Opinión

A quien no quiere caldo…

Los miembros de sus fuerzas armadas se sentían descontentos por los resultados alcanzados en Afganistán.

Por: Juan Hernández Machado*Opinión/El Pregonero del Darién

Hay expresiones populares como ésta, en cualquier cultura, que al completarla contienen una gran sabiduría pues se refieren a aquellos que no quieren aceptar la realidad por muy clara que esta sea.

Y para ilustrarla, quisiera referirme en esta oportunidad a Rusia y a su presidente Vladimir Putin y a la forma como son vistos por nuestros vecinos del norte americano, los Estados Unidos de América.

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Resulta que cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se desintegrara en 1991 y diera paso a Rusia, el entonces presidente estadounidense George H. W. Bush ya estaba en muy buenas relaciones con el entonces principal dirigente de la URSS Mijaíl Gorbachov.

Se habían reunido en Malta en diciembre de 1989, después de la destrucción del Muro de Berlín, en la entonces República Democrática Alemana (RDA), y lograron tener otra cumbre en julio de 1991, cuando firman el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START), el que establecía que las armas nucleares de ambos países serían reducidas en cerca de un 35% en siete años y la URSS reduciría sus cohetes balísticos intercontinentales terrestres en un 50%.

Poco después, junto al entonces presidente ruso Boris Yeltsin, Bush logra una asociación que marca el final de la llamada Guerra Fría. Muchos pensaron entonces que al fin el mundo iba a vivir en paz, al lograrse un entendimiento entre los principales representantes de los dos bloques hasta ese momento antagónicos.

Sin embargo, qué lejos de la realidad se encontraban quienes pensaron de esa forma.

Es cierto que, por una parte- y aunque es un tema que necesita ser tratado a profundidad de forma individual- la opinión mundial que generó la gran prensa a partir de las declaraciones de los principales exponentes de los países occidentales fue que el comunismo había fracasado y demostró ser una ideología no viable para el desarrollo de los pueblos, como había preconizado la URSS hasta su desaparición.

Rusia había salido de la desintegración de la URSS muy debilitada. Esos dos prestigiosos dirigentes, Mijaíl Gorbachov y Borís Yeltsin, entregaron al país y a muchos de sus secretos a occidente, motivando que muchos se burlaran de cuán débil era la nueva Rusia. Los miembros de sus fuerzas armadas se sentían descontentos por los resultados alcanzados en Afganistán y tuvieron que enfrentarse, de inmediato, a diferentes movimientos secesionistas en diferentes regiones del país.

Estados Unidos procuró, por todas las formas posibles, que los dirigentes soviéticos facilitaran la propia descomposición del país y de los integrantes del llamado campo socialista. Para que Gorbachov aceptara la reunificación de Alemania- que en realidad fue la absorción de la antigua República Democrática Alemana por la antigua República Federal- le prometieron que la OTAN no se movería ni una pulgada hacia el este.

No obstante, mientras Rusia demostraba no ser un enemigo para Estados Unidos y para los europeos occidentales, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lejos de desaparecer- había sido creada para enfrentarse a la fuerte URSS y países aliados europeos, que ya no existían con su orientación socialista- fue fortalecida y ampliada con algunos de esos aliados soviéticos y los nuevos países que resultaron de su desmembramiento.

Las nuevas consignas utilizadas para justificar la necesidad de su supervivencia- defensa de los derechos humanos, lucha contra las drogas, lucha contra el terror, etc- fueron solo eso, justificaciones, porque la OTAN pasó, poco a poco, a rodear a Rusia de instalaciones militares que amenazaban su seguridad.

Pero como nada es eterno en la vida, llegó Putin y mandó a parar.

Vladimir Vladimirovich Putin, natural de Leningrado es un abogado, político, ex miembro de la inteligencia de su país y dirigente del partido Rusia Unida. Tuvo cargos políticos en su ciudad natal, llamada San Petersburgo después de la desintegración de la URSS, y en 1996 pasa a Moscú para integrar la administración de Boris Yeltsin, siendo nombrado primer ministro tres años después.

Al renunciar Yeltsin fue nombrado presidente interino y en las elecciones celebradas menos de cuatro meses después fue electo mayoritariamente a ese cargo. En el 2004 fue reelecto y como en aquel momento la Constitución establecía solo dos mandatos consecutivos para un presidente, sirvió como primer ministro bajo la presidencia de Dmitri Medvédev entre 2008-2012, cuando vuelve a ser electo como presidente en esa oportunidad y en las siguientes elecciones, después que se hicieran modificaciones a la Constitución.

Ante el Parlamento de su país, Putin declaró en el 2005 que el colapso de la Unión Soviética había sido el mayor desastre geopolítico del pasado siglo. Y sin abrazar la ideología socialista, logró que la economía rusa creciera, que el país fortaleciera el conservadorismo ruso y saliera del estado de pobreza y atraso que tenían, recuperando la confianza en ellos mismos, como gran país que había sido a nivel internacional aún antes de los sucesos de octubre de 1917.

Putin llevó de nuevo la estabilidad, el orden y el orgullo nacional a Rusia.

Se resolvieron los problemas en las regiones que reclamaban una autonomía fuera de Rusia, y se pusieron en ejecución proyectos prioritarios para mejorar la atención médica, el nivel educativo, la situación de la vivienda y el desarrollo agrícola del país.

En los sucesivos mandatos y debido a sus acciones en el ámbito nacional e internacional, Vladimir Putin fue ganando más popularidad dentro de su pueblo y ha sido reconocido como un dirigente fuerte, un verdadero amigo para los países de Asia, África y América Latina.

Lógicamente, el fortalecimiento de Rusia no estaba entre los planes de Estados Unidos y sus aliados y, por lo tanto, no fue de su agrado. A ello se unió que Rusia no apoyó la segunda agresión a Iraq en el 2003- la que se construyó a partir de las supuestas armas de exterminio masivo que nunca aparecieron en Iraq. Esa invasión trajo como resultado la muerte de casi medio millón de iraquíes y dejar el país en condiciones peores a las que quedó después de la invasión de los mongoles en el año 1258.

También molestó bastante que Rusia se hubiera anexado a Crimea y a Sebastopol, territorios con una historia muy ligada a Rusia, con la mayor cantidad de habitantes rusos étnicos dentro de Ucrania entonces y con una gran parte de la flota rusa basificada en Sebastopol.

La anexión se produjo después del derrocamiento del presidente Yanukovich en Ucrania y de que el 16 de marzo del 2014, los habitantes de Crimea decidieran en un referéndum separarse de Ucrania y unirse a Rusia. Aunque el gobierno estadounidense y sus aliados europeos denigraron el referéndum, todas las encuestas posteriores indican que los habitantes de esos territorios de sienten más felices bajo la dirección rusa que cuando eran parte de Ucrania.

Al año siguiente los Estados Unidos comienzan a involucrarse en Siria, directamente y a través de grupos financiados por ellos, con el objetivo de derrocar a su legítimamente electo presidente Bashar al Assad, obligando a Rusia a intervenir en septiembre de ese año para evitarlo.

Y así de nuevo el “oso ruso” volvió a ser noticia importante en el país del norte americano, con cuanta acusación se podía hacer en su contra para crear un ambiente muy similar al existente cuando la Guerra Fría, solo que ahora no había comunismo por el medio y Rusia tenía fuerzas solo en Siria, fuera de sus fronteras.

Mientras, los prestigiosos defensores de la democracia y los derechos humanos tenían cerca de 800 bases, instalaciones y puntos militares diseminados por todo el globo, habían bombardeado a Serbia, habían derrocado el gobierno de Jean Bertrand Arístide en Haití, invadido Iraq y Afganistán y desarrollado operaciones “anti terroristas” en Georgia y en diversos países africanos y del Medio Oriente como Kenya, Eritrea, Etiopía, Djibouti, Somalia y Yemen.

Eso para no hablar del derrocamiento del gobierno democrático de Manuel Zelaya en Honduras y la destrucción de Libia, después del asesinato de su dirigente Muamar el Gadafi.

Desde el 2014 comenzó el cerco de la OTAN a Rusia a partir de Ucrania, país que desde el 2008 había logrado las simpatías de muchos de los países miembros para incorporarse a esa organización.

Los ciudadanos ruso residente en las regiones de Donetsk y Lugansk fueron atropellados, asesinados y asediados por fuerzas neo nazis ucranianas y aunque se logró firmar los Acuerdos de Minsk entre Rusia y Ucrania, con el apoyo de Alemania, Francia y hasta los Estados Unidos, los mismos quedaron en letra muerta al ser violados por Ucrania y los propios estadounidenses- gracias a una fuerte influencia del entonces vicepresidente Joe Biden debido a los negocios que su hijo mantenía con el gobierno ucraniano.

De esa forma, arrinconaron a Rusia y la obligaron- para auto defenderse – a iniciar la operación militar limitada en Ucrania en febrero del 2022.

Estados Unidos y sus aliados primero trataron de condenarla por todos los medios posibles: reunieron unos cincuenta países- un cuarto de los miembros de la organización- para que se adoptara una resolución de la Asamblea General de la ONU contra Rusia, impusieron sanciones unilaterales y colectivas (hasta lograr sanciones en el seno del Comité Olímpico Internacional) y comenzaron a abastecer, más aún, a Ucrania con todo tipo de armamento, municiones, así como inteligencia a tiempo real sobre los efectivos rusos, con la esperanza de que se pudiera derrotar a Rusia.

Todas esas acciones fueron acompañadas por una gigantesca campaña de desinformación para que el mundo desconociera lo que realmente sucedía y Rusia quedara como agresora, violadora de la ley internacional y merecedora de la repulsa mundial.

Resultado: a dos años de las acciones, los territorios de Donetsk y Luganks fueron liberados y por decisión de sus habitantes incorporados a la Federación de Rusia; las bandas neo fascistas ucranianas han sido destruidas o severamente dañadas y los “modernos” armamentos entregados por occidente a Ucrania están siendo destruidos unos tras otros por las fuerzas rusas.

La economía rusa se ha mantenido y crecido. El prestigio internacional de ese país se ha incrementado, con más países de lo que en una ocasión fuera llamado el Tercer Mundo buscando cooperación y relaciones con Moscú; se ha logrado una mayor integración de Rusia con poderosos países como China e Irán, se fortaleció su posición dentro del grupo BRICS y la salida que se presenta ante el conflicto en Ucrania- la que Rusia propusiera antes de iniciar sus acciones militares en el 2022- es resolverlo todo mediante conversaciones que garanticen que Ucrania no se mantenga como un instrumento de la OTAN y de Estados Unidos en su contra.

Seguir utilizando los tambores de la guerra en Ucrania y desarrollando acciones contra Rusia solo traerá males mayores para todo el mundo y es hora ya que el gobierno de los Estados Unidos, sea el que sea, y sus aliados comprendan que el mundo es bastante grande y permite que todos convivamos en paz sin hegemonismos de ninguna clase.

Y en medio de la disminución del apoyo occidental real a Ucrania que se está produciendo, a pesar de toda la propaganda dirigida a demostrar lo contrario, llegaron las elecciones presidenciales en Rusia.

Para disgusto- pero no para sorpresa- de los dirigentes estadounidenses y sus aliados, en las elecciones desarrolladas entre el 15 y el 17 de marzo del 2024, los ciudadanos rusos eligieron a Vladimir Putin para un tercer mandato presidencial, con 87% del voto popular, el mayor por ciento alcanzado por un presidente desde la desintegración de la Unión Soviética.

Y entonces volvemos a la frase que inicia esta pieza, pero ya concluida: A quien no quiere caldo…se le dan tres tazas.

Solo que ahora los Estados Unidos y sus aliados tendrán que recibir muchas más tazas de Shchi, ese caldo tradicional ruso de coles y cebollas, enriquecido con alguna carne y otro vegetal, durante los próximos seis años que Vladimir Putin continuará conduciendo los destinos de Rusia.

*Premio Nacional de Filatelia 2012 y miembro de la Unión de Historiadores de Cuba.

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