- el presidente, asesor de seguridad nacional, secretario de estado, líderes militares diversos- se han manifestado a favor de detener el enfrentamiento y darles un tratamiento humanitario a los palestinos residentes en Gaza.

Estados Unidos no puede arriesgar perder lo ganado en sus relaciones con determinados países árabes del área, a los cuales pretendía llevar a un mejoramiento de las relaciones con Israel y esta situación se lo ha impedido.

Los políticos y diplomáticos estadounidenses no han dejado de viajar al área tratando de buscar un entendimiento con la ayuda de algunos árabes, no porque la vida de los palestinos les importe tanto sino por no querer perder lo ganado con esos árabes de apoyar abiertamente a Israel in extremis.

Mientras eso sucede, los militares y los dirigentes de las agencias de inteligencia continúan visitando Israel y se reúnen con sus homólogos para chequear el estado de las acciones, qué falta, en qué más pueden ayudar, cómo funciona la inteligencia para destruir a las unidades de la resistencia palestina. El pretexto: se coordinan acciones para lograr que Hamas libere los rehenes que aún mantienen prisioneros.

Decimos pretexto porque varios familiares de rehenes que han aparecido muertos y que el gobierno israelí ha culpado a Hamas de sus muertes, al conocer por otras vías quién fue realmente el causante de sus respectivos decesos no han querido aceptar las condolencias de Netanyahu y la gran mayoría de los familiares considera que, con su política genocida actual, el primer ministro no ha ayudado a que sus familiares sean liberados vivos.

El gobierno de Israel ha actuado por su cuenta y no ha considerado las posiciones, consejos y preocupaciones estadounidenses sobre el curso de la guerra, a pesar de que, contrario a quienes pensaban que el presidente Biden forzaría a Israel a aceptar sus posiciones, continúa apoyando a Tel Aviv por encima de todo.

Y es que en política las relaciones personales tienen un lugar importante y cuando Biden era un senador joven, Bibí Netanyahu integraba la embajada de su país en Washington. Posteriormente, al buscar Netanyahu la reelección como primer ministro en 1999 y ser derrotado, el único reconocimiento yanqui que recibiera fue una carta de Biden donde elogiaba sus logros como primer ministro desde 1996. También Biden fue el interlocutor con Netanyahu durante el gobierno de Barak Obama.

Cuando se inició la etapa actual de enfrentamiento de Israel con los palestinos, el 7 de octubre del 2023, el gobierno estadounidense estaba bastante preocupado, en un año previo al año electoral presidencial, por la guerra en Ucrania y de lleno en sus acciones provocadoras contra Irán y contra la República Popular China.

De ahí que sus objetivos en cuanto a Gaza eran, sin abandonar su apoyo irrestricto al gobierno de Tel Aviv, evitar que la guerra se extendiera a otros territorios como el Líbano, lograr que Hamas liberara los rehenes que aún mantiene y lograr que se diera ayuda humanitaria a los civiles palestinos atrapados en Gaza.

Las diferencias de Tel Aviv con Washington que han surgido no son estratégicas y cualquiera que sea el resultado- motivado en parte por un presidente estadounidense viejo y achacoso que tuvo que ceder su puesto para el nuevo mandato a Kamala Harris- se verá a Washington como responsable también de toda la violencia que Israel desató en los territorios palestinos y en el sur del Líbano y Siria durante este año.

Todo, porque lo que existe entre Estados Unidos e Israel es una relación escabrosa pero fructífera para ambos. –

*Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba.

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba