Paradójico: muere la industria y surge la belleza
Un país donde el 0.8% de la población es el dueño del 90% de la tierra fértil es llamado a ser simplemente una fábrica de pobreza.
Juán Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién
La industria en Colombia apenas intenta desarrollarse. Por la carencia de investigación y tecnología propias, sólo ha logrado posicionarse como un complemento de las multinacionales de las cuales depende. Su proyección internacional es mínima, de ahí que como reglón del desarrollo su papel haya sido muy pobre, quizá como productora de ciertos insumos básicos para el mercado interno y en otras épocas, textiles, que con el contrabando desaparecieron sumados a la captura y venta a los grandes conglomerados comerciales. Ejemplos como el de Coltejer, Tejicondor, Fabricato (la orgullosa tela de los hilos perfectos), Pantex, Vicuña, Telsa y en ese mismo orden Simesa, Acerías Paz del Río, Apolo, Coltabaco, dan buena cuenta de un lejano y triste recuerdo.
La industria nacional apenas balbuceó y luego murió. Sólo queda un comercio principalmente derivado del lavado de activos y una serie de pequeñas empresas, muchas de ellas emprendimientos familiares de repostería, restaurantes, cacharrerías, almacenes de repuestos automotrices, floristerías o dependencias de las grandes multinacionales de telecomunicaciones como Tigo, Claro y otras sucursales que no pasan de ser expendedoras de planes y sus derivados. La industria nacional está muerta y las élites que le dieron un opaco funeral feriándola al mejor postor, solo abogan por conservar las rentas de la actividad extractiva del petróleo, el carbón y la cocaína que lo único que generan es contaminación y el mantenimiento de una fronda de políticos corruptos además de la depredación del entorno ecológico que acabó con playas, paisajes, y en el caso del Cerrejón, con el agua y la moral comunitaria de la Guajira.
A la par del narcotráfico y la actividad extractiva, la economía colombiana sucumbió convirtiéndose en un delito perfumado y defendido por una casta de dirigentes multimillonarios de doble moral. De ahí toda la realidad del despojo, el desplazamiento y la inequidad. Un país donde el 0.8% de la población es el dueño del 90% de la tierra fértil es llamado a ser simplemente una fábrica de pobreza, que sumado a la precariedad producto de una mala educación y a la falta de agua potable y saneamiento básico en más de seiscientos municipios de los 1.200 que constituyen el país, está condenado a ser una nación de esclavos de la pobreza generadora de mano de obra barata eternamente explotada.
Da tristeza, pero esa es la realidad.
Solo es en la reactivación agrícola donde radica la esperanza de producir riqueza para salir de la tragedia social a la que nos condujo la distribución inequitativa de la tierra y la voluntad rentística de los dirigentes.
Las últimas cifras que hablan del crecimiento de la economía en un 5.6% hacen referencia básicamente al repunte en la producción agrícola debida al incremento de los cultivos lícitos y la asociatividad campesina derivada de la entrega de tierras por parte del gobierno nacional al pretender una reforma agraria que aún encuentra grandes dificultades y que, sólo en la entrega de tierras confiscadas a la mafia por parte de la Sociedad de Activos Especiales SAE, se ha estado dando con gran dificultad dada la falta de compromiso de los mandos medios institucionales – muchos de ellos cuotas del uribismo y la oposición-
La pretensión del Estado por cumplir con uno de los puntos básicos del Acuerdo de Paz cual es la entrega de 3 millones de hectáreas de tierra fértil, ha sido prácticamente imposible dado que la terrateniencia no ha cumplido con la promesa de venderle al gobierno parte de las tierras fértiles que conservan muchas veces como grandes latifundios improductivos. Salvo pocas excepciones en la Mojana donde propietarios de “buen corazón” han accedido vender (más por falta de herederos), los casos son pocos y el Estado mediante la Agencia Nacional de Tierra (ANT), está a la espera de que instituciones como Fedegán cumplan con su promesa.
A nadie se ha expropiado y la supuesta amenaza de un incremento en el impuesto predial a los latifundios improductivos de más de 500 hectáreas, tampoco se ha implementado.
Solo 200.000 hectáreas de los tres millones prometidos hace ya ocho años, se han entregado al campesino pobre y despojado de Colombia. Es de imaginar que si con este mínimo de tierra se ha jalonado un crecimiento de la economía en casi un 6% ¿Qué esperaríamos siquiera con un millón de hectáreas cultivadas de los 17 millones de tierra fértil?
Mientras se intentan las reformas y se educa a la población generando conocimiento y promoviendo una conciencia nacional inclusiva – que reactivaría la industria nacional- ha sido en el resurgir de la actividad agrícola y el turismo donde la economía puede encontrar por fin un pretendido desarrollo, por lo cual se hace necesario, es más, obligatorio, dar curso a una reforma agraria pactada con la terrateniencia improductiva que sólo por conservar el poder rentístico de la tierra -muchas veces como producto del lavado de activos del narcotráfico-, permanece cercada y con alguna vaca retozando en un sombrío.
Por otro lado, produce desagrado y rabia el último video de Vicky Dávila donde muestra en grandes planos los retratos de Lenin y Stalin haciendo referencia al gobierno del presidente Petro como si este fuera un emisario de las ideas comunistas en Colombia, a sabiendas que toda su política hace referencia al desarrollo capitalista con sentido social para salir del atraso de carácter feudal en que se ha sumido el país por las malas prácticas políticas y el influjo del narcotráfico. La señora Dávila no deja de manipular para crear miedo y desconfianza. Parece que su campaña hacia la presidencia se basará en estas dos premisas. Estrategia muy conocida en todas las tiranías.
Pero los índices económicos hablan de un control inflacionario eficaz, un dólar que se sostiene y una economía popular que muestra indicios de reactivación. La inversión privada y extranjera sólo esperan que las tasas de interés manejadas por el Banco de la República disminuyan para permitir el proceso. Aún así, muchas multinacionales han empezado a invertir en virtud de las negociaciones emprendidas por el gobierno en sus giras internacionales.
La periodista también aprovecha su video para condenar a una serie de empresarios de buena fe que han querido colaborar con el gobierno en la sustitución de las economías ilícitas, y ha tenido la absurda osadía de llamarlos “traidores al pueblo” ¿Habráse visto semejante sandez? Incluso su jefe Jaime Gillinsky es uno de ellos y no sabemos cuándo será preciso jalarle las orejas, tal vez porque sabe que su revista semanal es aún muy rentable.
Definitivamente el país que heredó el llamado “Gobierno del Cambio” es un país bien enfermo, destruido por el espíritu delincuencial que produjo la codicia sin límites del narcotráfico, sumado a un sentimiento de exclusión y racismo que nos persigue desde la colonia y que ahora, luego de doscientos años, apenas nos damos cuenta de la tragedia socioeconómica en la que se convirtió el país, con un campo, que en lugar de ser escenario de prosperidad al tener las mejores tierras del mundo, se convirtió en una fábrica de guerra y pobreza, y la misma sociedad, mal educada y vanidosa, muchas veces con vergüenza de ser colombianos, nos hemos convertido en partícipes de toda esta miseria que disimulamos cantando los goles de la selección y dando la espalda a un cambio que es esperanza de vida y redención para un país lleno belleza. Sí, de una belleza, que por abundante, aún nos bendice sin saberlo.