Pensando en voz alta
Se repite la frase maldita del carcelero del Sabio Caldas cuando le pidió aplazar su fusilamiento mientras terminaba de perfeccionar un instrumento científico: “España no necesita de sabios”.
Jaime Bedoya Medina/Opinión/ El Pregonero del Darién
El mejor intento del salto cualitativo para la educación pública, se dio con el decreto 080 de 1974. Hasta
grado octavo, adquirían las mismas competencias y en grado noveno comenzaba la diversificación
porque, a través de los años anteriores, el colegio, con los padres de familia habían descubierto las
habilidades específicas de los niños. Los chicos iban perfilados según sus capacidades intelectuales y
afectivas.
Unos cuantos planteles ofrecerían el ciclo superior con todas las condiciones para garantizar el
acceso a la universidad o al mundo de laboral. Los INEM tuvieron esa filosofía. Qué pasó es la pregunta
que me hacen cuando hablo de este tema. Sencillo, el programa resultaba muy costoso porque la
dotación no es barata y la plata se fue desviando. Los Inem se convirtieron en un colegio más con los
mismos malos resultados de la mayoría. La educación acoyundada por la jornada continua impuesta por
la cantidad de gente pidiendo educarse; de tal manera, explicó Gabriel Betancur, ministro de la época,
que el gobernante se vio en la encrucijada de un padre que tiene dos hijos y un pan que, dividió para que
probaran algo.
Bajo ese símil, ocupó los planteles con dos jornadas y el compromiso de construir la
infraestructura necesaria para superar el impase. La ley de la inercia triunfó porque a los padres les
pareció más cómodo y económico no tener que pagar dos pasajes; a los estudiantes les gustó bajarse de
más permanencia en el colegio y ni se diga de los profesores que pudieron ocuparse en otros asuntos,
dada la miserableza del sueldo. Hoy, los que se han formado, están bien pagados. Y, el gobierno se
ahorró cantidad de dinero en construcciones escolares. Conclusión, siga como está.
Pero llegó el momento decisivo de competir para el ingreso a la universidad estatal que, al principio, manejaba la matrícula por componendas con desmedro de los puntajes, pero luego la ley exigió publicar los puntajes en estricto orden y ahí fue Troya porque sólo los estudiantes de colegios privados obtenían el cupo deseado. Y, quién dijo miedo.
Nadie, porque la educación popular no cuenta. Las élites tienen con qué pagar los mejores colegios y algunos, hicieron todos los esfuerzos para que los hijos tuvieron la oportunidad de ir a la educación superior. Es tan evidente que la educación pública no cuenta que, la experiencia del colegio José Antonio Galán donde se educan los pobres, fue desconocida a pesar de que el colegio permaneció durante 15 años ininterrumpidamente como el mejor de Risaralda, de acuerdo con la clasificación del ICFES. Se repite la frase maldita del carcelero del Sabio Caldas cuando le pidió aplazar su fusilamiento mientras terminaba de perfeccionar un instrumento científico: “España no necesita de sabios”.
*Izquierda megalómana, infantil, egoísta, divisionista, altanera, angurriosa, antropofágica, ¿aprendió la
luminosa lección de los franceses para afrontar con éxito el evento del 26? O, vamos a seguir
creyéndonos todos jefes. Aterricemos ya.