Opinión

¿Hasta cuándo la desvergüenza? Los pueblos tienen la palabra

Los hutíes proceden de áreas montañosas en la frontera entre Yemen y Arabia Saudita, que desde el siglo VIII formaron parte de la dinastía Zaidí o Zaidita.

Es necesario seguir las noticias para conocer lo que sucede aquí y allá. Algunas son muy alentadoras, otras no lo son mucho y una buena parte de ellas responden a la desvergüenza entronizada en este mundo moderno que promueven, en primer lugar, el gobierno de los Estados Unidos de América, seguido de sus aliados principales y sus protegidos.

Luego de tres meses del genocidio en Gaza cometido por el régimen sionista israelí, con más de dos decenas de miles de muertes- fundamentalmente mujeres y niños- y otras más de heridos y discapacitados, ya esas informaciones se están convirtiendo para muchos como las que pronostican que lloverá hoy, que los canguros de Australia se están desarrollando bien o que han encontrado una flor en el desierto que hacía mucho se daba por desaparecida.

Sin embargo, cada día se incrementan los muertos y heridos, crece la destrucción de Palestina y, lo que es peor, la impunidad de los agresores continúa, se ríen en nuestra cara, se burlan de las organizaciones internacionales para evitar que hechos como éstos sucedan y, al decir de una popular canción española de la década de los sesenta del pasado siglo, “la vida sigue igual”.

Súmele a esto las descaradas agresiones contra los aguerridos yemenitas, que no responden a que ellos estén apoyando a sus hermanos palestinos, sino que desde el 2014 se vienen produciendo con armas, pertrechos, financiamiento e información de inteligencia suministrada por el gobierno estadounidense a sus agresores.

A los yanquis se unieron los reales representantes del antiguo imperio británico, algo que es comprensible no solo por las magníficas relaciones que tienen con los representantes del Tío Sam sino porque no pueden olvidar que mientras se cantaba la canción de marras a la que hicimos referencia, ellos tuvieron que abandonar el sur de Yemen, que ocupaban desde el siglo XIX, ante la creciente insurgencia de su población ya hastiada del dominio imperial.

A propósito, los hutíes que tan demonizados son por la gran prensa occidental, proceden de áreas montañosas en la frontera entre Yemen y Arabia Saudita, que desde el siglo VIII formaron parte de la dinastía zaidí o zaidita. Ni fueron criados en probetas, ni vinieron del planeta Marte, sino que están en su propia casa, la que han habitado durante más de 12 siglos.

Por si fuera poco, el cable nos trae hoy titulares como “golpes de respuesta a campamentos terroristas en Iraq y en Siria por parte de Estados Unidos” y otros similares, que todo el mundo sabe que no van dirigidos contra grupos pequeños asentados en zonas desérticas de esos dos países, sino contra la República Islámica de Irán, a quien acusar de estar detrás de todo lo que los yanquis consideran malo y torcido en esa parte del mundo… una obsesión para nuestros queridos y bien ponderados vecinos del norte, como lo es mi país, Cuba, en este hemisferio.

Entonces, la maquinaria de propaganda estadounidense y de sus aliados, con la especial contribución de las unidades especializadas en guerra psicológica de sus respectivas agencias de inteligencia, nos presentan a unos pobres Estados Unidos atacados por grupos y naciones “terroristas”, que les causan muertos y heridos y les dañan propiedades.

Todavía no he visto ni una sola mención a un hecho anti yanqui promovido por esas fuerzas en Kansas, La Florida o California, ni frente a las costas yanquis. Y que conste que no estamos promoviendo o incitando a que se haga, solo que los representantes militares estadounidenses no son atacados en diferentes lugares por amor al arte, sino simplemente porque son ellos los que están- en unos casos de forma justificada por acuerdos que lograron con determinados gobiernos y en otros de forma totalmente ilegal – en el mundo entero.

En el Mar Rojo…las fuerzas yanquis; en el Golfo Pérsico…las fuerzas yanquis; en Iraq, pese a que su gobierno ha dicho ya que no los quiere, que se vayan…las fuerzas yanquis; en Siria, en contra de la voluntad de su gobierno democráticamente electo y reconocido en todo el mundo…las fuerzas yanquis.

Desde 1979 cuando surgiera la Revolución Islámica en Irán, los respectivos gobiernos estadounidenses han satanizado ese país y buscado todas las formas posibles por acabarlo. Sin embargo, Irán no ha venido a buscar nada a territorio estadounidense cuando, por el contrario, fue la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos la que derrocó a un gobierno democrático en Irán en la década del 50 del pasado siglo para imponer al Shah Reza Pehlevi.

Volver a argumentar sobre el terrorismo de estado que practica el gobierno estadounidense nos parece innecesario en estos momentos, porque ya lo hemos tratado extensivamente en otros trabajos publicados en este mismo sitio.

Por eso, si en una ocasión manifestamos que ese gobierno carecía de moral para pretender actuar como mediador en el conflicto palestino, también aseguramos que menos moral tiene para calificar de terrorista a otros países u organizaciones- como en el caso de mi país al que han incluido en una espuria lista de promotores de terrorismo.

Menos mal que el mundo entero nos conoce bien y aún aquellos que tienen opiniones políticas diferentes a las nuestras pero que son cabales y decentes, reconocen nuestras posiciones altruistas, solidarias e internacionalistas con quienes nos necesiten, incluyendo países del que en un momento fuera llamado Primer Mundo.

Entonces, ¿Qué hacemos?

Si nos quedamos quietos leyendo las noticias y compartiéndolas, porque ya no podemos asombrarnos de nada que puedan hacer los Estados Unidos y sus aliados, nos convertiremos en cómplices silentes de sus atrocidades y provocaciones.

Hay que denunciar con vehemencia, por todas las vías posibles y en todos los foros existentes, su doble moral, sus atrocidades, sus manejos políticos indecentes- que en ocasiones han afectado y siguen afectando hasta a sus propios aliados- sus interferencias en todo el mundo.

Demandar, también en todos los lugares donde exista la ocasión, la retirada de las fuerzas militares estadounidenses de todos los lugares donde se encuentran, supuestamente protegiendo los intereses internacionales, cuando realmente los únicos que protegen son los de ellos.

Exigir el cese de la colaboración con el régimen sionista de Israel en el genocidio que está cometiendo con el pueblo palestino y no pretender que puedan servir de mediadores en nada porque no tienen moral para poder ser un mediador confiable.

Apoyar a los pueblos de Palestina, de Yemen, de Iraq, de Siria, de Irán, de Cuba, de Venezuela, y de los otros países que son objeto de las agresiones abiertas o encubiertas de los Estados Unidos para conseguir sus intereses y objetivos en esos países.

Y, como estamos seguros que estas acciones- que son muy necesarias- no convertirán al lobo en oveja, ni siquiera en un lobo manso, entonces continuar aplicando otras medidas que ya se han venido poniendo en práctica, fundamentalmente en el caso palestino recientemente: el boicot a los productos yanquis.

Todos sabemos que mientras la caja contadora suene con el dinero que ingresa no hay problemas.

Tenemos que dar preferencia a las relaciones comerciales entre los países del sur, utilizar mejor las organizaciones a las cuales pertenecemos y acercarnos más entre nosotros, ayudarnos y complementarnos mejor. Encontrar conjuntamente soluciones a nuestros problemas que nunca vendrán de los países capitalistas, simplemente porque son ellos quienes las han creado.

Darles preferencias a países realmente amigos de nuestro desarrollo y no a las empresas yanquis y de sus principales aliados en estas guerras de agresión, aun cuando dentro de sus filas existan comerciantes que no compartan las políticas imperialistas de su gobierno.

En ese caso, ellos mismos deben exigirles a quienes los dirigen que apliquen una política consecuente con las relaciones internacionales y no los continúen convirtiendo en cómplices involuntarios de sus agresiones a otros.

No podemos accionar los tambores de la guerra militar porque eso no sería beneficioso para nadie, pero tampoco podemos permitir que Estados Unidos y sus aliados continúen llevando su guerra selectiva a cuanto lugar se les ocurra e interese.

Gandhi con sus acciones despertó la conciencia del pueblo indio y obligó a los reales ingleses a regresar a su país, de donde nunca debieron haber salido.

Martin Luther King- aunque su sueño aún no se ha cumplido- posibilitó que hubiera muchos avances en los propios Estados Unidos en el tratamiento justo a la población negra.

Nuestros pueblos sí pueden, pero tenemos que hacerlo juntos, unidos, a una sola voz, sin cortapisas. Sí, ¡los pueblos tienen la palabra!

* Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba.

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