Opinión

Del conflicto a la esperanza

¿Qué ha pasado con Colombia? ¿A qué negro destino la condenaron? ¿Quiénes y por qué planearon este futuro? Un futuro, por supuesto, en el que ellos no están...

Por: Juán Fernando Uribe Duque /Opinión/ El pregonero del Darién.

Llevar una persona a su sitio de conflicto, es estrategia para desestabilizarlo y desprestigiar su gestión. En el caso del presidente la presión es constante y desde distintos frentes, pero con una gran salvaguarda a pesar de la enemistad de ciertos medios y la ponzoña de muchos congresistas: una infatigable rutina de visitas y reuniones de trabajo, de diálogos vinculantes donde las mismas comunidades le hacen saber las soluciones pertinentes a los problemas más apremiantes. Claman por saneamiento básico, vías de comunicación, tierras para cultivo, crédito público al alcance de los más necesitados, prevención y atención en salud, seguridad, conectividad y educación.

Lo mínimo a lo que cualquier ciudadano tiene derecho y que por la misma precariedad producto de las malas administraciones y la inequidad consecuente, hemos creído que todo se debe lograr mediante luchas interminables que a nada conducen, cuando no con la expectativa de una buena limosna.

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Es bien diferente a la situación de otros presidentes que fueron elegidos con la ayuda de los dineros de la mafia luego de todo un montaje de terrorismo y peleas intestinas.

En el caso del actual mandatario la visión es bien distinta, pues así lo tilden de guerrillero, de recibir 20 millones de un amigo medio loco en bolsitas de tienda, de intentar sanear las finanzas de Bogotá arrebatándoselas a los intereses privados.

De querer redimir de la miseria a los más pobres, de querer darle media pensión a los viejos abandonados, de tratar de llegar a un acuerdo con todos los criminales y delincuentes que desangran el país, nunca lo irán a ver como un señorito irónico que niega con ínfulas de santo las relaciones evidentes con el delito.

 Pueden intentar desestabilizarlo emocionalmente formando a su lado todo un teatro de corrupción y tragedia familiar; puede su antigua nuera vociferar verdades o mentiras, pueden sindicar a su hermano de recibir sobornos de mafiosos, pueden montarle noviazgos indebidos a su padre anciano, pueden espiarlo por debajo y por encima, lo pueden llamar padre irresponsable por no cargar con su hijo cuando estuvo en la cárcel o perseguido.

Le pueden hacer de todo, verter el peor de los venenos y los epítetos, pero el pobre de Colombia, el campesino sin tierra, el despojado, el trabajador explotado con contratos a destajo, la mujer acorralada en los abusos, los marginados de las comunidades olvidadas.

Ese pueblo donde por primera vez la voz del Estado llega, sabe que Gustavo Petro es un hombre honesto con quien no perderán la oportunidad de ser alguien sobre el que se ha posado una mirada de bondad, sin dádivas transitorias de épocas electorales, pero sí con una acción que por fin concrete lo que por tantos años les ha sido negado y que por descarada omisión dejó al país en manos del narcotráfico y la guerra.

¿Por qué luego de sobrevolar el territorio nacional, de pasar sobre llanuras, campos improductivos y áreas de selva deforestada, nos encontramos de súbito con grandes extensiones que simulan áreas bombardeadas, al lado de dragas inmensas y campamentos de miseria? ¿Qué ha pasado con Colombia? ¿A qué negro destino la condenaron? ¿Quiénes y por qué planearon este futuro? Un futuro, por supuesto, en el que ellos no están…

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