El ajuste necesario
Casi imposible es regresar al viejo paÃs de los corruptos y sanguinarios guerreristas ladrones y mentirosos que quisieron convertir al paÃs más hermoso del mundo en un cementerio.
Juán Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién
El ajuste es traumático, pero se debe dar. El poderoso Sector Financiero -en Colombia conformado por una asociación de banqueros, industriales dependientes de las multinacionales y narcotraficantes- ya hizo un pacto de crédito con el gobierno para disponer 36 billones en programas de tipo social, entre ellos para apoyar la sustitución y compra de cultivos, reactivación del turismo, agricultura y educación. Ellos han entendido que no es el mero usufructo derivado de los negocios con los derechos básicos de los ciudadanos el que les mantiene el liderazgo en la economÃa, de ahà la importancia de darle un viraje social a su accionar para mantener las utilidades con una proyección al mejoramiento de las condiciones de vida de los más necesitados, de los más pobres.
Eso de que solamente una clase social se aguante el apretón de un crédito como en el caso del Icetex o de las EPS, tiene que desaparecer y los banqueros ya lo entendieron y han optado por colaborar con el gobierno, también los más ricos y una fracción de los terratenientes que aún están confusos pero que ya van entendiendo que una reforma agraria moderna y justa como se ha hecho en todos los paÃses desarrollados es necesaria para dejar de ver a través de sus linderos los miles de caserÃos y comunidades campesinas sin tierra y azotadas por el invierno o las sequÃas.
Al paÃs polÃtico se le ha olvidado que el actual gobierno recibió un paÃs con 30 millones de compatriotas que dejaron de comer las tres comidas del dÃa, que importa 20 millones de toneladas de alimentos, que acabó con los ferrocarriles llenándose de tractocamiones sin carreteras o con proyectos que iniciaban su construcción dentro de planes corruptos en los que los polÃticos obtenÃan sobornos para financiar campañas; un paÃs donde cada año se robaban 55 billones y el 40% de los bachilleres no tenÃan acceso a la universidad.
Un paÃs prácticamente mantenido con préstamos de la banca internacional y con una franja creciente de importadores y un empresariado cada vez más precario dependiente de los dictados de multinacionales que diseñan mercados y actividades extractivistas que estaban acabando con el entorno ecológico y pretendiendo apropiarse de los recursos hÃdricos y mineros en contubernio con las mismas élites que nos han llevado a ser un paÃs hipotecado y sin conciencia nacional, donde el negro, el indÃgena y el mestizo son vistos como estorbos y los ideales de desarrollo y superación personales son enmarcados en modelos extranjerizantes y ridÃculamente racistas.
A ese paÃs no podemos regresar. Un pensamiento social e inclusivo se impone como compromiso básico. Los indicadores en la economÃa han mejorado y los logros de la oficina de la transparencia liderada por Gustavo BolÃvar muestra resultados sorprendentes.
El desempleo ha bajado, el turismo se reactiva, los ferrocarriles vuelven, el transporte aéreo ha aumentado en 16%, la agricultura está jalonando la economÃa, el café sorprende por su precio internacional, el dólar se mantiene estable, el peso es moneda que se respeta, el mercado interno repunta favorablemente, la importación de alimentos disminuye, y las APP (Asociaciones público privadas) van entendiendo que son necesarias con marcos jurÃdicos honestos de probidad y amor por la patria.
El inconsciente colectivo delincuencial heredado de la colonia y reforzado por el surgimiento del narcotráfico empieza a ceder, incluso rodeando al presidente que con un talante de honestidad y caudillaje ha superado y espera la decisión de los tribunales en los casos de sus más cercanos.
No es fácil ni lo será, lo que, si es bien difÃcil, casi imposible, es regresar al viejo paÃs de los corruptos y sanguinarios guerreristas ladrones y mentirosos que quisieron convertir al paÃs más hermoso del mundo en un cementerio mientras ellos se paseaban orondos por un campo despojado, por un paÃs sin conciencia nacional y un parlamento plagado de delincuentes y vociferantes sin ningún tipo de cultura.